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Catequesis a los ancianos

Suegras: el "personaje mítico" que el Papa rodea de machismo

Francisco se sumerge en los estereotipos sexistas al asegurar que el "pecado" de las madres políticas se encuentra en su "lengua" | El Pontífice entronca con una milenaria tradición cultural, apenas alterada, que retrata a estas mujeres como difíciles y cizañeras

El Papa pide que se trate mejor a las suegras, pero que ellas no critiquen. EFE

El Papa no tiene suegra. Ningún Pontífice puede tenerla, al menos de forma oficial. Francisco, al igual que sus 263 antecesores en el cargo, habla aquí de oídas, indirectamente, pero eso no evitó que el pasado miércoles, en la plaza de San Pedro de Roma, durante una catequesis dedicada a los ancianos, se colocara en el papel de consumado experto en este “personaje mítico” (la expresión es del propio Jorge Mario Bergoglio) y explicase a los congregados cómo son las suegras y cómo hay que tratarlas, destilando por el camino altas dosis de machismo.

“No digo que pensemos que las suegras son el diablo, pero siempre se dice que son malas”, señaló el Papa, que pidió superar los “lugares comunes entre suegra y nuera” y al mismo tiempo se sumergió en ellos. Las suegras, dijo, “son también madres, son ya mayores, y una de las cosas más bonitas para las abuelas es ver a sus nietos. Es cierto que a veces son un poco especiales. Al menos, hazlas felices, deja que lleven su vejez con felicidad”. Entonces se dirigió a las suegras. “A vosotras os digo: tened cuidado con vuestras lenguas. Es uno de los pecados de las suegras, la lengua”, aseguró.

Ahí estaba todo. La suegra como figura divisiva, de trato difícil, dedicada a sembrar cizaña y competir con la nuera o el yerno por el cariño de hijos y nietos, una mujer ya mayor que es vista por la sociedad como un ser “malo”, casi “el diablo”, pero que en realidad es solo “un poco especial”, aunque nunca se encuentre lejos de caer en el “pecado” de su “lengua”. Por supuesto, de los suegros no hubo ni rastro en la reflexión del Pontífice. 

Aquello no fue un mensaje improvisado, una conversación informal captada por algún micrófono. El Papa leyó todas estas palabras, que entroncaron con una tradición milenaria, que va de ‘La suegra’, comedia del autor romano Terencio estrenada en el 165 antes de Cristo, a Cersei Lanister, el más perverso de todos los personajes de ‘Juego de tronos’, pasando por Endora, la bruja madre de la añeja serie ‘Embrujada’, siempre dispuesta a echar maleficios sobre su yerno Darrin, un simple mortal.

Un largo camino

“Es probable que las declaraciones del Papa estén cargadas de buena voluntad, pero al mismo tiempo se construyen desde estereotipos sexistas que presuponen el enfrentamiento secular entre mujeres –argumenta Marisa Soleto, directora de la Fundación Mujeres-. La Iglesia sigue teniendo muchos problemas con el rol y la posición de las mujeres, tanto en la sociedad como dentro de la propia institución. Aunque este Papa intenta modificar tímidamente esta discriminación absoluta, gestos como este revelan el largo camino de interpretación que le queda a la Iglesia”.

Pero no es solo la Iglesia. Las declaraciones machistas de los personajes públicos suelen suscitar rechazo, y más si vienen de alguien tan conocido como el Papa. En esta ocasión, sin embargo, apenas ha habido críticas por este flanco. Las palabras de Francisco han servido, básicamente, para ensanchar la tradición de chistes y bromas sobre suegras, tan o más larga que la que tiene a los cuñados como protagonistas.

Con una importante diferencia. Mientras ellos se han convertido en una figura entrañable, dentro de su presunta ignorancia y capacidad para hacer naufragar cualquier reunión, ellas continúan siendo vilipendiadas. Puede que no sin algo de razón. En uno de los escasos trabajos de este tipo, investigadores de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, estudiaron durante décadas a cientos de familias de todo el mundo. El 60% de las mujeres admitieron que su relación con la suegra les provocaba estrés y tristeza.  

Muy poco ha cambiado

Hace un par de años, dos sociólogos de la Universidad de Maryland (EEUU), Geoffrey L. Grief Michael E. Woolley, publicaron ‘Relaciones con la familia política: suegras, nueras, suegros y yernos’. El trabajo refleja importantes cambios durante el último siglo, porque antes la mayoría de matrimonios tenían lugar dentro de una misma comunidad y por lo tanto los suegros estaban mucho más presentes que ahora, pero al mismo tiempo sus autores se sorprenden de lo poco que se han transformado aquí los roles de la mujer y el hombre. 

De forma mucho más desenfadada, menos académica, Flor Enjuto había llegado poco antes a la misma conclusión. Enjuto, una periodista malagueña, tenía un blog sobre sus experiencias como madre, y decidió abrir una sección sobre las suegras, en el que los lectores y ella aportaban historias personales. Tuvo tanto éxito que en 2015 acabó convirtiéndose en libro. En tono de humor, ‘Suegra no hay más que una’ (La esfera de los libros), hace una clasificación de este “personaje mítico” y da consejos sobre cómo enfrentarse a él. 

“La imagen de la suegra compitiendo con la nuera por el amor de su hijo es muy anacrónica, y probablemente el Papa haya contribuido a perpetuarla con sus declaraciones. Pero también es cierto, y lo digo como feminista, que las estructuras familiares son matriarcales y somos nosotras quienes tenemos las tareas de cuidadora”, explica Enjuto, a quien ser madre le ha ayudado a comprender mejor el instinto posesivo de algunas suegras. “Que después de nueve meses de embarazo, con acidez y estrías, de dilatar hasta términos insospechados, de los puntos intravaginales, el posparto, las noches sin dormir, las actividades extraescolares, las lecciones de matemáticas, la 'tournée' del baile regional y el judo, que después de todo eso, cuando por fin se hacen mayores, ¿te quieran dejar a un lado? –se pregunta, riendo-. Vamos, ni loca”. 

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