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La pandemia duplica la cifra de pacientes con trastornos alimentarios

La Asociación Gull-Lasègue alerta del notable incremento en el transcurso de un año - El 90% de las personas afectadas son mujeres de entre 12 y 35 años

En el centro, Lindsay Ramos, una de las trabajadoras sociales de la Asociación Gull- Laségue, junto a una compañera y una alumna en prácticas .

La Asociación Gull-Lasègue para el Estudio y Tratamiento de la Anorexia y la Bulimia en Canarias casi duplicó la cifra de nuevos usuarios el pasado año con respecto a 2020. De hecho, el centro registró en 2021 un total de 145 nuevos casos, 70 más que durante el ejercicio anual anterior. «El confinamiento fue el detonante de muchos problemas, incluidos los trastornos de la conducta alimentaria –TCA–. Muchas personas pasaron demasiado tiempo en redes sociales, donde hay mucho intrusismo y circulan numerosas dietas que pueden tener consecuencias graves para la salud», apunta Lindsay Ramos, una de las trabajadoras sociales del citado centro capitalino, donde lleva tres años ejerciendo sus funciones. 

Según indica la profesional, ya se había apreciado un aumento del número de pacientes desde 2020 en comparación con los datos que arrojó 2019, pero fue el pasado año cuando el cómputo de nuevos usuarios evidenció las consecuencias de todo lo vivido durante la crisis sanitaria. «Si a todos nos ha afectado de alguna forma este contexto, el sufrimiento de las personas que ya tenían un TCA o predisposición a desarrollarlo ha sido el doble», sostiene. 

Lamentablemente, todo hace pensar que la situación irá a peor este año, pues solo en los primeros meses de 2022 ha habido 40 nuevos registros. Además, una treintena de personas permanece en lista de espera. Y es que los 130 usuarios que ahora mismo reciben asistencia copan toda la capacidad de la entidad. Cabe resaltar que el 90% son mujeres de entre 12 y 35 años. «Hay que tener en cuenta que aquí no solo tratamos a las personas que sufren anorexia y bulimia, sino cualquier tipo de TCA. La duración media de cada tratamiento supera el año», informa Ramos. 

Ahora bien, ¿cómo se realiza la valoración de los pacientes? Precisamente, son los trabajadores sociales los encargados de hacer la primera acogida. «Nosotros somos los que atendemos todas las peticiones que nos llegan, tanto por vía telefónica como de forma presencial. El siguiente paso es la evaluación psicológica, que sirve para determinar si se trata de un TCA o no. Si es así, somos los trabajadores sociales los que volvemos a intervenir para realizar una entrevista en profundidad y decidir qué camino seguir». 

La terapia psicológica exige contar con un equipo multidisciplinar para abordar el problema desde todos sus ángulos. «Trabajamos individualmente con la persona afectada, pero también hacemos terapia con su familia o con las personas con las que conviven. Sin duda, el apoyo que se ofrece en los entornos familiares y sociales es tremendamente importante», anota la psicóloga Erica Sosa. 

El proceso suele ser largo, pues, en palabras de la experta, «se trata de un trastorno cronificado, con sintomatología asociada muy potente». «Hay momentos en los que el trayecto se hace cuesta arriba y puede haber recaídas. Por esta razón, es muy importante contar con respaldo terapéutico, familiar y social», recalca. 

Para garantizar el éxito de la labor terapéutica, es fundamental que los pacientes aprendan a conocerse a sí mismos y a identificar las señales de alarma. Pero, ¿cuáles son las principales preocupaciones que suelen manifestar? Por un lado, el temor a la recuperación por los cambios físicos que se pueden llegar a producir. Por otro, el hecho de sentirse juzgados por la sociedad. «Les da vértigo no saber si tendrán las herramientas necesarias para afrontar los cambios. También les inquieta la idea de crear algún tipo de malestar a la gente de su entorno».

A juicio de Erica Sosa, es imprescindible visibilizar la realidad que viven las personas afectadas por un TCA, ya que en la sociedad actual continúa existiendo mucho desconocimiento sobre estas enfermedades. De ahí, la tendencia a «normalizar» ciertas conductas patológicas. «Contar calorías, pesar los alimentos, hacer múltiples dietas o pesarse frecuentemente son solo algunos ejemplos. Vivimos en una sociedad en la que se considera un piropo decirle a alguien que está más delgado y lo contrario un insulto. ¿Nos debería sorprender que se multipliquen los casos de TCA?», se pregunta. 

Una opinión que comparte su compañera Lindsay Ramos, que tiene muy claro que son precisamente los cánones de belleza impuestos a las mujeres en la sociedad los que explican que haya una clara mayoría femenina diagnosticada de un TCA. «A las mujeres se nos impone una figura y unas medidas. Es cierto que cada vez hay más hombres afectados, pero estos trastornos siguen teniendo rostro de mujer», asevera. 

Como en todas las patologías, el diagnóstico precoz es fundamental para impedir que la dolencia se agrave. Pero la institución va más allá y se preocupa también por ejecutar tareas de prevención y organizar terapias grupales con los afectados para romper con las falsas creencias y los mitos. 

Hay que señalar que la organización no solo se limita a ofrecer todo el respaldo necesario dentro de sus instalaciones, también brinda acompañamiento fuera del centro. «Nos esforzamos por conocer el entorno de nuestros pacientes. En el caso, de los menores, por ejemplo, no dudamos en ponernos en contacto con su centro de estudios si manifiesta alguna conducta que nos preocupa», asegura Lindsay Ramos, quien además no duda en poner de relieve la necesidad de destinar más recursos públicos para tratar estas patologías.

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