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Bar Oliben: una propuesta bien afinada

Este tipo de locales bien merecen una visita; hay vida más allá del centro de las ciudades

Terraza del bar Oliben, el pasado lunes al mediodía. E. D.

Matilde Martín da nombre a la coqueta calle de la parte alta del barrio de Salamanca donde se ubica este sencillo local, que parece haber pulsado bien la tecla. ‘La tinerfeña de la voz de oro’, como era conocida esta soprano de privilegiado timbre, se labró un sólido prestigio nacional e internacional y cuando decayó el género de la zarzuela como espectáculo regresó a la capital chicharrera, donde abrió una academia de canto, falleciendo poco después. 

Habrá a quienes no les suene la calle Matilde Martín y quizá tampoco hayan oído hablar del Oliben, un bar que hace treinta años abrió sus puertas en esta coqueta calle santacrucera, situada en la parte alta del barrio de Salamanca. Pues bien, Matilde Martín (Santa Cruz de Tenerife, 1897-1951) fue una prodigiosa artista lírica, con una voz de tiple privilegiada, que se labró un sólido prestigio a nivel nacional e internacional. Se inició en el arte del canto en su ciudad natal, de la mano del barítono Néstor de la Torre (Nestore della Torre), y tras lograr una beca continuó sus estudios de canto y declamación en Madrid.

Lejos de ser una diva, la tinerfeña de la voz de oro –como algunos la conocían– siempre evitó las campañas de promoción, pero sus interpretaciones en roles como el de Raimunda en La Malquerida le valieron los elogios del propio Jacinto Benavente (Nobel de Literatura), autor de la obra de teatro que dio pie a la zarzuela homónima.

Matilde Martín decidió retirarse antes que pasarse a otros géneros musicales cuando la zarzuela decayó como espectáculo y así, a finales de la década de los cuarenta del siglo pasado, abrió una academia de canto en Santa Cruz, ciudad donde fallecería a los pocos años aquejada de una grave enfermedad.

El bar Oliben, en la calle Matilde Martín, acaba de ser reconocido con un Solete de Barrio por la Guía Repsol, una noticia que sorprendió a Yaiza, su propietaria y heredera de una forma de vida, la de un negocio que inició su padre, Benjamín, en 1992. Lo cierto es que este local parece haber pulsado –y bien– la tecla agradable, afinando una propuesta sencilla y versátil de cocina, tanto en el capítulo de tapas (ensaladilla, tortilla o croquetas nunca faltan) como también en el servicio de desayunos o los almuerzos (este lunes había pollo, albóndigas, pechuga, etc.), con vino a granel, que se acompañan de un encantador servicio. «Se está bien y se come mejor», afirman los prescriptores de la Guía Repsol.

En el interior del local una mesa de billar americano recuerda que la carambola de la pandemia del covid acabó con un equipo federado que tenía como sede este bar, aunque Yaiza comenta que los chicos continúan acudiendo a medir su destreza, sin la obligación de la competición.

Sinceramente, la ubicación del local puede resultar un tanto extraviada, de ese tipo de lugares que para algunos pueden resultar raros –los que bordean los límites–, pero ciertamente se percibe un ambiente relajado, tranquilo y, sobre todo, muy familiar. La dueña de una floristería vecina se acercó a encargarle a Yaiza comida para su nieta, que venía de visita.

Este tipo de locales, que no suelen aparecer en los medios, bien merecen una parada. Hay vida más allá del centro de las ciudades.

(Bar Oliben, calle Matilde Martín, 35, barrio de Salamanca; abierto de lunes a viernes de 7:00 a 22:00 horas; sábados de 8:30 a 15:30 y cerrado los domingos; teléfono: 922 29 14 17).

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