Cuando el Macizo de Anaga toca el océano por la parte de Punta del Hidalgo, se erige una formación rocosa que parece estar partida en dos en su cúspide. Es un imponente peñasco que se llama Roque Dos Hermanos. Tal formación no deja indiferente a quien la ve, como no dejó indiferente a quienes la vieron hace mucho, muchísimo tiempo y un roque tan diferenciado del resto no podía ser obra del capricho de la naturaleza; no podía ser, a pesar de su origen volcánico que esas formaciones de basalto respondieran únicamente a una casualidad. Así que es aquí, en el mágico paraje de Punta del Hidalgo, bajo los bosques de Anaga y donde el agua abraza a la tierra y viceversa, donde dicen que dos apasionados enamorados se quitaron la vida al enterarse de que eran hermanos, hijo e hija del mismo padre y de la misma madre. Y como no podían soportar vivir separados pusieron fin a sus vidas lanzándose desde la escarpada montaña.

Hay un viejo texto que recoge esta leyenda, o no se sabe si historia mágica, que da forma a cómo se ha contado desde hace mucho tiempo el amor imposible de estos dos amantes.

La leyenda

Roque Dos Hermanos.

Cuenta la leyenda que en ese lugar de la Punta del Hidalgo, junto a una picuda montaña situada a la vera de la Playa de Troche, como cada día, unos jóvenes amantes, al amparo de la soledad del lugar compartían sus anhelos y su amor al amparo. Se miraban, se hablaban con la mirada. Se contaban mil historias de la niñez. Cada día que pasaba su amor era mayor y más puro y se acrecentaba con dulces palabras y caricias. 

Una tarde de verano sus cuerpos se empezaron a sentir atraídos por una pasión irresistible. Se unieron en un largo abrazo y numerosos besos, plenos de amor y deseo. Se tocaron con recelo, sus cuerpos se sintieron más que nunca uno dentro del otro, jamás se habían atrevido llegar hasta donde lo habían hecho ese día, pero era irremediable contener sus deseos. Hicieron el amor hasta la extenuación sobre aquellas arenas negras y calientes. Abrazados y en completo silencio, se miraban el uno al otro disfrutando de una inmensa felicidad. 

Fue entonces cuando se contaron una vieja historia que los hizo llorar y desear con todas sus fuerzas no haberse conocido jamás. Se cuenta que dos niños, cuando eran pequeños, quedaron huérfanos y fueron dados en adopción a dos familias diferentes, sus padres adoptivos le contaron a cada uno que tenían un hermano y una hermana, y que si algún lejano día se llegasen a encontrar, sabrían que eran hermanos uniendo las dos mitades de un pañuelo que habían partido a la mitad y entregado a cada uno de ellos una de las partes. Los amantes, al comprobar que sus pañuelos coincidían, se miraron a los ojos y se fundieron en un largo abrazo. 

Fue tanto su pesar y tristeza al saber que eran hermanos de sangre que subieron desolados entre lágrimas a lo alto de la montaña y tras mirarse sin hablar, se lanzaron al vacío acabando con sus vidas y con aquel amor prohibido, el mar con extrema delicadeza, se encargó de limpiar sus destrozados cuerpos que permanecían abrazados sobre las negras piedras de la playa. En ese preciso instante el cielo ennegreció, rayos y truenos rugieron en la cima de la montaña que también presa del dolor de los amantes rugió de dolor y se partió en dos.

A partir del triste suceso, ese lugar de la Punta del Hidalgo se le conoce por el nombre de Risco de Los Dos Hermanos. Ésta es una hermosa historia de amor que se recordará en el tiempo y que nunca morirá en memoria de aquellos jóvenes que prefirieron acabar con su vida antes que renunciar a su amor. Este texto aparece recogido en Tagoror.es.

Roque de Dos Hermanos, en punta del Hidalgo. Zeni Acosta

Incluso hay un poema de Fernando García Ramos que canta al amor prohibido de estos dos hermanos que decidieron poner fin a sus vidas antes que vivir separados el uno del otro:

Ay, piedra partida en dos, ¡Risco de los dos Hermanos!

tragedia oscura que cuentan los viejos a los muchachos.

Historia de boca en boca; historia de amor y llanto.

El cayó donde la mar; Ella, al fondo del barranco.

Un rayo los separó, para siempre de un zarpazo.

Ellos subieron al monte pues pronto se enamoraron,

bellos de luz y de noche, en un beso ya amarrados,

sin saber que eran sus sangres hijas de un mismo regazo.

La roca después habló y eso fue comentado,

y hasta el abismo llegó la noticia de este caso.

Hasta los Roques de Anaga llegó la voz del picacho

lo supo la playa negra.

No hubo dios que no supiera este hecho desgraciado.

Así es la historia que cuentan a los niños los ancianos,

historia que escuché un día en la Punta del Hidalgo.

¡Hay piedra partida en dos, ¡Risco de los dos Hermanos!

¡El cayó donde la mar! ¡Ella, al fondo del barranco!