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Un año sin recibir nuevos ratones corta las alas a los científicos canarios

Exigen medidas eficaces contra un problema que merma la investigación en el Archipiélago

El Estabulario y Animalario de la Universidad de La Laguna cuenta con ratones, ranas, mosquitos y conejos. En sus instalaciones se pueden investigar curas enfermedades raras o practicar alguna técnica médica antes de utilizarla en humanos. La experimentación animal está controlada por unos estándares de calidad muy rigurosos impuestos a nivel europeo. María Pisaca

La insularidad es un obstáculo para la ciencia canaria. A los problemas que frenan la llegada de material científico o equipamiento, como consecuencia de los lentos procesos e intensa burocracia de las aduanas, se han unido cientos de obstáculos para la llegada de ratones de laboratorio a las Islas. Canarias lleva un año sin recibir nuevos roedores porque ninguna aerolínea se presta a traerlos. El problema afecta al menos a 35 proyectos.

Un año sin recibir nuevos ratonescorta las alas a los científicos canarios

Los problemas para que los ratones de laboratorio puedan llegar o salir de Canarias no es nuevo. A lo largo de 2016 las aerolíneas Iberia y Air Europa decidieron imponer un veto al transporte de animales de laboratorio, bajo la premisa de que los roedores podían roer los cables de los aviones. Este incidente se resolvió unos meses después, cuando Iberia finalmente cedió a las peticiones del Gobierno de Canarias y centros de investigación. Pese a ello y desde entonces, los científicos de las Islas no han dejado ni un solo día de encontrarse nuevos problemas a la hora de recibir o enviar a otros países ratones con los que investigar las enfermedades que afectan a los canarios.

Un año sin recibir nuevos ratonescorta las alas a los científicos canarios

Porque, cinco años después del incidente, aún no se ha encontrado una solución que arranque este contratiempo de raíz. Así lo denuncian los investigadores, que destacan que, desde que se impuso el veto, las administraciones o los propios investigadores solo han podido parchear la situación a base de «favores». Primero fue el Ejército, que rescató a más de una veintena de animales atrapados en Madrid, y posteriormente, han sido algunas aerolíneas que, de manera puntual, han ofrecido sus servicios a los investigadores. Pero nunca se ha encontrado una solución definitiva y eficaz.

De hecho, hace dos semanas, uno de los investigadores del Hospital Universitario de Canarias (HUC), Moisés Acevedo, llegó a un acuerdo puntual con la aerolínea Lufthansa para traer varios ratones –vía Alemania– con mutaciones específicas con los que mantener a flote su investigación en Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) y demencia.

Teresa Giráldez, investigadora de la Universidad de La Laguna (ULL), es una de las científicas afectadas en las Islas por este motivo. Trabaja en la búsqueda de un tratamiento o incluso una cura, para enfermedades tan raras como el síndrome de la X frágil — que aparece en 1 de cada 4000 hombres y en 1 de cada 6000 mujeres— y tan comunes como la epilepsia —que afecta a 50 millones de personas en todo el mundo—. Sus resultados son tan prometedores que ha conseguido captar en diversas ocasiones los focos internacionales. Después de confirmar con ratones que existe un mecanismo –en base a una proteína concreta– que podía proteger de la epilepsia, un grupo de la Universidad de Standford (California) se interesó por sus resultados.

Las investigaciones más afectadas, al menos 35, pertenecen al sector de la biomedicina

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«Nos pidieron que le mandáramos el modelo de ratón que habíamos utilizado para replicarlo en otras líneas de investigación en las que ellos se encontraban trabajando», explica la científica mientras enseña, desde uno de los cubículos del Animalario de la ULL, los ratones que le han permitido poder llegar a dichas conclusiones. Al no contar con un corredor de envíos de estos animales, nunca ha podido hacer efectiva esta colaboración internacional. «Dos años después nos han comentado que su proyecto se está acabando y las personas que estaban trabajando en ello ya se van, así que hemos perdido una oportunidad de colaboración por este motivo», lamenta la científica. Y es que, pese a que los obstáculos que merman la llegada de ratones a Canarias inciden de forma directa en la ciencia de las Islas, también tiene efectos colaterales.

«Está claro que lo que estamos haciendo es parte de un desarrollo muy importante, estamos a la altura de la ciencia internacional, pero por un problema que no tiene que ver con nuestras capacidades, nos están cortando las alas», lamenta Giráldez.

Un sector esencial afectado

Las investigaciones que han tenido que parar afectan básicamente al sector de la biomedicina y, por ende, a ambas universidades y a los hospitales del Archipiélago. La falta de ratones de laboratorio ha frenado la posibilidad de seguir progresando en terapias y curas para enfermedades tan poco comunes como la de Dent, en la que trabaja el biólogo del Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria, Félix Claverie. Esta patología ha mermado la calidad de vida de cuatro niños en Canarias –dos de cada provincia– generándoles cálculos renales, pérdida de fosfatos, huesos débiles y problemas en el desarrollo a muy corta edad.

También afecta al conocimiento y búsqueda de una terapia para la hiperoxaluria primaria, una rara patología que, sin embargo, es muy común en las Islas. La hiperoxaluria primaria es un desorden metabólico hereditario que causa una producción excesiva de oxalato debido a un mal funcionamiento del hígado y en las Islas, a pesar de ser una enfermedad rara, afecta al menos a 12 personas — que son quienes conforman la Asociación de Pacientes con Hiperoxaluria de España (APHES). Esta fue la primera enfermedad que se empezó a investigar en la Unidad de enfermedades raras del HUC hace ya 20 años, de mano del jefe de servicio de Anatomía Patológica, Eduardo Salido, que también utiliza estos modelos animales en busca de una cura que permita mejorar la calidad de vida de estas personas. La canaria Brianda Lorenzo es una de las afectadas por esta enfermedad. Nunca ha vivido sin pastillas y, si se atreviera a hacerlo, es posible que tuvieran que realizarle un doble trasplante –de riñón e hígado– tan solo unos días después. Para ella, como para el resto de pacientes, encontrar un tratamiento mejoraría su calidad de vida de manera exponencial.

Los investigadores lamentan que se esté tardando tando en dar soluciones efectivas y consideran que, de seguir así, el daño a largo plazo puede ser irreparable. «Si queremos atraer talento y seguir haciendo ciencia, necesitamos ofertar esto», insiste Giráldez.

Los investigadores piden una solución más allá de los «favores» que se puedan conseguir

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Por la insularidad

La falta de animales de laboratorio para progresar en investigación es un problema, además, que en España solo tiene Canarias y que es causa de su insularidad. Ningún otro lugar de España está afectado por este obstáculo que incide directamente en una de las bases de la investigación. Si un investigador de Valencia o Alicante quiere un ratón, podrá traerlo por tierra. En Canarias solo se puede hacer por aire.

Esto es así porque, excepto en casos muy concretos, no se puede trasladar a un animal por vía marítima. Someter a un animal a un transporte en barco, en primer lugar, es ponerlo bajo una situación de estrés de varios días (en vez de apenas unas horas en avión), lo que no es permisible desde el punto de vista del bienestar animal. En segundo, dicho estrés o el propio tiempo, invalidaría los resultados obtenidos con dichos animales. Por esta razón, la vía aérea sigue siendo la única posible para realizar este transporte de manera eficiente.

Los animales deben ser trasladados en avión para no invalidar los resultados obtenidos

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Una lejana controversia

Los investigadores son conscientes de la controversia que existe entorno al uso de animales de laboratorio, pero insisten en que su trabajo mantiene un riguroso control a nivel europeo. «Se nos controla mucho lo que se resume en velar por cumplir las tres erres: reemplazar, reducir y refinar», explica María Rosa Arnau, directora del Serivicio de Animales de Laboratorio de la ULL.

Esto quiere decir que, para utilizar animales, los experimentos deben justificar por qué no se puede reemplazar por otro tipo de modelo de experimentación. Esto incluye tanto los reemplazos absolutos (es decir, sustituir animales por modelos informáticos), como los reemplazos relativos (es decir, sustituir vertebrados, por animales con una menor percepción del dolor, como algunos invertebrados). También deben velar porque los animales utilizados sean los mínimos imprescindibles. Los investigadores deben intentar hacer un uso del menor número de animales para obtener datos suficientes que respondan a la cuestión investigada, o la maximización de la información obtenida por animal, para así limitar o evitar potencialmente el uso posterior de otros animales, sin comprometer el bienestar animal.

Por último, los científicos deben tener muy en mente alternativas de refinamiento, es decir, la modificación de la cría de animales o de los procedimientos para minimizar el dolor y la angustia, así como para mejorar el bienestar de los animales utilizados en la ciencia desde su nacimiento hasta su muerte.

Canarias es la única comunidad de España que sufre este tipo de dificultades para investigar

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En el animalario de la ULL por ejemplo, se siguen unos estrictos protocolos para velar por el bienestar de los animales, lo que incluye un control de la temperatura, del ambiente –se suelen dejar en habitaciones con filtros quer renuevan el aire continuamente– y de sus ciclos circadianos por medio de la luz. Asimismo se intenta que su exposición a situaciones que les generen estrés sean las menores posibles. «Además del bienestar animal, de esta manera podemos conseguir que sea haga el experimento aquí o en Japón, el resultado siempre sea el mismo», reseña Arnau.

Además, no todo el mundo puede experimentar con animales. Su uso está restringido a aquellos científicos que cuentan con un proyecto de investigación que, además, deben sufragar semanalmente los gastos de mantenimiento de los ratones en el animalario de la universidad.

Pese al tiempo que llevan los laboratorios de las Islas sufriendo este problema, las instituciones no han dejado de tratar de arreglarlo con sus propios recursos. No en vano la Universidad de La Laguna (ULL) sigue buscando la forma de llegar a acuerdos específicos con las aerolíneas para salvar la situación. De hecho, existe un compromiso por parte de los precursores de la aerolínea canaria Lattitude Hub o Canarian Airways para hacerse cargo de la conectividad aérea científica en este sentido. Sin embargo, la pandemia ha retrasado su puesta en marcha, por lo que no ha podido arrancar.

Por otra parte, la Asociación de Jóvenes por la Investigación en Tenerife (Jinte) han tenido varias reuniones con el director de la Agencia Canaria de Investigación, Innovación y Sociedad de la Información (Aciisi), Carlos Navarro, en la que le han mostrado su preocupación por esta problemática. Según la presidenta de Jinte, Laura Ezema, la Aciisi está ultimando las relaciones con Iberia para que retome el envío de animales de laboratorio a Canarias tal y como se había comprometido en 2017. Por su parte, el Animalario de la ULL investiga una forma de ser autosuficientes generando sus propio servicio de fecundación in vitro. De esta forma, dependerían menos del exterior y, además, se reduciría «el número de animales vivos en estanterías», explica Arnau.

Captar talento

«¿Cómo pensamos captar talento, especialmente en biomedicina, si a Madrid te llevan los ratones sin problema y aquí es imposible conseguirlos», se pregunta Ernesto Pereda, vicerrector de investigación de la ULL. La respuesta a su pregunta es cada vez más palpables en el ambiente universitario porque, como subraya Giráldez «ya han muchos investigadores que no vienen». Otros se lo están pensando y algunos se acabarán yendo. Al fin y al cabo, sin ratones, el sector de la biomedicina no podrá jamás progresar en Canarias, lo que afectará, en última instancia, a la calidad de vida de los enfermos isleños con enfermedades menos conocidas.

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