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Juicio por el homicidio de una mujer en Granadilla

El acusado de matar a la joven en San Isidro la aisló de su familia y amigas

El autor confeso seguía a la víctima a cualquier lugar, hasta cuando hacía las tareas de la casa

Juicio por homicidio a una joven en San Isidro MARIA PISACA

Los familiares y una amiga de Sara de Celis, la joven vecina de San Isidro (Granadilla) a la que mató su exnovio el 25 de noviembre del 2019, que ayer declararon como testigos en el juicio por este caso, coinciden en que el autor confeso del homicidio la aisló de sus seres queridos y amistades en los cinco meses que convivió con ella. Y que la víctima se sentía agobiada y ansiosa, porque el único implicado en este asunto, Jaime Bautista Henao, la seguía en todo momento, tanto en sus desplazamientos a varios lugares como, incluso, a la hora de realizar cualquier tarea doméstica dentro de su vivienda.

Supuestamente, el objetivo del acusado era detectar e impedir que tuviera cualquier tipo de relación con otra persona que no fuera él. Las manifestaciones encajan con el planteamiento reflejado por parte del fiscal delegado de Violencia sobre la Mujer en la provincia, José Luis Sánchez-Jáuregui, durante la primera sesión de la vista: sufría unos celos patológicos.

La madre de la joven, Asun García, explicó que los signos para tratar de separar a Sara de sus familiares llegaba al punto de dar la espalda al resto de comensales en la mesa, para tratar de acaparar la atención de su pareja. Al final, ambos se llevaban la comida a su habitación para no estar en la mesa con nadie más.

La abuela de Sara sufrió problemas de salud mental tras el homicidio y gritaba que la iban a matar

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García explicó que su madre, que tenía 87 años en el momento de los hechos, sufrió serios problemas de salud mental tras el homicidio. «Chillaba que la querían matar y pegar», aclaró la progenitora de Sara. «Vivía con temor y perdió la cabeza», aseguró Asun. En estos momentos, la octogenaria vive en una residencia, pues sus familiares no pueden atenderla de forma adecuada.

Respecto a lo que ha supuesto en su vida el crimen, manifestó a su letrada que «a mí me mató en vida y estamos aprendiendo a vivir sin ella», a la vez que agradeció la labor de la psicóloga que la asiste. Frente a lo que dijo el acusado en la primera sesión del juicio, la madre negó a la abogada del Instituto Canario de Igualdad (ICI) que Sara fuera una chica con depresión o que mostrara intención de quitarse la vida alguna vez, ni siquiera cuando su padre falleció de forma repentina.

Otra de las testigos que declararon en la segunda sesión del juicio fue Tania, una amiga de la víctima, quien comentó que la joven «se sentía agobiada y se sintió forzada a vivir con él (Jaime)», incluso una vez que había roto la relación sentimental con el ahora acusado.

La víctima se sentía responsable de que el hoy acusado hubiera viajado a Tenerife desde Colombia, según una amiga

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Según dicha testigo, el motivo es que se sentía responsable de que Jaime, que tiene nacionalidad española y un fuerte acento colombiano, decidiera salir del país sudamericano para asentarse en Tenerife, con el objetivo de iniciar una relación con ella y poder iniciar una carrera profesional en España.

En resumen, aclaró Tania, «le daba pena». Y, a pesar del seguimiento físico y del control que ejercía sobre su móvil y redes sociales, Sara lo seguía definiendo como «bueno y noble». Pero Tania afirma que Sara ocultó a su madre el calvario por el que pasaba en las últimas semanas con Jaime, porque, de ser así, no le hubieran permitido quedarse a vivir en la casa hasta diciembre, cuando Jaime dijo que tenía previsto viajar al Reino Unido.

Por ejemplo, según dicha testigo, tenía que tener mucho cuidado con los mensajes de audio que le enviaba a Sara, puesto que Jaime los escuchaba. Tania le preguntaba a su amiga si le podía enviar audios y la respuesta de Sara era que dependía de lo que fuera a decir en los mismos.

Otro de los testigos fue Alberto, el joven con el que Sara había iniciado una relación desde agosto del 2019. Aclaró que les resultaba difícil tener encuentros, pues Jaime la seguía a todos sitios. De hecho, cuando Sara decía que iba a clases de Inglés en Los Cristianos, el hoy acusado la seguía en la guagua y la acompañaba a la puerta del centro. Entonces, la joven salía de la clase para poder ver a Alberto. Ambos trabajaban en el ITER gracias a una beca.

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