Entrevista a José Luis Zurita, periodista y profesor de la Universidad de La Laguna

José Luis Zurita: «Vivimos el mejor momento de la historia para hacer periodismo»

José Luis Zurita (1968, Santa Cruz de Tenerife). | | ANDRÉS GUTIÉRREZ

José Luis Zurita (1968, Santa Cruz de Tenerife). | | ANDRÉS GUTIÉRREZ / ED

Su tesis doctoral se convirtió en la lanzadera de ‘La Tarde. 55 años de periodismo tinerfeño (1927-1982). El ocaso de la prensa vespertina en España’, un libro en el que el periodista y profesor de la Universidad de La Laguna José Luis Zurita (1968, Santa Cruz de Tenerife) transita por los sótanos de un modelo de comunicación aniquilado por el progreso.

¿Por qué murió La Tarde?

Su defunción no tuvo una sola causa, pero el advenimiento de la televisión y los boletines de radio hizo que la inmediatez informativa pasara a otros soportes. Eso provocó que el papel de la prensa de sobremesa perdiera su sentido. Si hiciéramos una traslación en el tiempo sería posible encontrar algunas conexiones en la desaparición de los diarios vespertinos en el siglo XX con la presión que sufren hoy en día los matutinos por internet. Aún no se sabe cuánto va a durar el papel, yo personalmente creo que aún le queda vida por delante, pero lo que resulta indudable es el handicap que suponen las nuevas tecnologías para la prensa tradicional.

¿Al papel le queda margen para seguir contando el día a día?

Sí le queda, aunque tengo algunas dudas sobre el concepto diario... Ese factor ya lo encontramos en los dispositivos móviles e igual la prensa debe empezar a planificar un formato semanal en papel, con buenos reportajes y entrevistas potentes, y la lucha día a día plantearla en un escenario digital más ágil y con una mejora de contenidos.

¿Lo que hace The New York Times los fines de semana?

The New York Times sale todos los días...

Sí, pero su propuesta de fin de semana se acerca mucho más al guion de una revista o publicación de análisis y entretenimiento que a un periódico tradicional.

The New York Times es un portaaviones de la comunicación, una rara avis que nos sirve para constatar que la cultura anglosajona es diferente a la hispana a la hora de consumir periódicos. España siempre ha vivido en el umbral de los países más subdesarrollados en el índice de lectura de prensa. Piense que en los años más potentes, los ochenta y noventa, el periódico de mayor tirada con unos 500.000 ejemplares diarios era una cabecera deportiva, frente a las cifras millonarias de Estados Unidos y Reino Unido.

¿Y qué le cuenta a sus alumnos del momento que vive la prensa?

Lo mismo que le estoy contando a usted, más los problemas derivados de las graves dificultades publicitarias que condicionan el mercado. Vivimos el mejor momento de la historia para hacer periodismo y el mundo digital es imprescindible, pero tenemos que reinventarnos.

¿Reinventarnos?

Sí, articular los medios técnicos necesarios para que las buenas historias sigan llegando a los lectores. Lo de la inmediatez ya lo tenemos asumido, ahora falta que esa rapidez de reflejos se vea acompañada por unos contenidos de calidad. Internet es un tsunami informativo y no siempre se tiene en consideración el criterio de dar lo mejor, sino ser el primero en contar algo de lo que está pasando.

¿Los alumnos en 2022 se rinden más fácilmente?

¿Se rinden? [silencio]. Hay mercado suficiente para todos...

¿Pero hay menos pasión?

Sí, puede que cada vez se perciba cierta comodidad a la hora de resolver un asunto sin darle demasiadas vueltas.

Vamos, que está difícil encontrar al periodista «guardia civil» que se pegue cuatro o cinco horas por fuera del lugar en el que se celebra una reunión clave.

La bohemia y el espíritu familiar de una redacción hace tiempo que desapareció de este periodismo. Lo que sucede hoy está más calculado y es mucho más frío... Es inevitable que las nuevas generaciones estén influenciadas por esos cambios y se acomoden, pero siempre habrá un puñado de buenos periodistas dispuestos a ejercer el periodismo.

¿Ahí es cuando abrimos el debate de no es lo mismo estar que ser?

El buen periodista es sacrificio y si eso no está nunca serás un buen periodista, serás otra cosa. El compromiso con un lector implica una responsabilidad y, sobre todo, una lealtad con el buen periodismo.

¿Qué es para usted este oficio?

Una pasión que he mamado en casa desde chico con mis padres, mis tíos, mis abuelos... Uno de mis placeres confesables es agarrar un periódico y buscar una buena crónica, un reportaje con peso o una entrevista en la que me cuenten cosas. Leer algo así es una sensación magnífica, pero provocar ese sentimiento aún es más extraordinario. Un periodista tiene que leer para ser leído.

¿Suele mirar el bajorrelieve de su abuelo que está a la entrada del Ateneo de La Laguna?

Mentiría si le dijera que no, pero sí lo suelo mirar de reojo... Ese y la placa que está en el edificio de La Tarde, entre las calles Pérez Galdós y Suárez Guerra.

¿Dónde está más cómodo en una redacción o en un aula?

Para mí la enseñanza es un compromiso con el buen periodismo. A los periodistas que vienen hay que insuflarles el amor por un oficio en el que no hay horario. El día que me casé le dije a mi mujer que se casaba con un periodista y con eso se lo estoy contando todo. Un periodista de trincheras sabe que no se puede ir a casa dejando un cabo suelto.

¿Qué debe tener un periodista de trincheras?

Tiene que tener, además de saber aguantar horas hasta que aparezca la noticia, curiosidad y honradez para no engañar al lector.

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