"La pobreza energética está que no perdona. El tener frío y no poder taparte es demasiado. Las administraciones tienen que dar medios y ayudas para mantener calentita una casa". Así se presenta Encarna Contreras, afectada por la pobreza energética y activista por el derecho a la luz, el agua y el gas. Sabe lo que es no tener luz en casa. En 2015, antes de la ley catalana que impide cortes de electricidad a familias pobres, sobrevivió a dos semanas sin suministro eléctrico a pesar de que necesita dormir con un respirador. Este pasado octubre consiguió reconectar a la red a una familia con tres niños a quien le pasó lo mismo. "No sé de quien es el error pero sé que los que los pagamos somos nosotros. Nos tenemos que informar, nos tenemos que organizar. Si no fuera por la Alianza contra la Pobreza Energética (APE) y porque nos ayudamos entre nosotros... aún iríamos con velas en casa", cuenta Contreras.

Con la llegada del frío, Encarna ha vuelto a las bufandas. "Y si tengo mucho frío me meto en la cama", dice. Hace cinco años que no usa la calefacción y sabe lo que es no tener luz y alumbrarse con velas o linternas. "Sé que ahora estoy protegida y que puedo usar la electricidad, pero es que no tengo dinero para comprarme un calefactor ni instalarme la calefacción", explica.

Encarna es vecina de Gavà, percibe la Renta Garantizada y está protegida ante los cortes de luz al ser considerada clienta vulnerable. Después de pasar auténticas penurias, logró condonar su deuda atrasada con Endesa y acceder al bono social, que le bonifica el 40% de la factura de la luz. Pero igualmente nota la escalada de precios. "El año pasado pagaba 20 euros de luz, ahora me vienen facturas de 100 euros", señala. No ha pagado ni una. Está diagnosticada de apnea grave, y necesita un respirador para dormir. "Yo dependo de la electricidad para vivir. Siempre tienes ese miedo del corte", asume, consciente que ser víctima de la pobreza energética le ha pasado factura en la salud. "Tengo más infecciones, neumonías... sé que es por no tener mi casa a la temperatura que toca", asume. "Los cortes de luz ponen en riesgo la salud", remacha.

Pero Encarna no quiere ser vista como una víctima de todas las pobrezas. Desde el 2015, que entró en contacto con la Alianza contra la Pobreza Energética, su vida dio un vuelco. "Te das cuenta que tienes derechos y que hay que luchar por ellos, porque nadie más lo hará. Si se ha conseguido la ley que paraliza los cortes eléctricos, el convenio con las eléctricas... es todo gracias a la lucha del APE", cuenta. Dos martes al mes la entidad se reúne en asamblea para asesorar familias afectadas y ayudarles. Ella no falla nunca.

Corte de luz y de agua

En uno de estos encuentros, que también se pueden hacer de forma telemática, se conectó una familia de Gavá (Baix Llobregat), habitual de los servicios sociales, que llevaba tres días sin electricidad. El hogar estaba compuesto por una madre y su pareja, con discapacidad, junto a sus tres hijos de cuatro, cinco años y seis meses. La familia está pendiente de un desahucio y de acceder a un piso de urgencia social: ambos se han quedado en el paro y no pueden pagar el precio del alquiler. Llegó un momento en el que decidieron que había que dejar a un lado las facturas de la luz y centrarse en las del supermercado. Endesa les cortó la luz el 10 de octubre. El 12 fue festivo nacional, así que los servicios sociales no les atendieron. Lo importante en este caso era que los técnicos municipales recordaran a la empresa que éste era un hogar vulnerable. Pero no lo hicieron.

La luz no llegó a esa casa hasta el día 18 de octubre. "Lo que ha pasado esta familia estos días es demasiado. Parecía una casa fantasma. Ella estaba con una crisis de ansiedad... De un día para otro se quedaron sin nevera, sin luz, sin nada", explica Encarna. Comieron gracias a los vecinos. Y se alumbraban por la ventana para que los niños no tuvieran miedo por la noche. La luz llegó ocho días después, y gracias a la insistencia de Encarna, que asumió el caso y les acompañó hasta remover cielo y tierra para que recuperaran la luz. "Fuimos a los servicios sociales y no salimos hasta que nos dieron el informe de vulnerabilidad de la familia", cuenta. Luego fueron a Endesa y tramitaron la documentación. "Este es un caso de negligencia, son las administraciones que deberían hacer este trabajo y no nosotros".

Una semanas después, esta misma familia se quedó sin suministro de agua. Encarna volvió a tomar cartas en el asunto y resolvió el caso. Fue un auténtico ángel de la guardia. "Si pueden, tanto las administraciones como las compañías no hacen sus deberes. Por eso es importante conocer nuestros derechos, reivindicarlos y lucharlos. Nos tenemos los unos a los otros... Es lo que yo he aprendido", remacha Encarna.