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70 años de compromiso

Cáritas de la provincia de Santa Cruz de Tenerife celebra siete décadas de ayuda a personas en exclusión social | A pesar de la situación, la solidaridad se mantiene

70 años de compromiso Pedro Fumero

En 2022 se cumplen los 70 años de Cáritas en la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Esa ayuda a los desfavorecidos parte de las colectas en las parroquias cada primer domingo de mes. Y también se nutre de donativos particulares y los recursos que aportan las administrciones. Carmen Luisa González, exdirectora de la organización doce años, define tal labor como el compromiso de la comunidad cristiana con los más vulnerables, excluidos y empobrecidos. Prefiere usar el término «empobrecidos» antes «pobres» pues que, a su juicio, «el mundo en que vivimos crea esta situación de desigualdad; nadie se siente culpable, pero todos, en parte, los somos, porque no compartimos, no nos acercamos, no valoramos a los demás».

Testigo de esa labor ha sido durante seis décadas Matilde Martín, de la parroquia de San Bartolomé de Tejina, en La Laguna. Empezó a colaborar en las acciones caritativas de Acción Católica en los años 50. Y después se integró en Cáritas. Por aquella época, a los necesitados se les entregaban alimentos, algunos llegados de América, o ropa, por ejemplo. Matilde, que hoy tiene 87 años, evoca que siempre ha habido personas con carencias. Con el paso del tiempo, además de los vales de comida, también se pagan alquileres o medicinas. Hoy es el personal de Servicios Sociales del Ayuntamiento quien deriva a los beneficiarios a los servicios de Cáritas, señala. Ella valora tanto la ayuda material como escuchar el relato de quienes pasan por dificultades y necesitan contarlo para desahogarse.

Observación del entorno

Carmen Luisa González era maestra. Pero nunca pudo ser insensible a la desigualdad que veía a su alrededor. Ese sentimiento nació de los valores que vivió en su familia y en su parroquia. En la casa tomó conciencia de «trabajar, porque todos debíamos tener acceso a la educación, así como de la idea de que cualquier persona es igual que yo». El magisterio lo ejerció en varias escuelas. Varios años dio clases en Las Tricias, en Garafía; en El Ortigal (La Laguna), o en Chimisay, en Ofra. De El Ortigal recuerda que, ante el frío, algunos niños desayunaban gofio y vino para calentarse. Y ella hizo gestiones para que hubiera comedor.

Su acción solidaria comenzó a ser más intensa en el barrio de La Salud, desde la parroquia de la Cruz del Señor. Empezó a trabajar con jóvenes que no acabaron sus estudios o con mujeres que no pudieron acceder a la educación básica. Entró en Cáritas en 1983. «Creamos un grupo para ver las nuevas pobrezas» que surgían en aquella época. Se refiere al aumento del desempleo, las drogas, las familias desestructuradas o menores que vivían solos en el barranco de Santos porque la persona que estaba a su cargo entró en prisión. Cáritas Interparroquial creó un comedor para que esos chicos y otros vecinos pudieran alimentarse. Para González, con el citado colectivo «nos movilizamos para actualizar el conocimiento de la realidad y responder de forma adecuada» a unos problemas que también existían en otras zonas de la capital tinerfeña. Recuerda que uno de los objetivos principales de Cáritas consiste en dar formación e inserción laboral a las personas vulnerables para que, por sí mismas, sean capaces de tener una vida digna.

Leonardo Ruiz del Castillo, militar de profesión, llegó a Cáritas en 1986, de la mano de su compañero y amigo Jesús Martín Ayuso, que en aquel entonces era administrdor de la entidad. El padre Antonio impulsó Proyecto Hombre y quería contar con Ayuso para esa iniciativa. Por eso, Ruiz del Castillo ocupó el puesto de administrador en Cáritas. Desde mediados de los años ochenta hasta diciembre del 2003 trabajó en dicho puesto, sin remuneración, pues lo desempeñaba en su tiempo libre. El 4 de diciembre del 2006 asumió la Dirección provincial, un cargo en el que permaneció hasta el 19 de junio del 2019. Ahora es consejero de la entidad por designación episcopal. Explica que, en su etapa como administrador y director, llegó a contar con más de un millar de voluntarios en las cuatro islas.

Admite que las formas de ayudar cambian con el paso del tiempo. Durante muchos años se usó el sistema del «vale», por el que los beneficiarios acudían a varios supermercados y podían comprar alimentos y otros productos. En ocasiones, se especificaba el tipo de producto que debían adquirir. A Ruiz del Castillo no le gustaba «porque no era discreto ni digno para quienes lo usaban».

A raíz de la crisis económica del 2007 cambió el sistema. En aquella época, muchas personas que se vieron abocadas a pedir ayuda nunca antes habían tenido que hacerlo. Y rechazaban la posibilidad de tener que pagar con un vale en los supermercados. A partir de aquel momento se establecieron las tarjetas, bancarias o de supermercados, con una determinada cantidad de dinero. Y de esa manera, los nuevos pobres sí aceptaban la aportación de Cáritas, porque en las cajas de las tiendas no se diferenciaban de quienes compraban con sus recursos.

Para Ruiz del Castillo, «aquella crisis fue brutal». Recuerda que vivió episodios terribles de desahucios. La tensión vivida en aquella etapa en Cáritas sufrió un infarto. La realidad de los años posteriores a la explosión de la burbuja inmobiliaria se vivió desde Cáritas con «cierta impotencia». Recuerda emocionado que los trabajadores de la organización, psicólogos o trabajadores sociales, por ejemplo, cedieron parte de su salario a la entidad para poder hacer frente a las necesidades sociales que había. «Aquello fue un ejemplo inolvidable, me lo llevaré a la tumba», comenta orgulloso.

No todas las parroquias obtienen los mismos recursos para hacer frente a la realidad de su entorno. Las aportaciones en las áreas donde viven ciudadanos de clase media o alta no son las mismas que en los barrios obreros. Por eso, los buenos ingresos de unos enclaves compensan los escasos de otras zonas.

Más solidaridad

Según Ruiz del Castillo, ni la pandemia ni el descenso de las personas que acuden a misa en algunas iglesias han mermado las aportaciones solidarias que recibe Cáritas en la provincia. «Muchas personas son socias y cada mes aportan lo que pueden a través de su cuenta bancaria», comenta. En otros casos, las ayudas puntuales que realizan las efectúan directamente en las sedes de la entidad.

Matilde Martín considera que las donaciones que llegan a Cáritas por parte de los ciudadanos han aumentado respecto a cuando ella estaba en las funciones de recaudación. Y expresa con orgullo que, «en mi parroquia, la gente es solidaria».

Ruiz del Castillo afirma que la recuperación económica a partir de la actual coyuntura «no va a ser sencilla» y la labor de la ONG seguirá siendo muy necesaria en varios frentes en los próximos años.

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