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Galicia

El máster gana adeptos: ya concentran el 11% de todos los alumnos universitarios

Expertos relacionan el auge de estos estudios con la necesidad de especialización o de reforzar el currículum para la inserción laboral

Graduación de tres promociones de Filología y Traducción en la Universidade de Vigo. ALBA VILLAR

A mayor titulación, mayor inserción laboral. Esa es, en general, la regla, según apuntan especialistas en recursos humanos o desde la Xunta, y los estudiantes gallegos, al menos los que eligen instruirse en la universidad, parecen haber asumido esa asociación: cada vez ganan más peso quienes prolongan la formación tras finalizar el grado. Aunque todavía no suponen el 15,3% de los universitarios, como ocurre cuando se analizan los datos del conjunto del Estado, Galicia, a un ritmo mucho más reducido, eso sí, no escapa a la tendencia creciente de su entorno que diagnostica el Gobierno central. Así, quienes cursan algún máster son ya más de 6.700. Suponen casi el 11% del alumnado total de los campus gallegos y un 18,7 por ciento más que hace seis años, con datos relativos al curso 2020-21 (provisionales) del Ministerio de Universidades.

La última vez que la Xunta les preguntó directamente a los propios interesados por qué se habían matriculado en un máster –en un estudio de la Acsug difundido en noviembre de 2019, antes del coronavirus–, el motivo más destacado era el de “complementar la formación académica para obtener una mayor especialización en el mercado de trabajo, ampliar las salidas laborales y alcanzar un mayor desarrollo profesional”. Entonces el análisis se elaboró a partir de una encuesta realizada a finales de 2016. Pero desde ese curso –en realidad, desde que se implantó la opción– el peso de los jóvenes en másteres –cuyos precios, además, son iguales a la del grado– ha seguido creciendo, excepto un ligero retroceso en 2019-20.

No es que desde 2015-16 se haya incrementado la oferta de másteres –de hecho la cifra global ha ido a menos en Galicia, según el Ministerio–, Tampoco que hayan subido en particular –no en la Universidade de Santiago al menos– los habilitantes, que son aquellos que los titulados deben cursar, sí o sí, si quieren ejercer ciertas profesiones, como puede ser el Máster de Profesorado, imprescindible para opositar a Secundaria.

Desde la Universidade de Santiago (USC) apuntan, entre las posibles causas de que vaya a más el número de inscritos, la “necesidad de una mejor cualificación” o que haya quienes aprovechen momentos en que no trabajan “para reorientar sus aspiraciones profesionales o reforzar currículos de cara a la busca de empleo”.

Los porqués del auge

Consuelo Ferreiro, profesora en la USC y coordinadora del máster interuniversitario en Gestión y Dirección Laboral, que acaba de cumplir quince años con una alta demanda entre el alumnado –sus treinta plazas se cubren en cada edición, explican desde la Consellería de Promoción do Emprego, que colabora en su desarrollo, y en él tienen una importante presencia el alumnado extranjero–, avanza que el fenómeno va muy ligado a la necesidad de especialización y se remonta a la reforma de los estudios universitarios de Bolonia para aludir al origen.

El cambio que se produjo entonces, cuenta, se notó en la estructura, que redujo o amplió, según el caso, licenciaturas y diplomaturas a grados de cuatro años, salvo contadas excepciones. Pero además, añade, ya no se trataba “del conocimiento por el conocimiento”, sino que se buscaba que revirtiese de una forma “más clara” en la sociedad. De los grados resultantes salen alumnos con conocimientos “básicos” y “ubicados”, pero la sociedad de hoy, sostiene, precisa de la especialización –un titulado en Derecho puede especializarse en Derecho marítimo o informático, por poner un caso– y es el máster el que tiene que propiciar esa formación. En el caso del que coordina, el de Gestión y Dirección Laboral, los alumnos pueden formarse en hasta tres especialidades diferentes, aparte de estar “muy apegado” a la realidad socioeconómica gallega, donde las pymes son mayoría.

El enfoque práctico

Por otro lado, Ferreiro indica que la mayoría de másteres incluyen prácticas en empresas, configurándose como una vía “idónea” de reclutamiento, bien sea de forma directa o bien como puente para la puesta en contacto con otras compañías. No obstante, avisa de que los reclutadores no tienen en cuenta solo lo que se sabe –“algo de nuevas tecnologías, por supuesto idiomas y lo que corresponda a los estudios de cada uno”, resume–, sino que igualmente son “determinantes” las habilidades sociales, como la comunicación o la disponibilidad de afrontar nuevos retos.

Esta experta del área de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social matiza, no obstante, que la sociedad vive un momento “bipolar” en lo que se refiere a la formación para el empleo: por un lado, dice, sale al mercado personal muy especializado, mientras que, por otro, ingresan trabajadores en el extremo contrario, de modo que, a su juicio, quedaría una franja sin cubrir y alude, por ejemplo, a los oficios artesanales. Al margen de cantidades, apunta que la universidad debe ganar “más agilidad” para diseñar nuevos títulos o su reforma y adaptarse a los rápidos cambios sociales.

Si estudiar un máster suma adeptos, otra cuestión es cuándo: la cifra de matriculados engorda, pero parece que la gente se lo piensa un poco antes de proseguir estudios. La tasa de transición al máster, que analiza el porcentaje de alumnos que al finalizar un grado comienza dichos estudios al curso siguiente, experimentó un descenso. Los que se deciden a embarcarse en la aventura dejan pasar en tres de cada diez casos más tiempo, incluso cuatro o más años, tras acabar la carrera. De hecho, este último grupo pasó de suponer el 0,67% al 6,9 por ciento en un lustro. Otra cuestión es el rendimiento, es decir, cuántas materias aprueban los alumnos sobre las asignaturas matriculadas: los másteres mejoran el dato de los grados, con un 88,9% de créditos superados de media frente a un 84,2.

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