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En territorio de ‘best sellers’ | Un lord con el «alma» de Alejandro Dumas
Jeffrey Archer Escritor y expolítico

«Los villanos suelen gustar mucho más que los héroes»

«Pasar por la cárcel me enseñó lo maravillosa que es la vida y los buenos amigos que tengo», asegura el escritor y expolítico

Jeffrey Archer. E. D.

Su vida se parece a una montaña rusa. A veces ha estado arriba del todo y otras ha tocado fondo. Lord Jeffrey Archer (1940, Londres) es un ser con aristas. Expolítico, expresidiario y autor de best sellers, sus frases no pasan nunca desapercibidas. «Soy un contador de historias», confiesa el barón.

¿Qué nos vamos a encontrar en Por encima de mi cadáver?

William Warwich de joven quería formar parte de la Policía Metropolitana de Londres pero su padre, que es un distinguido abogado de la Corte, prefiere que vaya a estudiar a Oxford para que se convierta en un hombre de leyes como él. William, finalmente, se opone a este deseo paterno y sigue su instinto. A partir de ese momento el lector se encuentra con un policía que tiene un rango y un crimen distinto en cada libro. En Quien no arriesga se presenta como un agente que está aprendiendo y es destinado a la unidad de fraude de arte, en el libro dos trabaja en la lucha contra el tráfico de drogas, en el tres pasa a la brigada anticorrupción y en este [Por encima de mi cadáver] deciden destinarlo al departamento antiasesinatos. Tengo 82 años y necesito vivir al menos hasta los 86 porque mi deseo es ascenderlo a intendente, más tarde en un superintendente, luego a comandante y por último a director general de la Policía Metropolitana [sonríe]... Ocho libros que se pueden leer de forma individual porque cada uno tiene sus particularidades. Para que todo eso suceda es muy importante que yo llegue a los 86 años.

¿Está poniendo algo de su parte para que eso ocurra?

Sí, el ejercicio diario es algo fundamental. Además procuro comer con mucho cuidado, aunque eso es un problema serio para mí porque tengo un cocinero increíble y todo lo que cocina es demasiado tentador... En fin, me esfuerzo muchísimo por estar sano pero la naturaleza seguirá su curso y solo podré vivir hasta los 110 años.

¿Entre tanto hijo pródigo existe alguno que lo mira de manera especial?

El público ha decidido con claridad que Kane y Abel ha sido su gran elección. Se han vendido 37 millones de copias y está en su edición número 132. Ellos han hablado por mí. Yo le tengo mucho cariño a Ni un centavo más, ni un centavo menos porque fue mi primer libro y 16 editores me lo rechazaron... En su edición de tapa dura solo se vendieron tres mil copias y eso no fue un principio demasiado grandioso. También siento algo muy especial con Un prisionero de nacimiento y La senda de la gloria. Muchos años después no sé si esa historia consiguió llegar a la cima, pero los críticos se portaron muy bien con ella.

¿Quién le ha regalado más alegrías, las Crónicas de Clifton o William Warwich?

Para mí están bastante igualados y esa misma percepción la tienen los lectores... Le voy a confesar que mi gran pena es España. Sobre todo, porque con las Crónicas de Clifton logré meter simultáneamente tres libros en el top 15 de la lista de ventas del Spiegel y todos llegaron al número uno. En España no me ha pasado nada parecido y eso me duele porque trabajo aquí y me encanta la gente de este país.

Ambición, corrupción, luchas de poder... ¿Su obra es imposible de entender sin estas claves?

A los lectores les fascina el poder y la venganza, aman esas dos cosas. Mi amor por el teatro, la escritura y la lectura me han demostrado que esos temas vuelven una y otra vez. Sí. Lleva razón cuando dice que estas tres cuestiones tienen una relevancia notable en mis novelas. Los villanos como Miles Faulkner –un millonario coleccionista de arte al que condenan por robo y falsificación que tiene un rol protagonista en Por encima de mi cadáver– gustan y eso es algo que pude comprobar en las Crónicas de Clifton. Entonces me propuse deshacerme de Virginia, que era un ser realmente malo, pero empezaron a llegar cartas que nos hicieron pensar que los villanos suelen gustar mucho más que los héroes... Eso me hizo cambiar de opinión.

¿De quién se fía más, de un policía o de un periodista?

[Silencio, agarra una taza con café y bebe]... Son muy parecidos.

¿Ese ‘pack’ lo tiene en el primer ministro Boris Johnson?

Cierto y hay una cosa que muy poca gente conoce sobre él y que averigüé hace poco: ¿Usted sabía que había escrito una novela?

No.

Pues sí, Johnson tiene una novela. Un día me habló de ella. Me contó que si le dieran la oportunidad de elegir hacer otra cosa sería un novelista de best sellers. El problema que hay en la política, y le hablo como miembro de la Cámara de los Lores, es que siempre quieres hacer otra cosa. Varios amigos me han llegado a preguntar: «¿Jeffrey, te gustaría ser primer ministro?». Alguna vez sí que quise ser primer ministro, pero un minuto después era un autor de best sellers. Proust tenía razón cuando decía que «todos acabamos haciendo lo segundo que se nos da mejor en la vida».

¿Hay diferencias entre el Boris Johnson de casa [Reino Unido] y el que se muestra al mundo?

Ahora mismo está atravesando un periodo muy delicado a raíz del Partygate, unos días difíciles por la presión mediática. The Times y The Telegraph, que me los he leído antes de hacer esta entrevista, apuntan que lo peor ya ha pasado pero quedan dos años extremadamente complicados porque hay previsiones sobre un crecimiento de la inflación que va a llegar al 13% y existe una crisis energética tremenda. Sé que este es un problema europeo pero los británicos estamos expectantes para ver cómo gestiona estos contratiempos y algunos más en los próximos 24 meses. Esa sí que será una prueba definitiva para Boris Johnson.

¿Le sorprendió la ausencia de la reina en la apertura del Parlamento?

De esto sigue hablando mucho la prensa y la manera como yo lo traduzco es que lo más importante en la agenda de su majestad es asegurar la continuidad de la familia real. Si ella vive hasta los 101 o 102, como hizo su madre, mientras el Príncipe Carlos se aproxima a los 80 años habría un problema serio. Es importante que él asuma asuntos importantes de la agenda real para que se produzca un relevo sin costuras. El paso natural era que el heredero leyera en el Parlamento el discurso en nombre de su madre.

En sus novelas siempre aparece un condenado, una persona que ha sido sentenciada por un juez o por la vida.

Sí... A la gente le gusta leer sobre alguien que viene de la nada y llega a la cima. Eso sí, también disfruta con el momento de la caída y la lucha para volver a subir... Esos temas son populares y es cierto que yo los he tocado muchas veces en mis libros. Les encanta. Me siento incapaz de usar un lenguaje soez para escribir de violencia y sexo. Un autor tiene que hacer lo que le resulta más fácil.

¿Fácil?

Sí, fácil... A mí me gusta la política, el mundo del arte y de las subastas. Esa es la razón por la que escribo mucho sobre esas cuestiones. A los escritores jóvenes les aconsejo que escriban de lo que sepan, no de algo que esté de moda. Si haces lo primero el lector percibirá tus conocimientos. Jamás escribas de algo que no conozcas por muy bonitos que te resulten los dinosaurios y creas que se va a vender bien...

En una de esas caídas al infierno usted acabó condenado, ¿qué aprendió en la cárcel?

Aprendí a sentirme un privilegiado... Pasar por la cárcel me enseñó lo maravillosa que es la vida y los buenos amigos que tengo.

¿Como expolítico y, sobre todo, como amigo personal de Margaret Thatcher, cree que su país habría tomado las mismas decisiones con respecto al Brexit con ella en el poder?

Esa es una pregunta imposible de contestar. Como usted bien sabe trabajé con ella durante 11 años y Margaret siempre fue una persona cercana tanto para mí como para mi esposa... Por supuesto que me hubiera encantado poder decirle: ¿Qué te parece el Brexit? Solíamos quedar cada 15 días los domingos por la tarde para hablar de política entre jubilados... El problema es que ella ya no está para hacerle esas preguntas sobre la actualidad política. Otra de las cuestiones que le habría hecho tendría que ver con su posición en la guerra de Ucrania. Para mí fue un honor trabajar al lado de una persona que le dio tanto a nuestro país.

¿Al Jeffrey Archer escritor ya lo medio conocemos, pero cómo es lord Archer?

Yo nunca me he visto como un lord, entre otras cosas, porque nací en un pequeño pueblo marítimo de Inglaterra llamado Weston-Super-Mare. Todo lo que he conseguido se lo debo a mi madre, a mi familia y a una mujer maravillosa. Uno de mis hobbies es el criquet. Me vuelve loco. También promuevo subastas para recaudar fondos y ayudar a los más necesitados. Eso va a aparecer en mi siguiente libro.

¿Ya lo tiene pensado?

El primer capítulo lo puede leer en las páginas de Por encima de mi cadáver y saldrá a la venta en septiembre con el título El siguiente de la fila y uno de los principales personajes es la Princesa Diana, con la que tuve el inmenso privilegio de trabajar en programas de caridad. Solo le voy a decir una cosa: William Warwick estará a cargo de la seguridad de la Casa Real.

Algunos críticos lo comparan con Alejandro Dumas, dicen de usted que es el «rey del entretenimiento».

Es interesante que mencione el concepto entretenimiento porque eso es lo que él era, Dumas era un contador de historias. Él escribió El Conde De Montecristo y sus tres novelas el mismo año. Cuando un viejo profesor usó las páginas de The Washington Post para compararme con él me conmovió, pero también experimenté ese sentimiento el día que pusieron mis historias cortas a la altura de las escritas por Maupassant o Roald Dahl.

¿Conoce Canarias?

Sí.

En sus aguas se oculta una historia digna de su repertorio literio.

Sí, ¿cuál es esa historia?

La misteriosa muerte de Robert Maxwell.

Cierto [silencio]. En una de mis novelas aparecen Robert Maxwell y Rupert Murdoch. Su pelea por hacerse con el control del periodismo en el Reino Unido. Maxwell, con el que coincidí en la Cámara de los Comunes, era un hombre increíble. Salió de la nada y supo ascender rápido, pero si hubiera sabido mantener la boca cerrada habría obtenido en propiedad The Sun o incluso el News of the World. El problema es que contaba cuáles eran sus planes antes de que se materializaran, es decir, Robert Maxwell hablaba de todas las cosas que quería hacer, pero Rupert Murdoch las hacía. El segundo si sabe guardar silencio.

Condenado a prisión por perjurio

Amor y odio. Así de antagónicos son los sentimientos que provoca Jeffrey Archer entre sus aliados [lectores] y enemigos [políticos y periodistas]. Los últimos nunca se cortaron a la hora de llamarlo «farsante y mentiroso». No hace falta que les diga que la mayoría de esas disputas terminaron en los juzgados. Los primeros, los que se vieron atrapados por las tramas de Kane y Abel, La senda de la gloria, El cuarto estado y, más recientemente, Por encima de mi cadáver, admiran su capacidad para crear escenarios inundados de trampas. Muchas de esas historias las diseñó en una celda de la prisión de North Sea Camp, al norte de Gran Bretaña. «Si te atrapan, niégalo siempre todo» llegó a escribir en El undécimo mandamiento. Sus problemas con la prensa se remontan a 1987, año en el que The Daily Star le acusó de pagar 2.000 libras esterlinas a una prostituta que incluyó en unas dietas de viaje. Las idas y vueltas a los juzgados empezaron a multiplicarse hasta que en 2001 fue condenado a cuatro años de prisión por dos delitos de perjurio y otros dos de obstrucción a la justicia. Metódico a la hora de planificar sus obras [largos horarios y muchos borradores], su paso por la cárcel le hizo un poco más rico.

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