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Nueve quimios sin perder la sonrisa

El optimismo de la canaria Maribel Díaz le ha permitido vivir nueve años en paz con su cáncer

María Isabel Hernández Díaz, también conocida como Maribel Díaz, con una gran sonrisa. MARIA PISACA

Lo que para muchos supone el fin de su forma de vida, para Maribel Díaz ha sido toda una oportunidad para cuidarse a sí misma y cumplir su sueño de ser escritora. 

El día que el oncólogo le confirmó que aquel bulto en el pecho era un tumor, María Isabel Hernández Díaz se asustó mucho. Nueve años después y tras haber pasado por nueve quimioterapias diferentes, solo tiene palabras de agradecimiento al cáncer. Si bien ese primer instante de terror sigue grabado en su mente, también lo está la entereza que ha demostrado desde entonces ante la adversidad. El día en el que el oncólogo le confirmó sus peores presagios Hernández Díaz decidió aprovechar el momento. El cáncer iba a ser su oportunidad para aprender a cuidarse y para cumplir su sueño de la infancia: ser escritora. 

Porque si hay algo que siempre ha deseado Hernández es plasmar su realidad en el papel. Pasó la mayor parte de su adolescencia contando historias en verso, a través de poemas en los que plasmaba los sentimientos que afloraban a través de su piel. Fueron «motivos familiares y personales» los que dejaron aquel sueño guardado en una gaveta durante años mientras ella trabajaba para sacar adelante las cuentas de la casa. Cuando el cáncer le obligó a asumir que su vida iba a cambiar por completo, decidió retomar aquello que había guardado bajo llave durante tanto tiempo.

Maribel Díaz ha escrito siete libros diferentes escritos en prosa y verso desde 2014

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Sin pecho, con una cicatriz que atravesaba su cuerpo y pasando por una primera quimioterapia poco efectiva, Hernández se arrancó a escribir su primer libro. Un poemario que dedicaba a su enfermedad, pero también a su familia. «Le tengo mucho cariño porque lo presenté a un concurso y lo gané», rememora la escritora. También fue el momento en el que surgió el alter ego con el que comparte este nuevo camino, Maribel Díaz. «La familia me conoce por Maribel y el Díaz es el apellido de mi madre, a la que quería honrar de alguna manera porque murió muy joven», explica. 

En sus obras –hasta el momento ha creado siete títulos diferentes– pasa sin miedo del verso a la prosa. Este último estilo es el que marca su libro Andenes en el abismo. En él Maribel Díaz cuenta las historias de varios vecinos de un viejo edificio de siete plazas, bajo la perspectiva y la pluma de Ada, la nueva inquilina del lugar y protagonista de la novela. El libro, además, cuenta con prólogo de Cecilia Domínguez, Premio Canarias de Literatura 2015, lo que para Hernández sigue siendo, a día de hoy, un motivo de orgullo. «Es una crítica muy buena», resalta la escritora quien todavía, a día de hoy, ve con cierta perplejidad todo «lo bueno» que le ha ocurrido desde que decidió dar un giro de 180 grados a su vida. 

Una terapia de origen japonés ha logrado reducir su cáncer a la mínima expresión

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«El cáncer me ha servido de mucho», sentencia. Aunque reconoce que el camino no ha sido precisamente de rosas. Desde que le diagnosticaron el cáncer de mama ha pasado por un total de nueve quimioterapias, cada una más frustrante que la anterior. «He tenido momentos de bajón porque no daban con la quimio adecuada, lo que me ha costado quemarme las venas», reseña. Un año llegaron a recetarle cinco pastillas diarias, con lo que un solo frasco no le llegaba ni para un mes. Fue entonces cuando se percató del coste de su enfermedad, pues cada uno de esos frascos costaba 1.750 euros. «Sufrir cáncer no es barato», resalta. 

Hoy, después de nueve años de continuos cambios en su tratamiento, «los japoneses han acertado». Y es que, como explica la afectada, ha sido una quimioterapia fabricada en Japón la que ha dado con la tecla para reducir su cáncer a la mínima expresión. «Está todo parado, todo lo que tenía expandido por el cuerpo se ha reducido y mis niveles tumorales están más bajos que nunca», destaca. Concretamente, ha logrado pasar de un nivel tumoral de 26 –«altísimo»– a uno mucho más bajo, un nivel 6. 

De esta experiencia se lleva la enseñanza de «amar la vida». «Todos los sentimientos los tengo ahora a flor de piel, y eso es lo que hace que pueda escribir lo que escribo», destaca. Por eso, si tuviera que darle un consejo a quien se enfrenta a la noticia por primera vez le diría –como dicen en su pueblo– «pa’ lante». «Si piensas negativamente o tienes miedo, él te puede; con una sonrisa, sin embargo, puedes empujar cualquier puente». 

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