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Juventud

Levantarse a las siete, comer a las cuatro y entrenar a las nueve: urge cambiar el horario de los adolescentes

Científicos, consultores y familias estiman que los jóvenes se despiertan demasiado pronto, comen muy tarde y duermen poco por el uso del móvil y las extraescolares intempestivas

A las siete de la mañana suele sonar el despertador de los alumnos de secundaria. Manu Mitru

Xavier, alumno de primero de Bachillerato, se despierta cada día sobre las siete de la mañana. Tras apurar un vaso de leche con cereales, se va a grandes zancadas al instituto, que empieza a las ocho y media. Seis horas y media de clase más tarde -"una pesadez", dice- vuelve a casa con un agujero en el estómago. Ha devorado un bocadillo, sí, a media mañana. "Pero comer casi a las cuatro es demasiado tarde", se queja. Dos tardes a la semana encadena la digestión con las clases de inglés y los deberes, y otras tres acaba el entreno de fútbol pasadas las nueve de la noche. Si en una cosa hay consenso sobre la adolescencia, más allá de sus hogueras emocionales, es que sus horarios son "una locura", "antinaturales", "intempestivos" y "perjudiciales".

Xavier lo resume a su manera: "Vamos petados". Pero lo cierto es que la comunidad científica, las federaciones de familias de alumnos y los consultores especializados en horarios saludables le dan la razón. En ese proyecto de reforma horaria que ahora, tras el covid, parece echar a andar de nuevo con iniciativas como la red catalana por el derecho al tiempo, el 'expediente adolescente' es uno de los puntos calientes.

¿El diagnóstico general? Se despiertan demasiado prontocomen demasiado tarde (un grueso de institutos hace jornada continua durante toda la etapa de secundaria) y, entre horarios intempestivos de extraescolares y uso tardío de pantallas, no descansan las horas suficientes, factores que penalizan desde el rendimiento académico hasta la salud física y mental.

Biorritmos

Empecemos por el flanco científico. Resulta que, más allá del endiablado y dilatado horario, también está la fisiología. Explica el biólogo y neuroeducador David Bueno, autor del libro 'El cerebro del adolescente', que entre los 12 y los 20 años los biorritmos se retrasan entre 1,5 y 2 horas respecto a niños y adultos. O sea, que si una niña se despierta automáticamente sobre las siete de la mañana, cuando llegue a la adolescencia lo hará a las nueve. Y por supuesto también se dormirá un rato más tarde, lo que entra en colisión frontal con la planificación escolar.

El caso es que, en primaria, los centros abren a las nueve y en secundaria, por lo general, lo hacen una hora antes. "Existe un gran desajuste, cuando los adolescentes empiezan las clases sus cerebros no están al 100% y el aprendizaje es menos eficiente", afirma Bueno. Como 'prueba de cargo' de esta especie de "desequilibio" biorrítmico, el científico pone de ejemplo un ensayo realizado en Inglaterra. Un grupo de colegios de secundaria hizo el experimento de retrasar el inicio de las clases de las 8.30 a las 10 de la mañana. Los resultados fueron sorprendentes. "El número de ausencias disminuyó el 50% y el rendimiento escolar aumentó el 20%, algo crucial para los alumnos que basculan entre el suspenso y el aprobado", explica Bueno.

No se puede comer a las tres

Pero hay más. Además de empezar la jornada más tarde, los chavales también deberían comer en una franja que oscilara entre las 12 a 14 horas. "Más allá de las tres es una barbaridad y en zonas más rurales muchos alumnos llegan a comer a las cinco de la tarde", afirma Lluís Vila Prat, que desde la asociación de familias de secundaria Fapaes ha sido uno de los grandes impulsores de la reforma horaria.

También deberían acabar las extraescolares antes de las ocho y llegar a casa a una hora prudencial para "aprender algo tan importante como convivir en familia", afirma Bueno, quien advierte de algo nada extraño de intuir: que el cansancio y el desarreglo fisiológico también pueden repercutir en dificultades en la atención mental y en la aparición del estrés y, con él, de enfermedades vinculadas a la salud mental. Además, los estudios de cronobiología afirman con tozudería "que comer más allá de las tres de la tarde aumenta el riesgo de sufrir obesidad y diabetes", afirma el consultor Xavier Peralta, asesor de la Barcelona Time Use Initiative, plataforma que durante esta semana pasada ha reflexionado sobre los usos y políticas del tiempo.

Estudios

"La jornada continua no es adecuada para los chavales, pero sobre todo perjudica al alumnado que es menos académico", coincide Oscar Altide, director de Instituto Quatre Cantons, centro que diseñó una ambiciosa reforma que la pandemia puso en 'stand by' pero que ha dejado algunos cambios que han contribuido "a rebajar la conflictividad en el aula".

Por supuesto, ecualizar la organización social y logística a las vidas adolescentes implica una auténtica odisea. Sin embargo, la necesidad de abrir este mayúsculo melón está más que acreditado en innumerables y recientes estudios. Ahí está, si no, el informe 'L'educació a l'hora', que presentaron la Fundació Bofill y la Federació de Moviments de Renovació Pedagògica (2019). O el 'Pacte del temps, per uns hàbits saludables', del Consell Educatiu Municipal de Barcelona (2020).

Medidas

Aquí van algunas conclusiones de consenso: 1/en los institutos se debería poder hacer una comida saludable, más rápida y ligera que en las escuelas y que estuviera incluida en el horario lectivo (tras la paulatina implantación de la jornada continua, los comedores han ido desapareciendo en secundaria) y 2/ las actividades extraescolares deberían avanzar sus horarios.

Sin embargo, algunos 'peros' llegan, implacables, en este punto. "En cuanto al comedor, en los centros a menudo faltan recursos y los espacios inicialmente destinados a esta función han sido reconvertidos para otros usos -admite Lluís Vila-. Y respecto a las extraescolares, existe una sobredemanda de espacios deportivos que dificultan unos horarios más racionales".

Sobre la mesa

De momento, desde el Departament de Educació no se está estudiando ninguna propuesta en firme ni se prevé modificar horarios, afirman fuentes de la 'conselleria'. Sin embargo, tras el parón de la pandemia, parece que esta inquietud está volviendo a palpitar en espacios como el Grup Motor del Pacte del Temps a Barcelona.

"Los cambios seguramente no van a ser inminentes, porque implican retos importantes como rebajar y flexibilizar la carga lectiva o la negociación con el profesorado y los sindicatos, pero es evidente que este desajuste horario empieza a ponerse sobre la mesa", afirma Lidon Gasull, directora de les Associacions Federades de Famílies d'Alumnes de Catalunya, que están preparando un informe sobre esta cuestión y que ya han propuesto que los centros de secundaria dispongan de comedor o espacios habilitados para este fin en el nuevo decreto de comedor que se está gestando en la 'conselleria'. "Demasiadas chicas y chicos están cansados y agotados, y no puede ser que la organización escolar y extraescolar no tenga en cuenta sus necesidades", añade Gasull.

Otra cuestión -no menos importante en cuanto a descanso- es la exposición nocturna a las pantallas. Toda madre o padre de adolescente sabe de qué va: ese tiempo en bucle que, de forma más o menos clandestina, pasan haciendo 'scroll' con el móvil, a menudo desde la propia cama. "Es importante que las familias limiten esa exposición", afirma Xavier Peralta, en alusión a los efectos perjudiciales de la luz azul que emiten los dispositivos y que -al inhibir la producción de melatonina, la hormona que ayuda a coger el sueño- actúa como una implacable puntilla del descanso juvenil.

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