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Liuba y sor María, reencuentro en Asturias tras huir de la guerra: "La mayoría de 'mis niños' están aquí, tenía que venir"

Las artífices de la llegada de un centenar de refugiados se vuelven a ver tras huir de Kiev

Liuba Nosenko, a la izquierda, y sor María Mayo, ayer, en el colegio San José de Sotrondio. | D. O.

Sor María Mayo estaba en su cama en el colegio de las Dominicas de Kiev cuando una llamada a las seis menos veinte de la mañana del pasado 20 de febrero la alertó de que había empezado la guerra. No quería irse y dejar allí a sus niños, muchos de los cuales pasaban sus vacaciones de verano en Sotrondio, en San Martín del Rey Aurelio; pero no le quedó otro remedio. Ella y sus compañeras tuvieron que salir de Ucrania escoltadas por un operativo del Grupo Especial de Operaciones (GEO) de la Policía Nacional que dirigía el asturiano Pelayo Gayol. Allí estaba también el lavianés Arcadio Noriega. “Yo a ti te conozco”, le espetó María Mayo al geo de Laviana. “Es que ya había estado con él en otra evacuación en Kinsasa, en el Congo”, explica la religiosa en el colegio San José de Sotrondio.

María Mayo formó parte del primer convoy evacuado por la Embajada española. Una caravana de la que estuvo muy pendiente en todo momento el presidente del Principado, Adrián Barbón. “Es como si Dios hubiese dirigido los hilos de la historia”, reflexiona la religiosa. Sor Felisa Herrero, también dominica, fue directora del colegio San José de Sotrondio, en el que estudio Barbón, natural de Laviana, como Arcadio Noriega. Es la conexión asturiana. Herrero llamó a Barbón, Barbón llamó a Noriega y Noriega ayudó a las religiosas a salir de Ucrania, donde atienden a niños, muchos de ellos afectados aún por la tragedia nuclear de Chernóbil y que pasan sus veranos en Asturias. “El dispositivo asturiano es tremendo”, insiste María Mayo.

La religiosa es zamorana, pero llegó la noche del pasado martes a Sotrondio: “La mayoría de ‘mis niños’ están acogidos aquí y tenía que venir a verlos”. Y no solo a sus niños. En el colegio San José está también Liuba Nosenko, que durante diez años ha trabajado como voluntaria en el centro de las dominicas en Kiev. Se encargaba de contactar con las familias de los niños y gestionar sus vacaciones de verano en Asturias, y ella fue la que se encargó de sacar a 100 personas del infierno de la guerra.

Liuba Nosenko está ahora en Sotrondio con sus padres, su hija de 11 años, su hermana y dos sobrinos. Su marido no pudo cruzar la frontera y, además, “se quiso quedar en Ucrania para defender a su país”. Liuba salió de Kiev y se instaló a las afueras de la capital, “pero enseguida vimos que nos teníamos que alejar aún más y nos fuimos a las montañas, a los Cárpatos”. De ahí cruzaron la frontera con Polonia, donde la madre de una amiga los acogió durante unos días. Una vez a salvo, Liuba Nosenko se puso a trabajar para sacar de Ucrania a todos los niños del colegio y sus familias. “Llevo diez años tratando con ellos, así que confiaron en mí”, explica. Les dio a todos las indicaciones para que viajasen hasta Leópolis, ciudad ucraniana cercana a la frontera con Polonia, y estableció allí un punto de encuentro. Consiguió autobuses para que el centenar de personas cruzasen la frontera. Ya estaban a salvo.

A partir de ahí la ONG Expoacción se encargó del traslado de los refugiados hasta Sotrondio. Liuba ha gestionado en los últimos diez años los contactos con las familias ucranianas para que sus hijos pasasen el verano en Asturias: ella hacía su parte en Kiev y Jorge González, presidente de Expoacción, era responsable de la gestión en España. Es el mismo procedimiento que han seguido ahora.

Liuba descansa ya en Sotrondio con su familia. Llegó más tarde que los niños “porque me quedé en la frontera esperando para ver si alguien se había perdido y llegaba tarde”.

Ahora está “contenta”. “Ya había estado en Asturias, había viajado como voluntaria con los niños en verano y me gusta mucho”, concluye emocionada. Y ayer, además, se reencontró con sor María.

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