Una lesión medular de su padre motivó al farmacéutico Pablo Bahlsen a investigar la eficacia del cannabis terapéutico para combatir los problemas físicos y mentales que siguen a quedarte postrado en una silla de ruedas. “Lo pasó muy mal y junto con mi madre, Mercedes, viajaron a Hawái para recibir tratamientos de cannabinoides contra el insoportable dolor que hasta le impedía dormir”, relata Bahlsen, firme defensor de las propiedades medicinales del cannabis, una planta que, según Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Complutense de Madrid, lo mismo inhibe las náuseas en pacientes sometidos a quimioterapia, que alivia la rigidez muscular de la esclerosis múltiple además de reducir el dolor en cuadros crónicos, aumentar el apetito en pacientes que pierden peso, mejorar la calidad del sueño y hasta combatir los estragos que provoca en la piel el inexorable paso de los años.

“Hemos creado fórmulas con cannabis para ayudar en las rutinas de belleza diaria”, explica Bahlsen en la presentación de su firma de cosmética Paia Botanicals, una de las muchas que proliferan en el país con este tipo de compuesto y que utilizan los cannabinoides no psicoactivos, sobre todo el CBD, para elaborar cremas que ayudan a la regeneración celular de la piel y al rejuvenecimiento, en definitiva. 

El CBD o cannabidiol es el principio activo no intoxicante de la marihuana o del cáñamo, el escudero que evita los efectos menos deseados del THC, el actor principal de estas plantas que puede producir episodios de ansiedad, psicosis y convulsiones. “El extracto de CBD lo importamos de Holanda, Suiza e Inglaterra”, revela resignado Pablo Bahlsen, sabedor de que el origen de gran cantidad de ese polvo de cannabis que compra es español, “uno de los mejores del mundo”, asegura Manuel Guzmán, pero con escasas licencias de cultivo. “Lo pagamos cien veces más caro”, lamenta Bahlsen, porque, aunque se produce aquí, lo transforman en polvo fuera al haber poquísimas empresas autorizadas por el Gobierno para la comercialización y manipulación del cannabis.

Ese polvo importado lo disolvemos en aceite de semillas de cáñamo, muy rico en omegas 3 y 6 para combatir los eccemas, y en una untuosa manteca de karité” para elaborar las emulsiones seboreguladoras que, garantiza Bahlsen, favorecen la luminosidad de la piel, reducen las inflamaciones, le aportan elasticidad y limitan la división celular vinculada a la vejez.

Pablo Balhsen, impulsor de cremas faciales elaboradas a base de cannabis medicinal. E. P.

“Lo que les dice el CBD a las células de la piel es que se calmen, que actúen con más tranquilidad”, argumenta el farmacéutico mientras muestra una hidratante facial con la que promete disminuir el exceso de producción de sebo en las pieles propensas al acné. “La hidratante antiedad contiene también ácido hialurónico, aloe vera y vitamina E” para disminuir las arrugas y e iluminar la piel opaca.

El aceite de CBD tiene propiedades antioxidantes y antiinflamatorias que ayudan a disminuir las huellas del paso de los años, prosigue el farmacéutico antes de explicar que la decrepitud de la piel de las personas, como en la de las plantas, se produce principalmente debido a la deshidratación.

Los aceites de semilla de cáñamo con CBD aparecen en tres tipos de concentraciones. La más baja, de 500 miligramos de CBD, intensifica la hidratación de la piel; la que tiene 1.000 miligramos mitiga las rojeces y la de 2.000 miligramos, con tocoferoles naturales repletos de vitamina E, devuelve la firmeza al rostro.

“Hemos creado una línea cosmética con cremas faciales antiedad, hidratantes con un 0,10 % de CBD, una de ellas con miel, revitalizantes y antiarrugas, lociones corporales, bálsamos labiales, aceites para masajes, tanto íntimos como terapéuticos, sérums y mascarillas”, celebra Pablo Bahlsen en su nueva tienda de Echegaray, 9, en el céntrico Barrio de Las Letras de Madrid, un espacio bautizado como Paia en honor a la población hawaiana de Maui donde su padre consiguió recuperarse de su postración con la ayuda del aceite de cannabis.