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Poveda: «Debemos estar preocupados por no haber podido frenar la viruela»

El catedrático de la ULPGC destaca que la notable expansión del virus del mono se debe, en gran parte, a la dificultad para rastrear a los contactos estrechos

Lesiones de viruela del mono en la pierna de un usuario del metro de Madrid. ARTURO M. HENRIQUES

Los contagios de viruela del mono continúan expandiéndose por todo el mundo. De hecho, la enfermedad ya está presente en 78 países, un hecho que llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a declarar una nueva emergencia sanitaria internacional el pasado 23 de julio. Según el último informe del Ministerio de Sanidad, en el territorio nacional ya se han notificado 4.298 casos, 107 de ellos en Canarias. «Debemos estar preocupados por no haber logrado controlar la transmisión ni yugular el brote que, desgraciadamente, continúa extendiéndose», valora José Poveda, catedrático de Sanidad Animal de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) e investigador del Instituto Universitario de Sanidad Animal y Seguridad Alimentaria (IUSA).

Y es que, a juicio del experto, el gran conflicto que ha planteado este foco radica en el seguimiento de los contactos estrechos. «Hay que tener en cuenta que, en muchos casos, ha sido imposible realizar las labores de rastreo porque gran parte de los afectados no conoce la identidad de los sujetos con los que ha estado. Esto, sin duda, ha contribuido a que haya ido aumentando lentamente el número de infecciones».

Hay que recordar que el pasado viernes, el departamento que dirige la ministra Carolina Darias comunicó la primera defunción registrada en España y en Europa por los efectos del patógeno. El fallecido, un hombre de unos 40 años, murió en el Hospital Sant Joan de Alicante como consecuencia de una encefalitis asociada a la infección. Solo 24 horas después, el Ministerio alertó de otro deceso en Córdoba. La víctima, un varón de 31 años, permanecía en el Hospital Universitario Reina Sofía y sufrió una meningoencefalitis.

«El virus se ensaña con los pacientes inmunodeprimidos, pero, en la mayor parte de los casos, cursa como una enfermedad leve y autolimitante», aclara el catedrático de la ULPGC. «En individuos sanos, el sistema inmunitario logra vencerlo y lo elimina por completo del organismo. De este modo, se establece una inmunidad sólida de por vida, de base humoral y celular», agrega.

Tal y como explica el profesional, el microorganismo responsable del desarrollo de la patología es un virus ADN que se replica en todas las células epiteliales de prácticamente todos los tejidos. ¿El propósito? Producir más partículas víricas. «En los pacientes inmunodeprimidos puede campar a sus anchas y llegar a replicarse, incluso, en células del sistema nervioso central, lo que puede dar lugar a una encefalitis».

No obstante, su capacidad de transmisión y su letalidad es claramente inferior a la del SARS-CoV-2. «El número reproductivo básico –R0– es inferior a uno, pero en algunas cepas del SARS-CoV-2 este factor ha llegado a situarse en 18», resalta.

Hay que señalar que la principal vía de contagio es a través del contacto directo con las pústulas que se diseminan por el cuerpo, aunque también se puede transmitir por el aire.

Con el fin de frenar la propagación de la enfermedad, algunas comunidades como Madrid, Cataluña, Extremadura o el País Vasco –esta última, ayer– ya han empezado a administrar la vacuna a las personas con mayor riesgo de gravedad o exposición. De momento, el país solo cuenta con 5.300 dosis, lo que dificulta la lucha contra la afección. «La transmisión se controlará cuando dispongamos de más unidades y podamos proteger a los sujetos más susceptibles de contraer la patología. El 98% de los casos se está registrando entre la población masculina que practica sexo con otros hombres sin ningún tipo de control, por lo que es necesario destinar las dosis a este perfil», anota José Poveda, que no duda en hacer hincapié en la importancia de no estigmatizar a ningún colectivo.

El colectivo LGTBI alerta de su estigmatización

En España, que vive el mayor brote de viruela del mono del mundo, la falta de vacunas está llevando a parte de la comunidad gay, la más afectada, a cambiar sus hábitos sexuales, practicando la abstinencia o limitando el número de parejas. «Esto del mono se ha desatado demasiado, prefiero estar un poquito cuidándome hasta que me vacune y tenga un poco de inmunidad», dice Antonio, un madrileño de 35 años que no quiso dar su apellido y que admite haber cambiado radicalmente sus hábitos al ver la evolución de la epidemia en su país. Tan preocupado está Antonio que «en el Orgullo yo no hice nada», dice riendo nerviosamente. Antes de irse de vacaciones al extranjero, Pablo (nombre cambiado), de 38 años, también evitó «ir a locales de sexo para intentar no contraer» la enfermedad. Esta predisposición a la castidad parece estar bastante extendida en la comunidad LGBTI. La OMS aconsejó a los «hombres que tienen relaciones sexuales con hombres» que reduzcan el número de parejas sexuales que tienen para que «puedan contactar con ellas» si desarrollan síntomas y puedan aislarse. «No es como el covid, la vacuna ya está, no hay que inventarla. Si no fuera una enfermedad de maricones, seguramente se estaría actuando mucho más», dice Antonio. Igual que otros miembros de la comunidad gay, cree las autoridades no han tenido en cuenta la dimensión del problema. Las oenegés denuncian la falta de prevención, la escasez de vacunas y la estigmatización.

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