El futuro de la humanidad, desde el punto de vista de la astronomía, es la crónica de una muerte anunciada. Se calcula que en unos 5000 millones de años, el Sol se expandirá y se convertirá en una estrella gigante roja. Aumentará hasta 250 veces su tamaño actual y perderá más de un tercio de su masa en un viento. Estamos seguros de que en la expansión se tragará a los planetas cercanos al Sol. Sin embargo, la vida en el planeta Tierra ya habrá desaparecido para ese momento; en unos tres mil millones de años la energía liberada por el Sol será incompatible con la vida.

Si no es nuestro propio Sol el que nos mata, otra causa de muerte de la humanidad es la explosión de estrellas masivas que terminan su vida como supernovas. Estar cerca de uno de estos eventos significa la muerte segura porque generan partículas de alta energía que tienen un enorme poder de penetración en nuestra atmósfera. Producirían el calentamiento del planeta y un aumento de las tormentas eléctricas, conllevando incendios forestales en todo el planeta y la desecación de los océanos. Algo así pudo ocurrir ya. Se ha descubierto en la Tierra y en la Luna un raro isótopo radiactivo llamado hierro-60 que formaría parte de las cenizas de una supernova que ocurrió a 100 años-luz de distancia hace unos 2,5 millones de años. Los incendios forestales generalizados producidos por esta supernova fueron responsables de que nuestros primeros ancestros humanos se trasladasen de los bosques a la sabana. Al trasladarse a lugares menos boscosos, se cree que nuestro ancestros aceleraron el proceso de andar erguido. Por lo tanto, una supernova hace 2,5 millones de años quizás es la causante de que ahora caminemos erguidos.

Por fortuna, las supernovas son eventos que se dan de una forma infrecuente. Suele ocurrir una cada 25 o 100 años. Además, las supernovas que descubrimos de forma habitual suelen encontrarse en otras galaxias. Las supernovas dentro de nuestra Vía Láctea están muy buscadas por los astrónomos pero ocurren solo una vez cada 500 años. A las supernovas situadas a menos de 100 años-luz de distancia, como esta que sucedió hace 2,5 millones de años, las llamamos supernovas próximas a la Tierra. Los científicos aseguran que esa es la distancia mínima para que sus efectos empiecen a notarse en el ecosistema terrestre. Una supernova que ocurra a menos de 33 años-luz significa la muerte de la humanidad. Se cree que esto puede ocurrir una vez cada 240 millones de años. El planeta tiene unos 4500 millones de años, o sea que ha debido experimentar varias decenas de estos acontecimientos.

En realidad somos afortunados de vivir donde vivimos en la Galaxia. Rigurosamente hablando, nos encontramos próximos a un brazo espiral en el disco galáctico a unos 8 kpc del centro. Menos rigurosamente hablando, déjenme decirles que vivimos en una aldea de nuestra Galaxia. Y es que dicen que en las aldeas se vive mejor que en las ciudades; la gente se conoce, se aprecia y se ayuda. Por el contrario, en las ciudades pareciera que la gente se despreocupa de que sus actos influyan en la vida de sus vecinos. Pero en realidad todo esto no es debido a que la gente en las ciudades sea peor. La convivencia es más compleja en un ciudad porque estamos todos cerca los unos de los otros. En una aldea cada cual tiene el espacio suficiente para fumar, pasear al perro y hacer el ruido que quiera sin molestar al vecino. Nos queremos más en una aldea simplemente porque no nos tenemos que soportar tanto. Así que la diferencia entre un pueblo y una ciudad está dada principalmente por la densidad poblacional.

A nuestro Sol en la Galaxia le ocurre algo similar. En el vecindario del Sol la densidad de gas para formar estrellas es baja. Como se forman pocas estrellas, también se forman pocas estrellas masivas que puedan terminar su vida como supernovas. De hecho, trabajos recientes buscan regiones donde la vida pueda existir en otras galaxias simplemente buscando un vecindario igual al nuestro. Aunque estamos muy lejos de encontrar vida en otros planetas, sí parece que están encontrando que hay una region análoga a nuestra vecindad solar en una de cada cinco galaxias del Universo Local. Lo que es aún más interesante es que la zona habitable de otras galaxias está a una distancia entre 7 y 9 kpc, que es la misma distancia donde estamos nosotros respecto al centro de la Vía Láctea. Por lo tanto, existimos gracias a la localización del Sol respecto a la Galaxia ¿Qué pasaría si fuéramos arrastrados al centro galáctico de la Vía Láctea?

BIOGRAFÍA

Omaira González Martín nació en Lanzarote en 1981. Estudió la Licenciatura en Física en la Universidad de La Laguna y realizó su tesis doctoral en el Instituto de Astrofísica de Andalucía (Granada) sobre núcleos activos de galaxias de baja luminosidad. Después trabajó un año en la Universidad de Leicester (Reino Unido), dos años en la Universidad de Creta (Grecia) y cuatro años en el Instituto de Astrofísica de Canarias. Desde 2014 es personal en plantilla del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México.

*Sección coordinada por Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez