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«Cáritas es la gran ignorada de la Iglesia; no solo consiste en dar comida y ropa»

Las voluntarias de Cáritas se enfrentan cara a cara con la pobreza en sus comunidades | Atienden necesidades básicas, pero también escuchan duras historias personales

Voluntarias de Cáritas. El Día

Uno de los grandes valores de Cáritas está en las personas voluntarias que trabajan, paso a paso, y euro a euro, para ayudar a los más necesitados de sus barrios. Actúan cara a cara con la pobreza. Tan importante es cubrir las necesidades básicas como escuchar a quien contiene la amargura y necesita desahogarse. Están quienes han perdido sus trabajos y cualquier tipo de ingreso. Pero también necesitan apoyo quienes llegan en situación irregular a España «sin nada» con que mantenerse. Dulce María Plasencia, Chony Ramos y Encarnación Canu Martín son ejemplos de esa solidaridad a pie de calle.

Encarnación Canu Martín, voluntaria en La Palma. El Día

Taco, La Laguna.

Hace 22 años que Dulce Plasencia colabora con Cáritas Diocesana de Tenerife en la parroquia de San Jerónimo, en Taco (La Laguna), «cuando todavía no era lo que es hoy», aclara. En los primeros años del presente siglo, «había muy poca gente que necesitara ayuda, cinco o seis familias». Hoy las personas que acuden a dicha ONG de la Iglesia se han multiplicado casi por cinco. Y eso sin contar quienes acuden directamente a Servicios Sociales u otras entidades solidarias por la zona. En el ámbito comprendido por la zona de San Jerónimo, El Cardonal y El Pilar (en la trasera de las cocheras del tranvía), son 28 las familias que hoy recurren a Cáritas. Plasencia admite que «no podemos atender a todo el mundo».

La ayuda se puede dar gracias lo que aportan quienes acuden a misa los primeros domingos de mes, pero también de los recursos de los socios y los donativos. También están algunas empresas que donan leche o pañales. Algunos de los socios abonan 20 euros mensuales y otros cinco. Cada uno colabora con lo que puede.

Parte de la atención que presta Dulce y otras voluntarias de San Jerónimo se realiza a personas en situación irregular llegadas de Venezuela, Cuba, Marruecos o los países del área subsahariana, por ejemplo, a quienes se orienta para que puedan tramitar alguna documentación. A los inmigrantes y a los residentes en la zona desde hace muchos años se les brindan las tarjetas de HiperDino o ropa. En el último mes se entregaron 1.300 euros en tarjetas.

Reconoce que esta acción «es muy descorazonadora, hay mucha pobreza, familias con muchas carencias y con niños». Pero Dulce Plasencia asegura convencida que, a pesar de la pandemia y la actual crisis, «en nuestro entorno la gente sigue mostrando solidaridad».

‘Canu’ Martín explica que, en algunos casos, los alquileres en el Valle de Aridane se han duplicado

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San Isidro, Granadilla.

Chony Ramos es vecina de uno de los principales enclaves demográficos del Sur, San Isidro, pero ella se sigue sintiendo «lagunera de corazón», pues nació en tierras de Aguere. Hace nueve años que decidió empezar a trabajar en Cáritas. Admite que no sabe muy bien por qué tomó aquella decisión, pero, desde luego, no se arrepiente y cree que «el Señor me puso en este camino».

En el 2013, el párroco anunció que iba a cerrar la actividad de la ONG en la parroquia, porque no había personas voluntarias. Entonces, ella y su marido se animaron a continuar la labor. Y, junto a ellos, otras ocho personas más. De todos ellos, hoy solo siguen cinco. Desde su punto de vista, «Cáritas es la gran ignorada de la Iglesia, porque la gente piensa que es dar una bolsa de comida y de ropa y ya está». Señala que «eso está muy lejos de la realidad». Muchos se acercan por la necesidad de ser escuchados y, a medida que pasa el tiempo, van cogiendo ánimos y confianza, aclara Ramos.

San Isidro acoge a personas de numerosas nacionalidades. Muchos en situación irregular, que sobreviven como pueden. Ramos dice convencida que la única ventaja respecto a lo que tenían en sus países de origen es que en España «no hay guerras». Si para venir tuvieron que vender los pocos bienes que tenían, en Tenerife se ven sin dinero al poco tiempo, sin vivienda ni trabajo, comenta Chony. Y esa realidad es común para «colombianos, cubanos, venezolanos, argentinos, uruguayos, marroquíes o senegaleses», por ejemplo. En el caso de los canarios o quienes llevan en San Isidro varias décadas, el problema está en que se han quedado sin trabajo, se les ha acabado el ERTE y no reciben ayuda alguna. No tienen con qué pagar los alquileres ni las medicinas. Y la salida de muchos es vivir como ocupas, señala la voluntaria de Cáritas. Desde la ONG también se abonan, en la medida de sus posibilidades, algún mes de alquiler, así como recibos del agua o la luz, o los productos farmacéuticos. Para Ramos, «tenemos gente que nos ayuda a ayudar; mucha gente con corazón». Algunos aportan cinco euros al mes, otros 50 y algunos 100, lo que pueden en cada momento. La parroquia de San Isidro es la que más población atiende en el arciprestazgo de Granadilla, que abarca dicho municipio, San Miguel y Arona. El grupo en el que está Chony ayuda a unas 160 familias en total, unas 500 personas de todas las edades. Y además están los necesitados que son atendidos por otras organizaciones o los Servicios Sociales del Ayuntamiento. Hace nueve años eran 60 familias, como máximo.

En la parroquia de San Isidro se atienden cada mes a unas 160 familias, según ‘Chony’ Ramos

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Los Llanos, La Palma.

Encarnación Canu Martín llegó a La Palma en el 2009. Y dos años después entró en Cáritas, pues le parecía una ONG seria. Por aquella época no iba ni a misa. Pero sintió la necesidad de ayudar y le preguntó cómo empezar a una mujer que hacía una cuestación en la calle. Además de dar comida, los voluntarios empezaron a interesarse por la situación laboral y familiar de cada beneficiario. Al igual que sus compañeras, aclara que «algunos necesitan más hablar que comer». Explica que son muchos los inmigrantes con necesidades. Aclara que ahora llega gente de Venezuela o de Cuba «sin nada». Refiere Canu que, cada mes, se atendía a 120 o 150 personas, divididos en grupos semanales. Por sus cálculos, el 60% son migrantes y el 40%, naturales o residentes en La Palma desde hace años. Y es que el hecho de no tener una red de familiares o amigos que ayuden con la comida, se nota. Esta voluntaria es una damnificada por la erupción. Una de las coladas de lava llegó a la pared de su casa. Y ahora Canu está en un limbo: ni lo ha perdido todo ni puede vivir en su vivienda. No sabe qué pasará cuando retiren la lava. En nueve meses, las administraciones le han dado 3.000 euros de ayuda, más otros 100 para que pinte su domicilio. Para salir adelante, esta voluntaria de Cáritas ha recurrido a ayuda psicológica. Ella y otras personas piensan en crear un «grupo de escucha», puesto que «los problemas hay que sacarlos al exterior». Pero, al menos, no ha perdido sus ingresos económicos. En esas circunstancias, –explica– colaborar en Cáritas «me compensa, me anima a sobreponerme y me satisface ayudar a los demás». Gracias a Cáritas, sabe que la mitad de quienes recurren a la ONG y viven de alquiler no tienen contrato que acredite esa situación. Y de esa manera no podrán recibir las ayudas que da el Gobierno canario. Canu Martín refiere que en La Palma y el Valle de Aridane hay gente solidaria, pero otra que no lo es tanto. Una casa de dos habitaciones que antes de septiembre del 2021 costaba 400 euros al mes, ahora su precio de alquiler es el doble. A ella le han pedido 1.000 euros por otra. Desde el inicio de la erupción hasta la actualidad, Cáritas ha atendido en el Valle de Aridane a 900 familias. Y es que dicha ONG quiere dosificar a lo largo de varios años lo más de 6 millones de euros que ha recibido.

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