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Humberto Hernández Doctor en Filología Española y Catedrático de la Universidad de La Laguna

«El periodismo canario debe fortalecer nuestra lengua, sin complejos»

«Un periódico bien escrito es la mejor escuela para un buen uso de la lengua, y también lo contrario», afirma el doctor en Filología Española y catedrático de la ULL

Humberto Hernández es también presidente de la Academia Canaria de la Lengua. E. D.

El Día de las Letras Canarias se presentaba el Manual de Estilo de Radiotelevisión Canaria, un trabajo «que hace referencia constante a las características y peculiaridades de nuestra modalidad lingüística», señala su autor, quien le confiere el valor de identificar a una comunidad, a la vez que «protege y conserva el lenguaje canario en una época en la que la lengua se encuentra en constante cambio» debido a la era digital.

Por primera vez, un medio de comunicación canario cuenta con su propio manual de estilo.

Hasta ahora disponían de estos referentes la agencia Efe, Televisión Española y rotativos como El País, La Vanguardia, ABC.., pero entre los medios periféricos no se estilan. De todos modos, con tanta atención hacia la realidad de la comunidad cultural, me atrevería a decir que este Manual de Estilo de la Radiotelevisión Canaria es sin duda pionero.

Hay quien entiende que las normas suponen un corsé.

Ciertamente, pero la existencia de la norma es lo que garantiza la común intercomunicación. Si cada uno de nosotros hablara como le viniera en gana estaríamos en una verdadera Babel. Y aún considerando que existe la limitación, el fin que busca es positivo.

¿Pero el estilo no es algo propio, personal?

Siempre digo a mis alumnos que la lengua es una institución tan democrática que cualquier hablante tiene capacidad para romper la norma. Lo hacen a diario los escritores, sobre todo los poetas. Lo que conocemos como metáforas, metonimias, aliteraciones, sinécdoques, etc., son alteraciones de la norma lingüística que persiguen una finalidad mayor, la estética. Y al alumnado les explico que están autorizados a conculcarla, pero eso sí, primero hay que conocerla. Con todo he concluido que quien conoce la norma no la conculca, sino que la acepta.

Pero hay casos y casos...

Ha habido propuestas para atentar contra la norma. Ya lo hizo García Márquez en el Congreso de Zacatecas, propugnando que se enterraran las haches rupestres. En periodismo, por ejemplo, si conculcando la norma se logra una mejor información, pues hágase. Está el caso de Javier Marías, quien afirma que le gusta más escribir espúreo que la correcta espurio, y hasta abre un paréntesis para explicarlo. El estilo es un principio: la manera de escribir de un escritor, la de hablar de un orador, el carácter que un artista plástico o un músico da a una obra...

¿Y respecto a los medios?

Considero que esta acepción del estilo puede extrapolarse a los medios, entendiendo que es el carácter propio que el conjunto de personas que integran una redacción imprime a su medio. Es verdad que para que un medio establezca unas ciertas características prototípicas y modélicas se precisa del consenso de los profesionales, algo que puede suponer la renuncia al estilo propio en beneficio de la calidad de la información.

Los medios tienen un gran efecto en la propagación de la lengua, pero en Canarias se impone la modalidad del español septentrional, ¿no?

Es la que más nos influye y lo es por todo lo que recibimos a través de los medios audiovisuales. No se trata de combatirla, sino de intentar neutralizarla. Este problema de la interferencia de una modalidad que nos es extraña no se da, por ejemplo, entre colombianos, venezolanos, mexicanos o argentinos. Ellos no viven sujetos a la presión de una norma castellana peninsular próxima y, en cambio, nosotros sí. Considero que el periodista canario de cualquier medio está obligado a contribuir al fortalecimiento y la estandarización de nuestra modalidad, y debe sin complejos, utilizando voces como guagua, pronunciando la s o aspirando la hache.

¿Un periódico bien escrito puede ser la mejor escuela para un buen uso de la lengua?

Lo suscribo por activa y por pasiva. Lo que alguien escribe en un diario lo pueden recibir cientos de miles de personas. Ahora bien, de igual manera, lo que está mal escrito también influye, pero en este caso negativamente, claro.

¿Cómo se debe transmitir y divulgar el lenguaje científico?

En este manual defiendo la función formativa de los medios de comunicación. Por eso creo que debería concederse más espacio a la divulgación científica, de forma entendible pero, sobre todo, rigurosa, para lo que es preciso contar con una gran capacidad didáctica.

La erupción del volcán supuso una buena oportunidad para rescatar canarismos

Y eso frente al empeño de algunos vulcanólogos que pretendían quitarnos la razón, pero la lengua no funciona por imposiciones de nadie sino por decisiones consensuadas entre los hablantes. Cuando se había formado una fajana, que ya existía como topónimo en La Palma y como portuguesismo en la Macaronesia, en los titulares de prensa aparecía delta lávico. Estas voces suponen una contribución estupenda para la lengua en general, porque estamos incorporando nuevos términos para abordar realidades que en el español general no tenían una denominación específica: fajana, malpaís, caldera... Por ejemplo, lo que para un peninsular es arena volcánica, en Canarias se enriquece con picón, zahorra, jable, rofe.., denominaciones que hacen referencia al color de las cenizas, su tamaño, etc.

¿Y sobre los extranjerismos?

Hay gente que considera que debemos mantener una actitud de rechazo hacia los extranjerismos. En absoluto. Todas las lenguas se van conformando desde sus propios materiales y por supuesto a base de préstamos.

¿Cuándo debemos incorporar un neologismo?

Cuando designe a una realidad que nuestra lengua no tiene contemplada. A veces, incluso nos arriesgamos a dar entrada al neologismo sin siquiera plantearnos si podría haberse sustituido por una voz propia. Pero si no es posible encontrar un nombre adecuado para best seller o jet lag, por ejemplo, pues habrá que asumirlos, como se incorporaron en su momento mitin, fútbol, córner, penalti... Es verdad que en el caso del deporte hemos ido renunciando progresivamente al extranjerismo para suplirlo por pena máxima, saque de esquina... Antes me quejaba mucho de un anglicismo como share, medidor de audiencias, pero cada vez se usa más porcentaje de audiencias. Hay que hacer un pequeño esfuerzo por traducir, siempre que sea posible.

Hablemos de ortología, de pronunciación.

La ortología ha sido siempre la gran ausente en todos los manuales de Gramática. Ahora, la RAE ha introducido un volumen de ortología fonética, quizá porque existía cierto temor a reconocer las variedades dialectales. El seseo, hasta no hace mucho, era calificado por el diccionario como un vicio de dicción, si bien ya se le da pleno reconocimiento. Hay que entender que el español no es otra cosa que un conjunto de dialectos y que tanto lo son el canario o el andaluz como el castellano. En este manual de estilo le damos plena legitimidad a esa pronunciación que caracteriza a los canarios, como el seseo; la ausencia de la s final... Incluso hay un aspecto original, como el caso de palabras canarias escritas con la grafía z. Para los locutores y presentadores no se precisa la pronunciación interdental en antropónimos o topónimos canarios, que la mantienen por tradición, como los ejemplos de Ayoze, Nauzet, Yaiza, Zebenzuí, Acerina, Dácil, Guacimara...

¿Se impone un ejercicio de reflexión para mitigar el abuso de clichés, de latiguillos?

Recuerdo una conferencia de Manuel Vicent de la que me grabé esta frase: «Si un periodista se detiene un minuto para pensar en una palabra, en ese momento se convierte en escritor». Y está relacionada con aquella sentencia de García Márquez, cuando afirmaba que la mejor noticia no es la que se da primero, sino la que se da mejor. Con respecto a los clichés, creo que es una pena que se eche mano de «la pelota está en el tejado de...», cuando se podría decir que «el problema deben resolverlo los sindicatos», por ejemplo. Este uso y abuso lo que impide es que el periodista se esfuerce en buscar la palabra y el término adecuados.

¿Y el recurso de tener un diccionario a mano?

En una visita a un periódico eché en falta esa ausencia. Y una anécdota, un periodista me llevó a su despacho y me señaló la Salvat, a lo que contesté: «Eso no es un diccionario, sino una enciclopedia».

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