La sugerencia del presidente Pedro Sánchez de prescindir de la corbata para contribuir al ahorro energético ha puesto en el punto de mira a un accesorio que fue un complemento esencial en ciertos trabajos y situaciones, pasó por un periodo de declive y ahora, pese a todo, parece resurgir.

La controvertida prenda tal y como la conocemos es "bastante moderna", según recuerda a EFE Mario Zafra, sastre de la tradicional tienda Yusty (Madrid) desde hace 20 años. Sin embargo, su predecesor remoto se encuentra más alejado de la actualidad.

"Sus orígenes datan de la Antigua Roma: era un pañuelo que denotaba más alta clase social de la persona cuanto más encaje tuviese", explica el sastre: "En la Edad Media llevaban una especie de bandana de lino y seda, de la que se pasaría a los lazos exagerados que estamos acostumbrados a ver en las películas de época", añade.

No obstante, continúa, el uso del accesorio en su forma actual no se iniciaría hasta principios del siglo XX, cuando universidades y colegios mayores británicos emplearon sus colores y patrones para conformar uniformes y marcas de clubes.

Desde entonces, su popularidad ha ido en ascenso; Zafra recuerda cómo la prenda ocupaba un valor central en la vestimenta de finales de siglo, cuando era un elemento omnipresente en eventos cotidianos como ir a misa e incluso podía encontrarse en la vestimenta de los niños.

Su estandarización en las oficinas de principios de los 2000 ha desembocado en un descenso de su uso habitual que se ha pronunciado con especial intensidad en la última década, algo que el sastre ha atribuido a los continuos ciclos de la moda.

"El buen vestir, de unos años para acá, se ha dejado para ocasiones muy especiales", opina. "En un banco tú antes no veías a nadie sin su traje y su corbata; hoy, salvo que sea una banca privada, nadie lleva corbata", puntualiza.

El surgimiento de nuevas tendencias como los "viernes informales" en los trabajos de oficina o el abogar por una vestimenta casual en verano en oficinas de Japón han sido algunos de los motivos que determinan cómo, en palabras del sastre, "la sociedad nos ha llevado a que el uso de corbata sea un poco marginal".

Desde la marca de moda masculina Lester, que empezó en 1992 fabricando exclusivamente corbatas para más tarde diversificar su producción, su director general, Carlos Satrústegui, reconoce la caída en desuso de la prenda "y más desde la pandemia, donde el teletrabajo y la no presencialidad han bajado su uso considerablemente".

Por la covid "hubo un parón en celebraciones como bodas y bautizos y eso también influyó mucho", afirma Satrústegui, aunque, en ese sentido, reconoce que la vuelta de este tipo de fiestas ha hecho que el sector recupere a este tipo de cliente.

En ello coincide Zafra, quien, ante el leve repunte de las ventas, estima que "volvemos otra vez a la figura del 'gentleman'" a pesar de reconocer que "no se va a llegar al uso de hace treinta, cuarenta o cincuenta años" tras una época en la que "el chándal ha pasado por pasarelas de moda y galas de premios".

"Tenemos que defenderla porque es el adorno del guardarropa masculino", sentencia para después, en alusión a las declaraciones de Sánchez, apostillar que "los políticos deberían saber vestir mucho mejor" y tener muchos mejores asesores.

"Cada vez que veo como el presidente lleva la ropa en actos oficiales pienso que es una pena. Creo que esta gente debería tener un asesor o llamarnos para conocer las normas de etiqueta", añade.

Por su parte, el director de Lester no cree que las declaraciones del presidente vayan a influir en el abandono de la prenda. "Igual hay un efecto rebote", comenta.

Y añade: "En septiembre vamos a preparar nuestros mecanismos de redes para apoyar el uso de la corbata, no por ir en contra de la medida del Gobierno; yo utilizo corbata porque creo que es un elemento distintivo del hombre que viste, que da personalidad y prestancia".