Clotilde Alvarado es una de las mujeres de más de 65 años que protagonizan la campaña institucional del Gobierno de Canarias y los siete cabildos para animar a personas de ese colectivo a que «dejen atrás las sombras» e inicien otro tipo de vida alejadas de la violencia machista.

Las administraciones implicadas en la iniciativa consideran que hay muchas afectadas por el maltrato físico o psicológico que pasan muchos años e, incluso, décadas de sufrimiento en silencio. Un día, Clotilde decidió empezar una nueva experiencia vital y se casó en segundas nupcias. Pero la realidad que vivió estuvo muy alejada de lo que esperaba.

Golpes nunca recibió, pero sí mucho acoso psicológico, según relata. Buena parte del mismo, explica esta tinerfeña, se debió a «los celos infundados», por los que tuvo que soportar innumerables insultos. Como en otros episodios de similares características, «mi pareja no me dejaba tener amistades, ni siquiera pude mantener la relación con mi familia». Hasta tal punto fue así que «le molestaba que mis hijos y nietos vinieran a la casa», apunta Clotilde.

En meses siguientes al inicio de la relación empezaron a surgir las primeras señales de alarma. Cuenta la víctima que «no se controlaba con la bebida; se tomaba unas copas de más y lo pagaba yo, con insultos, aberraciones y ponía a la familia en mi contra».

«Estas cosas se van llevando en silencio, en la intimidad», comenta, «pues él quería que yo fuera una persona sumisa y me tenía amenazada». Hasta en tres ocasiones llegó a echarla de la vivienda que compartían, con la afección emocional que ello implicaba. Pero esta afectada siempre perdonaba a su marido. Hubo un tiempo en que, cuando escuchaba sus insultos, ella se ponía a temblar.

A veces, los problemas surgían por la noche y sin que fuera necesaria la intervención del citado hombre. De madrugada, no podía conciliar el sueño. En diversas ocasiones, se levantó en silencio y acudió hasta Urgencias de un centro hospitalario, donde la tranquilizaban y le ponían una inyección. El personal sanitario le aclaraba que lo que le había ocurrido era un ataque de ansiedad. Hasta tal punto llegó la obsesión del individuo, según relata Clotilde, que llegó a poner una cámara de videovigilancia en el interior de la vivienda «para controlarme», aunque el argumento utilizado por el varón es que era para controlar posibles actos delictivos.

La realidad vital de Alvarado dio un giro hace más de cuatro años. En julio del 2018, ella y su marido participaron en un viaje organizado a Extremadura con medio centenar de personas más. Estaban alojados en un hotel de Olivenza (Badajoz). Y en el interior de la habitación, cuenta Clotilde que «me empezó a gritar, a decirme que tenía amantes y que lo engañaba».

La afectada no aguantó más y decidió cambiarse de habitación. Y llamó al servicio único de emergencias (1-1-2) para explicar lo que sufría desde hacía muchos años. En dicho recurso la animaron a contactar con el 016 (atención a víctimas de violencia de género). Y poco después llegaron los guardias civiles, que detuvieron al presunto autor del maltrato psicológico. Desde ese momento, la autoridad judicial decretó una orden de alejamiento, por lo que el marido de Clotilde tuvo que abandonar el establecimiento alojativo. Ella se quedó sin dinero ni documentación. Y hubo de pagar un plus por el cambio de habitación. Pero, ante esa circunstancia, numerosas personas que participaban en el viaje la ayudaron.

Considera que su participación en la campaña la asumió para reivindicar la mejora de la actual situación y que a otras mujeres no les ocurra lo mismo que a ella y durante tanto tiempo. En su caso, soportó el maltrato psicológico a lo largo de casi dos décadas. Opina que existen muchas víctimas atemorizadas, «algunas podrán salir adelante y cambiar su vida, y otras no; pero hay que tener mucha fuerza».

La implicación de las diferentes administraciones públicas para acabar con la violencia sobre la mujer en sus diferentes vertientes la valora «como una cosa muy positiva; ojalá se siga trabajando igual».

Desde hace cuatro años ha retomado la relación habitual con sus hijos, sus nietos y otras amistades, que le aseguran que antes no iban a su vivienda «porque se sentían mal», señala Clotilde. «He recuperado a toda la gente que te quiere y te respalda», indica. Y disfruta de experiencias sencillas y satisfactorias, como caminar, ir a la playa o salir con sus seres queridos.

Su trayectoria tampoco ha sido sencilla. Durante dos años debió recibir asistencia psicológica para superar la situación. Lamenta que muchos maltratadores dan una imagen ante el resto de la sociedad y se comportan de manera muy distinta en el hogar. En el domicilio, por ejemplo, una habitación estaba cerrada con un candado y en una puerta había un cartel en el que se le aclaraba que en dicho cuarto «no tenía nada». Su trabajo como esteticién y peluquera la ayudó a superar años de amargura.

Explica que «todos nos podemos equivocar y discutir en un momento dado, y hay que saber perdonar». Pero comenta que esa realidad es muy diferente a sufrir un acoso psicológico continuado en el tiempo. Esa situación no se supera tal fácilmente. De hecho, admite que, cuando está fuera de su casa, todavía tiene miedo a que, tras una esquina, aparezca alguien que le haga daño.