Raúl Domínguez, fundador y CEO de Maarlab

Mientras los datos de ocupación turística indican que estamos ante un verano de buenas cifras en España, las previsiones para el invierno la sitúan en un contexto marcado por la incertidumbre. Es lo que se conoce como “efecto champagne”, un subidón del consumo que, al diluirse, puede provocar una crisis en la demanda. Pero, ¿hasta qué punto debemos suponer que nos hallamos ante un fenómeno de esta naturaleza?  

Fiesta de verano 

Las mujeres y los hombres están condenados a ser libres. Con este principio del filósofo Jean-Paul Sartre (1905-1980), se podría poner de manifiesto cuál es la situación en la que se encuentra el turismo en la actualidad. Tras dos años “perdidos” por la pandemia, la gente tiene tantas ganas de viajar que ni la subida de precios provocada por la inflación va a impedir que disfrute de unas merecidas vacaciones. Buena muestra de esto es que el 89% de los españoles y las españolas tienen planeado, para este verano, hacer el viaje que el Coronavirus les negó en su momento. Y lo más sorprendente es que lo harán a pesar del mareante aumento de precios. Según un estudio de Rastreator, irse de vacaciones este verano es un 56% más caro que en 2020, pero eso no impedirá que gasten parte de sus ahorros en viajar.  

Por otra parte, el panorama en Europa es muy parecido al que tenemos aquí. Los anhelos de normalidad están provocando que una buena parte de los habitantes de países como Alemania o Gran Bretaña quieran viajar este verano. Y, por suerte para nuestra economía, uno de sus destinos favoritos para pasar las vacaciones es España. El turismo ha recuperado su vitalidad gracias, en parte, a este flujo de visitantes extranjeros que no ha dejado de llenar las hamacas de nuestros hoteles desde abril. La botella de champagne se ha descorchado y, a día de hoy, la fiesta del turismo va viento en popa. Pero, ¿qué pasará después del verano? ¿Se cumplirá el efecto champagne y vendrá una crisis? 

Resaca de invierno 

Las respuestas a estas preguntas son complejas y dependen de factores impredecibles, pero lo que está claro es que la inflación jugará un papel determinante en lo que al turismo invernal se refiere. Si antes preocupaba el Coronavirus, ahora son los precios los que suscitan nuestra inquietud.  

Partiendo de esta base, la lógica sugiere que, si la inflación sigue subiendo, es inevitable que el número de viajeros y viajeras que se moverá por España durante el invierno sea menor que lo deseado. Por suerte, al igual que hay medios para aliviar la resaca, también hay maneras de amortiguar los efectos de este tipo de situaciones. ¿La clave? Saber adaptarse a las nuevas dinámicas de consumo. 

Según la última encuesta de Travezoo, las ofertas de viaje con la mejor calidad-precio representan el 92% de lo que un cliente busca para reservar sus vacaciones. Del mismo modo, un 42% de personas jamás compraría una oferta no reembolsable y un 31% lo haría según el tipo de viaje. Estos datos no permiten saber si el turismo se encuentra bajo el influjo del efecto champagne, pero sí ofrecen buena información para anticiparse a él. Ante este tipo de fenómenos, lo importante no es poder predecirlos, sino que la industria turística tenga la capacidad de ir un paso por delante. Con resaca o sin resaca, el sector tiene que aprovechar el impulso del verano para seguir evolucionando hacia un modelo más competitivo, digital y sostenible. Ese tiene que ser el verdadero objetivo.  

Eterna primavera  

En destinos tan dependientes de terceros como Canarias, las consecuencias de un hipotético “efecto champagne” podrían ser devastadoras para el tejido industrial local. Por eso, es importante que los gobiernos autonómicos promuevan alianzas público-privadas que impulsen nuestra competitividad digital para dotarnos, como destino, de la autonomía necesaria para reaccionar, ante cualquier tipo de coyuntura, de manera conjunta y con toda nuestra capacidad de acción. 

La unión hace la fuerza, y el sector turístico canario debe unirse para hacer frente a las incertidumbres comunes con la tranquilidad de que se están desarrollando los proyectos que la industria necesita para construir un modelo de futuro más autónomo y digital que, desde la competitividad, impulse la sostenibilidad económica, social y medioambiental de nuestras Islas. 

Sea cual sea el invierno que tengamos este año, llegará la primavera y Canarias, en un contexto de fondos europeos, necesita encontrar y viabilizar proyectos que sean realmente tractores y transformadores de nuestra industria, porque sólo así la industria turística tendrá la oportunidad de mirar al futuro de frente y sin miedo apostando por un modelo más innovador y competitivo. Sólo así todo esfuerzo merecerá la pena.