Las plantas del Teide ‘escalan’ 700 metros hacia el pico en dos siglos

La comparación de los estudios de Humboldt y la realidad actual corrobora el impacto del cambio climático en la alta montaña

Tajinastes y retamar en el Parque Nacional del Teide.

Tajinastes y retamar en el Parque Nacional del Teide. / El Día

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Es una realidad. El cambio climático está modificando de manera abrupta el ecosistema de las Cañadas del Teide. Las pruebas no dejan de acumularse y una de ellas es que la vegetación que habita en este enclave de alta montaña cada vez está creciendo más cerca del pico de la montaña. Concretamente, 700 metros desde que Alexander von Humboldt estuvo estudiando la flora de Tenerife, allá por 1799.

Más de dos siglos después aquella corta, pero fructífera experiencia del científico alemán –y de otros colegas como Leopold von Buch y Christen Smith– la apariencia ecológica del Teide ha cambiado sobremanera. Así lo han descrito un grupo de investigadores canarios, adscritos al Parque Nacional del Teide y la Universidad de La Laguna, quienes, junto a Susanne Renner, investigadora de la Universidad de Munich, han podido reconstruir el pasado vegetal del enclave.

Lo que descubrieron es que hasta 23 especies vegetales del Teide han ido escalando la montaña en busca de condiciones más favorables para vivir. «Se han desplazado una media de 36,4 metros por década, por lo que estamos hablando de más de 700 metros en los últimos dos siglos», resume el catedrático de Ecología de la ULL, José María Fernández-Palacios. Además, en aquel entonces los científicos solo vieron 30 especies en la cumbre y hoy en día se conocen más de 200.

El motivo está en el cambio climático. Y es que en las zonas de alta montaña hace más calor que antaño –se calcula que las temperaturas en el Teide han aumentado 1,5 grados centígrados– y la vegetación se mueve lentamente en busca de condiciones más similares a las que siempre ha tenido.

Este ascenso altitudinal es una de las consecuencias del cambio climático y, aunque permite la supervivencia a corto plazo de estas especies, a largo plazo tiene un problema primordial: la superficie disponible cada vez se va haciendo más pequeña. «Como se reorganizan hacia el pico, habrá un momento en el que no haya espacio para todas ellas», insiste Fernández-Palacios.

Cuando no había tajinastes

Pero este cambio de paisaje no es lo único que diferencia al Teide actual de aquel que deleitó a Humboldt. «También vemos que hay especies que nunca referenciaron ni él ni sus colegas y que ahora son muy comunes en el paraje natural», asegura el catedrático. Entre ellos, el popular tajinaste rojo. No es de extrañar, pues en aquel entonces las cabras se habían convertido en residentes habituales de Las Cañadas. La situación cambió cuando se decretó como Parque Nacional. Aquellos herbívoros desaparecieron y, gracias a ello, otras plantas empezaron a emerger en el enclave de alta montaña.

Ahora, sin embargo, existen otros riesgos asociados a nuevos herbívoros introducidos en el Teide, como los conejos y los muflones. «Están ejerciendo aún más presión en la flora autóctona», lamenta el investigador. Y es que, estos animales se están viendo beneficiados por el cambio climático. «Las crudas condiciones climáticas del Teide en invierno, que servían para diezmar las poblaciones de herbívoros, ya no lo son tanto», explica el investigador. Las noches frías son ahora las menos habituales y los termómetros apenas logran marcar temperaturas mínimas habituales hace apenas medio siglo. «Esto provoca que, a principios de primavera, las densidades de población de estas especies sean demasiado grandes para que la flora lo pueda soportar», insiste.

Un cambio perceptible

Los científicos llevan años percibiendo este cambio. «Ya hace un par de años me encontré con hierba pajonera y rosalitos por encima de los 3.500 metros, algo que me asombró», rememora Fernández- Palacios. Pero hasta ahora, los investigadores nunca habían tenido la posibilidad de cuantificarlo con este nivel de detalle y, aún menos, teniendo la posibilidad de remontarse tan atrás en la historia de las Islas. Lo han conseguido gracias a una iniciativa realizada por el Gobierno de Alemania, que ha decidido digitalizar todo el contenido científico histórico –incluyendo la correspondencia entre investigadores– y ponerlo al servicio público, de modo que cualquier persona pueda acceder libremente a estos contenidos. Los científicos canarios estudiaron a fondo las cartas que Buch mandaba a Humboldt, que se había interesado por Canarias después de publicar en 1805 su famoso dibujo del Chimborazo, en el que realizaba una distribución en altitud de su flora, titulado Naturgemälde.

La clave está en las cartas

«Hay que recordar que Humboldt solo estuvo una semana en Tenerife», explica Fernández-Palacios. En ese periodo, como insiste, no le dio tiempo de recopilar toda la información que más tarde plasmaría en el Tableau Physique des Iles Canaries, el boceto del Teide donde plasmaría la primera distribución de las plantas según su altitud. Alguien le ayudó a hacerlo, y ese fue Buch, quien se carteó con él durante meses. Buch, al contrario que Humboldt, estuvo en Canarias casi seis meses junto a Smith, y ambos ascendieron al Teide hasta en dos ocasiones. «Humboldt solicitó estos datos y fue como pudo realizar con tanta precisión su publicación», afirma el investigador de la ULL.

Los científicos compararon la información que aparecía en estos documentos, hasta ahora inéditos, con la que se encuentra en las principales bases de datos de flora con la que cuenta Canarias. No fue un trabajo fácil. «La mayor parte de las especies ni siquiera están nombradas con la nomenclatura que tienen en la actualidad, así que tuvimos que revisarlas una por una comparándolas», explica el científico.

Con este estudio los investigadores demuestran, además, que el cambio climático lleva mucho tiempo afectando al Teide, aunque en los últimos años se haya acelerado. «Vemos que el cambio en la cubierta vegetal ha sido paulatino desde que comenzó la revolución industrial que, además, coincide con las fechas en las que estuvieron estos científicos alemanes y británicos por las Islas», resume.

A este último hallazgo se suman otros tantos indicios de que el Teide está sufriendo una verdadera catástrofe ecológica a raíz del calentamiento global. Otro ejemplo es el del matorral de retamas, que en los últimos 30 años ha desaparecido en casi el 30% de sus zonas de crecimiento habitual. El retamar ha retrocedido al menos un 1% cada año. Un ritmo que, de continuar, en 10 o 30 años supondrá «el colapso» de esta especie y, por tanto, del ecosistema. Los científicos creen que ocurrirá entre 2030 y 2080. La cobertura del retamar podrá rondar entonces los 400 metros cuadrados por hectárea. Un espacio tres veces menor que el que ocupa hoy.

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