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ANÁLISIS

Volvería a ser docente

No sé en qué momento me di cuenta de que quería ser docente. Tengo la sensación de que es algo que siempre supe. Imagino que la mayoría de las vocaciones se van fraguando poco a poco y que no existe un descubrimiento concreto que nos indica el camino que tomaremos, sino que nuestras pasiones determinan los pasos que vamos dando y las personas en las que nos convertimos. Lo que sí tengo claro es que mis orígenes influyeron. Vengo de una familia de maestros: mi abuela era maestra y mis padres también. Por eso, cuando me matriculé en la carrera de Física, en la Universidad de La Laguna, lo hice con la convicción de que, una vez que me licenciara, quería enseñar. Y eso hice.

El tiempo, sin embargo, me hizo dar un salto que no tenía previsto: convertirme en sindicalista y defender los derechos de mis compañeros y compañeras. Quizás también en este camino me guió mi padre, porque fue él quien puso en marcha ANPE Canarias. Un día yo decidí participar también en esta otra forma de trabajar por la educación. Veía sus desvelos por mejorar los derechos de tantos profesores y entendía, cada vez más, la importancia de dignificar nuestra profesión.

Mejorar la educación en Canarias es un trabajo laborioso –no es fácil dejar atrás las inercias del pasado–, pero un trabajo en el que tenemos que actuar desde diferentes frentes. En muchos centros públicos de Canarias, hoy los docentes están llevando a cabo proyectos que mejoran los resultados de su alumnado, pero, sobre todo, su entorno. Ellos, de forma anónima, están cambiando la vida de muchos chicos y chicas, les están permitiendo aspirar a un futuro diferente al de sus padres.

Creo que, para complementar esa labor, es fundamental que existan sindicatos que defiendan los derechos laborales y ayuden a superar la maraña burocrática a la que se enfrenta el profesorado a diario. En ANPE siempre hemos entendido que es obligación de los representantes sindicales formarnos continuamente para mejorar las normas que regulan los procedimientos y hacer la vida más fácil a los compañeros que están en las aulas.

A pesar de las horas dedicadas, de que muchas veces no logramos en las mesas de negociación todo lo que nos proponemos y del descrédito que existe hacia las organizaciones sindicales, siempre salgo de ANPE con la misma satisfacción que cuando, aún en la facultad, empecé a dar clases particulares de física y matemáticas y mis alumnos me decían: ¡Así si lo entiendo! Porque sé que, aunque sea poco a poco, la labor de todos los que hemos pasado por ANPE sirve para que muchos compañeros y compañeras avancen en sus condiciones laborales y para que progrese la educación. Por todo ello, porque mi principal objetivo es ayudar, siempre he tenido claro que volvería a ser docente una y mil veces, y me sentiría realizado ejerciendo mi vocación en las aulas o luchando por los derechos del profesorado a través de esta forma de hacer sindicalismo en la que creo. De las dos maneras me sentiría útil, porque ayudaría a las personas, con sus derechos laborales, y porque ayudaría a mejorar nuestras escuelas e institutos.

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