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Día de la eliminación de la violencia contra la mujer | Una perspectiva desde Canarias

Historia de una huida de Afganistán

La jueza Friba Quraishi se fue de su país ante las amenazas a mujeres tras el ascenso de los talibán al poder | «Tengo algo dentro de mí que hierve, no puedo callarme»

La jueza afgana, Friba Quraishi, durante la entrevista, en el salón dorado del Gabinete Literario. | | JOSÉ CARLOS GUERRA

Tras el ascenso de los talibán en Afganistán, después de años turbulentos en el país asiático, mucha gente huyó del país. Había muchas profesionales que se veían amenazadas por un régimen que les oprimía y que no quería verlas en puestos de mando. Friba Quraishi, jueza, fue una de ellas, con apoyo de la Asociación de Mujeres Juezas, cuya directora territorial en España, Gloria Poyatos, recibió ayer un premio Charter 100.

Junto a su hija, la jueza Friba Quraishi, de Afganistán, espera sentada en una silla del salón dorado del Gabinete Literario de Las Palmas de Gran Canaria. Es una de las profesionales de la judicatura de la nación asiática que fue rescatada cuando ascendió al poder el régimen talibán, gracias al apoyo de la Asociación de Mujeres Juezas, cuya directora territorial en España, Gloria Poyatos, recibió ayer un premio de la asociación Charter 100 Gran Canaria por esa gran labor. La suya es una de las miles de historias de mujeres que huyeron del conflicto, de la involución, de las amenazas, de la desigualdad. Miles de relatos que dejan un país quebrado.

Friba Quraishi perdió a su padre con apenas cuatro años. Le asesinaron. En ese momento, su madre le dijo que quería que estudiara para convertirse en jueza y conseguir descubrir quién le había hecho eso a su marido y llevarlos ante los tribunales. A la pequeña Quraishi esas palabras se le quedaron grabadas en la mente cuando, algún tiempo después, su progenitora también falleció. «Pensé que me tocaba cumplir los deseos de mi madre y empecé a pensar en la judicatura como forma a la que dedicar mi vida», comenta.

Estudió una carrera universitaria en un país en el que la mujer nunca ha podido vivir en igualdad con los hombres, aunque ella asegura que nunca tuvo problemas con sus compañeros jueces, solo con los talibán. A pesar de la pseudotranquilidad que ha habido en Afganistán en las últimas décadas, lo cierto es que la sombra del régimen autoritario siempre ha estado ahí, pendiendo sobre las cabezas de la población del país asiático. «El mayor obstáculo que me encontré en mi trayectoria fueron las amenazas de esta gente», asegura la mujer.

Pese a esa situación de tensión casi perpetua, sobre todo en las regiones más apartadas de la capital, Kabul, y las grandes ciudades del país, Quraishi no pensó que finalmente pudieran acceder al poder. «Cuando llegaron los talibán, pensé que ojalá no haber estudiado, no haber sido juez nunca, porque al menos habría podido vivir al lado de mi familia, de mi marido, como otras mujeres del país, pero el trabajo de jueza me impuso el tener que marcharme, porque era una amenaza para su supremacía», sentencia. Y es que muchas de ellas condenaron en su momento a miembros de este movimiento y alguna se enfrentó a situaciones complicadas una vez llegaron al Gobierno y liberaron a muchos de los presidiarios, hasta el punto que, pese a llevar el velo, las reconocían en la calle por la voz.

Por ello, la Asociación de Mujeres Juezas no lo dudó ni un instante. Al llegar el régimen a Kabul y tomar el control absoluto del país, se activaron y lograron rescatar a muchas de las profesionales de la judicatura que se encontraban en serio peligro. Algunas de ellas recalaron en España, gracias al trabajo de Gloria Poyatos, magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC). Friba Quraishi formaba parte de esta entidad internacional desde antes de ese momento.

«Día a día ocurren cosas malas tanto a mujeres juezas como a hombres. A ellos es difícil que les ayuden desde fuera, y todos los días recibo mensajes de lo mal que lo están pasando», explica la mujer, quien se pregunta qué puede pasar en un mundo en el que, al revés de lo que debería ser, se esposa a la magistratura en lugar de a los criminales. No será posible, en ningún caso, que pueda salir todo el mundo de Afganistán, porque es inviable, pero sí que entiende que hay personalidades como estas «que es urgente que puedan cumplir su función con garantías o escapar, si no es así».

Y concluye con un claro mensaje: «Si la comunidad internacional quisiera, podría al menos ayudar económicamente a estas familias que lo están pasando tan mal, y poder sacar algo del Banco Mundial». La colaboración económica, después de lograr la humanitaria de rescatar a tantas personas, es ahora lo primordial para regenerar a este país en quiebra.

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