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Entrevista
Jorge Cameselle Médico, investigador del cáncer de mama

“Animo a los médicos a rebelarse contra un sistema insensible con el dolor de los enfermos”

El doctor Cameselle ha dirigido múltiples tesis doctorales en medicina, todas con “cum laude”, y es, además, director y guionista de cine médico

Jorge Cameselle. FDV

En “El mono poeta. Metamorfosis de un médico e investigador del cáncer de mama” (Círculo Rojo), Jorge Cameselle Teijeiro (Vigo, 1960), médico del PAC de Cangas y director del Grupo de Investigación en Oncología Clínica de la Asociación de Enfermas de Cáncer de Mama y Cáncer Ginecológico de Pontevedra (ADICAM), deja testimonio a los médicos más jóvenes y a sus allegados de algunas de las dificultades que ha tenido que superar para poder compatibilizar el ejercicio de la medicina clínica con su vocación como investigador. El doctor Cameselle ha dirigido múltiples tesis doctorales en medicina, todas con “cum laude”, y es, además, director y guionista de cine médico. Presentará este libro, que ya va por su segunda edición, en la librería Versus y El Corté Inglés de Vigo los días 14 y 22 de septiembre, respectivamente. Los beneficios de su venta irán destinados a ADICAM para promover investigaciones sobre cáncer de mama y enfermedades raras.

–¿Por qué este libro?

–Era un libro que llevaba dentro de mí. Sentí la obligación de escribirlo. Por una parte, para defender a los enfermos, cada vez más abandonados, y por otra, para denunciar que las trabas para investigar en medicina son cada vez mayores. Aunque nos quieren vender lo contrario, la investigación clínica en el ámbito de la salud se está deteriorando. Mucho. No interesa que se investigue por razones comerciales, políticas e incluso ideológicas (fanatismo religioso).

–¿Qué es un ‘mono poeta’?

–Desde muy joven había soñado con poder vivir y trabajar como médico, pero dedicar una parte de mi tiempo a la investigación del cáncer de mama. La ausencia total de ayudas por parte de la Administración me debería haber empujado a tirar la toalla. De alguna manera, no respondí al condicionamiento colectivo y actué por libre tomando mis propias decisiones. Los científicos, cuando elegían a monos como animales de laboratorio para condicionarlos a un reflejo condicionado (Experimento de Pávlov), observaban que siempre había alguno que no respondía al condicionamiento y tenía un comportamiento por libre. A ese mono lo llamaron coloquialmente ‘mono poeta’. Presiento que a mí me ha ocurrido lo mismo, de ahí el título de libro. Siempre me he sentido un mono poeta.

–¿Cuándo comenzó a gestarse el libro y cuándo lo finalizó?

Un día se me dio por publicar pequeños relatos en mi muro de Facebook. Contaba anécdotas de mi biografía como médico e investigador del cáncer de mama. Necesita hacerlas públicas para que los posibles lectores de mis escritos tomaran conciencia del enorme potencial que tiene la medicina para mejorar la salud de la población. Confieso que me sorprendió la acogida. En seguida me di cuenta de que eran cientos, incluso miles de personas las que los leían. Eso me motivó y me puse manos a la obra, y terminé dándole forma de libro a todo aquello.

"Investigar es como hacer un viaje al futuro. Al terminar, regresas al mundo real con conocimientos nuevos, algunos de los cuales van a resultar muy útiles en la práctica clínica"

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–¿Qué le gustaría que aportara?

–En buena medida está escrito para todos los profesionales sanitarios: médicos, psicólogos, enfermeros, fisioterapeutas... Me gustaría que se transformaran en monos poetas, que se rebelaran contra un sistema que te incentiva a que te quedes inerte, a que no luches por cambiar las cosas, un sistema muy poco empático e insensible con el dolor de los enfermos y de sus familias.

–¿La medicina tiene que ser siempre vocacional?

-Por supuesto que sí. Siempre debería ser vocacional . Lamentablemente, el sistema de acceso a las Facultades de Medicina no es el más adecuado. Actualmente, no se tiene en cuenta para nada la vocación. Además, se limitan de manera intencionada las plazas a los estudiantes en las Facultades de Medicina públicas, cada vez más infradotadas, y se potencian las privadas. Todo esto no es casual. Estudiar en una Facultad de Medicina privada, si incluyes la pensión, te viene a costar alrededor de 3.000 euros al mes. ¿Quién puede pagar eso? No todo el mundo lo puede hacer. Lo triste es que muchas de las familias de los estudiantes que se quedan fuera del sistema por cuestiones económicas acaban apoyando con sus votos en las elecciones a sus propios “verdugos”.

–Dice que su gran pasión siempre fue la investigación, pero que tuvo que sortear muchas dificultades...

–En febrero de 1989 leí mi tesis doctoral sobre cáncer de mama y recibí mi primer sobresaliente “cum laude”. Posteriormente, gracias a esta y a otras investigaciones, recibí algunos premios nacionales e internacionales, que constituyeron incentivos anímicos importantes. Pero lo más determinante para mí fue que tomé conciencia muy pronto de que investigar es como hacer un viaje al futuro. Al terminar una investigación regresas al mundo real con conocimientos nuevos, algunos de los cuales van a resultar muy útiles en la práctica clínica. Nunca tuve ningún tipo de ayuda económica de la Administración gallega y eso me forzó a ser autodidacta. Sobreviví yendo por libre, tomando mis propias decisiones.

"La situación política actual nos ha llevado no solo a que no tengamos tiempo para investigar, tampoco lo tenemos para atender correctamente a nuestros pacientes"

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–¿Cómo era investigar antes?

–Cuando yo comencé no existía internet, por lo que las revisiones bibliográficas eran más difíciles. Tenías que pasarte muchas horas en las bibliotecas de los hospitales para tener acceso a las mejores revistas médicas del mundo. Tampoco existía la historia clínica electrónica y revisar cada una de aquellas historias clínicas (en papel) era una labor mucho más tediosa y pesada que terminaba consumiendo mucho tiempo. Los paquetes estadísticos eran complejos, poco resolutivos y difíciles de conseguir. Superé todas esas dificultades gracias a mi tenacidad y a ser muy perseverante.

–¿Los jóvenes médicos que desean dedicarse a la investigación también se tropiezan hoy con esas mismas trabas o las nuevas tecnologías han allanado el camino?

-Las nuevas tecnologías han allanado el camino (historia clínica electrónica, acceso gratuito a internet para las revisiones bibliográficas o la posibilidad de contar con programas estadísticos profesionales y de fácil manejo); pero los médicos actuales tropiezan con una nueva normativa del Parlamento Europeo sobre Protección de Datos y sobre Ética de la Investigación en Biomedicina que es un auténtico obstáculo para el avance de la ciencia médica y para el progreso de la sociedad. En el libro lo explico con detalle.

–¿Ha tenido que renunciar a pasar tiempo con su familia o a tiempo libre por dedicarse a la investigación?

-Creo que siempre he priorizado la familia a cualquier otra cosa. Cualquier médico puede investigar si aprovecha el tiempo de su actividad asistencial para hacerse preguntas y recoger datos clínicos. Obviamente, investigaciones más ambiciosas requieren más tiempo. Los sacrificios siempre son necesarios. Pero la situación política actual nos ha llevado no sólo a que no tengamos tiempo para investigar, tampoco lo tenemos para atender correctamente a nuestros pacientes. Nunca hemos tenido una sanidad pública tan deteriorada como la actual y la privada tampoco está para tirar cohetes. El problema de origen es el mismo: faltan médicos, enfermeros, psicólogos… 

–En el libro cuenta muchas anécdotas de su carrera como médico, pero ¿qué es lo que más le ha influenciado?

–Sería imposible limitarme a una anécdota. Pero le digo dos frases que pueden tener relación con lo que me pregunta: “Cuando necesito que un compañero o compañera me ayude, buscó al que está más ocupado. El que está sin hacer nada es posible que se inhiba de ayudar” y “Los verdaderos maestros, los genios, que los hay, siempre se muestran cercanos, siempre son generosos con su tiempo. Los médicos fantasmas, los vendedores de humo, siempre son distantes, arrogantes y nunca tienen tiempo para nada”.

"Ver morir a mujeres jóvenes por cáncer de mama siempre me impactó de una manera muy especial"

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–Dentro de la investigación ha centrado sus esfuerzos en el cáncer de mama. ¿Por qué?

–Quizá por todo lo que aprendí siendo estudiante del profesor Puente Domínguez, catedrático de Cirugía y de Anatomía Patológica. Después vinieron otros maestros geniales, como el profesor Senra Varela y el profesor Schmitt. Pero lo más determinante ha sido el trabajo diario como médico. Ver morir a mujeres jóvenes por cáncer de mama siempre me impactó de una manera muy especial. Afortunadamente, ahora viven más, pero no siempre. En estos últimos años mi interés como investigador se ha abierto a las enfermedades raras, la genética clínica y recientemente hacia la esclerosis múltiple.

–¿Se habla mucho de humanizar la medicina, pero ¿qué es?

–Es muy sencillo: en saber empatizar. Tratar de comprender los sentimientos y las emociones del enfermo, intentando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente. Actualmente, la sobrecarga y, por tanto, la falta de tiempo juega en contra de la empatía y de las buenas prácticas.

–¿Cómo ve el futuro de la atención primaria?

–Dedico un capítulo del libro al pasado, presente y futuro de la atención primaria. La sanidad pública gallega nunca ha estado tan mal como ahora. La situación es muy preocupante y durante los próximos años irá incluso a peor. Y se lo dice alguien muy optimista. Habría que pedir responsabilidades a los políticos. Sabían desde hace años la edad de los trabajadores sanitarios y cuándo se iban a jubilar, y que no se estaban formando los médicos suficientes para reemplazarlos. Si hubieran cumplido con sus obligaciones, esto no estaría pasando. Sinceramente, la única solución al desastre actual está en las urnas.

–Muchos investigadores se están marchando a trabajar fuera. ¿Cómo frenar la fuga de cerebros?

–Y muchos más que se irán. Ya no hablo de investigadores sino de los médicos MIR que actualmente se están formando. No se van. Los echan.

–¿Su momento profesional más duro?

-Son tantos…

–¿Y el más satisfactorio?

-A diario, cuando sé que estoy ayudando a alguien.

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