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Medio Ambiente

Un ibicenco para reverdecer el desierto árabe

El ingeniero agrónomo Salvador Roig asiste a una de las empresas que participa en el Saudi Green Initiative, un faraónico proyecto que pretende plantar diez billones de árboles en la península arábiga

Salvador Roig, con unos empresarios en Omán.

"¿Diez billones, con ‘b’ de Barcelona?". Salvador Roig Coll comparte el gesto de sorpresa cuando se le interrumpe el relato de su viaje por Arabia Saudí con esa pregunta. Allí le han invitado a embarcarse en una empresa de unas dimensiones que abruman, incluso para un ingeniero superior agrónomo con su trayectoria internacional. "La verdad es que no puedo hacerme una idea de ese número", admite.

Se trata de la Saudi Green Initiative, un proyecto impulsado por Mohammad bin Salmán bin Abdulaziz, el príncipe heredero y viceprimer ministro del país (el primer ministro es su padre, el rey Salmán). Con este plan, el reino quiere paliar su impacto en la crisis climática y alejarse del vigésimo puesto en el listado de países que más dióxido de carbono emiten.

Entre los ejes centrales se encuentran algunos tan conocidos por la agenda 2030 como el fomento de las energías renovables, hasta llegar al 50% para esa fecha en el caso saudí. Pero el objetivo más impactante, por sus dimensiones titánicas, es la plantación masiva de árboles para combatir la desertificación y reverdecer 40 millones de hectáreas.

Esa superficie supone la cuarta parte del país y equivale a la Península Ibérica sin Portugal ni Andalucía. Inicialmente, se han programado 24 actuaciones para plantar 450 millones de árboles hasta 2031. Estos ocho años son solo la etapa previa en el diseño del megaproyecto de diez billones de ejemplares, según detalla la página web oficial de Saudi Green Initiative.

China ha plantado 66.000 millones de árboles en 40 años en el desierto del Gobi

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Cabe tener en cuenta que China, con su proyecto Gran Muralla Verde en el desierto del Gobi, ha plantado 66.000 millones de ejemplares en 40 años. El presupuesto saudí es igualmente faraónico: 165,3 billones de euros para llegar a ser ejemplo mundial del "crecimiento de la economía verde".

Una pica en Arabia

Roig, propietario de la empresa Terrapi, ha puesto un pie en esta aventura gracias a su participación en la última misión comercial del gobierno neerlandés en Arabia Saudí y Omán. Él finalizó sus estudios y un máster de Desarrollo Internacional en la Universidad de Wageningen, de manera que cuenta con el título de ingeniero superior agrónomo de los Países Bajos.

En esa etapa, también aprendió el mandarín, un idioma que le abrió las puertas para ser invitado hasta en tres ocasiones por misiones neerlandesas en China. Repitió la colaboración en otras expediciones a Nigeria, India o Vietnam, donde coincidió en la misma comitiva del primer ministro Mark Rutte.

Estos viajes oficiales le permiten hacer contactos y regresar a buena parte de los países como especialista en la regeneración de suelos sobreexplotados o calcinados por el exceso de químicos. A nivel particular también ha revitalizado terrenos salinizados por la desecación del mar de Aral en Uzbekistán o ha trasladado sus métodos con fertilizantes biológicos a Georgia o Grecia.

Roig es un habitual de las misiones comerciales del gobierno neerlandés relacionadas con la agricultura

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Ahora acaba de regresar de su periplo de doce días por la península arábiga. El ibicenco ha sido uno de los 13 consultores y empresas seleccionados por el ministerio de Economía para vender la tecnología y el know how de los Países Bajos en el aprovechamiento de los recursos hídricos para la agricultura.

"Los holandeses llevan muchísimos años ganando unos terrenos al mar que ahora son los más fértiles de Europa. Siendo un país tan pequeño, son el segundo mayor exportador de productos agrarios del mundo después de Estados Unidos", destaca Roig.

Entre sus compañeros de misión comercial se encontraban expertos en desaladoras, depuradoras o invernaderos. El ibicenco se centraba en el aprovechamiento de la materia orgánica procedente de la depuración o en los métodos para maximizar la infiltración de agua en el terreno.

A la hora de plantear algunas propuestas, en Arabia Saudí se toparon con un inesperado veto religioso. Roig ya había llevado a cabo en Santa Eulària un proyecto para abonar campos con los lodos de la depuradora. "Mediante tratamientos microbiológicos [rechaza de pleno los productos químicos], conseguimos reducir la concentración de patógenos y funcionó muy bien", recuerda.

Sin embargo, la interpretación el Islam suní de los saudíes le impide exportar el compostaje con los restos de heces humanas, aunque sí que puede usar los de otros animales como fertilizante. De igual manera, tampoco existe posibilidad de aprovechar para el regadío el caudal sobrante de las abluciones en las mezquitas. "Para los imanes de allí, el agua que se relacione con los alimentos debe ser pura y, si toca a una persona, entonces ya es sucia".

En cambio, en Omán se encontró con una religiosidad menos rigurosa, "más parecidos a los mediterráneos". Es el único país musulmán donde la mayoría profesa el ibadismo, una rama que predica la neutralidad, alejada del extremismo y tensiones entre sunitas y chiíes. Roig se sorprendió con el nivel de la coctelería de Omán, mientras que en Arabia Saudí solo pudo degustar vino, gracias a la valija diplomática, en una cena oficial en la residencia de la embajadora de los Países Bajos, Janet Alberda.

En cualquier caso, la imagen que se lleva de los saudíes está lejos de "la versión sesgada que llega a Occidente". "Las mujeres que te atienden en cualquier parte son muy habladoras y simpáticas. Todas dominan el inglés, van solas por la calle y conducen por todas partes", destaca.

Microbiología autóctona

Las reformas del príncipe heredero en los últimos tres años también han abierto el país a los extranjeros, de manera que Roig solo ha necesitado un visado de turista, en su primera incursión saudí. "Lo tramitas por Internet en cinco minutos", precisa.

En una de sus reuniones con una empresa en Riad, tratando el aprovechamiento de la materia orgánica, Roig explicó sus métodos con inoculantes bacterianos para que, en simbiosis con las raíces, los árboles puedan crecer sin regadío. "A partir de la microbiología autóctona. Sacar bacterias de las zonas donde les quede vegetación, con interacción de animales, y trasladarlas al terreno para regenerarlo. Les tuve que explicar que toda esa vida que queda bajo tierra es el sumidero de dióxido de carbono y no los árboles", precisa.

"¿Todo esto es posible?", se impactaron, los saudíes. De esa charla, le surgió la propuesta de mayor envergadura que ha recibido en la vida. Dentro de dos semanas, después de viajar a Uganda por un proyecto de comercialización de nueves de macadamia, le toca regresar a Arabia Saudí. Allí empezará a diseñar el proyecto que le solicitan a su empresa de ingeniería, con el objetivo de plantar 100 millones de árboles en un plazo de diez años.

Para ello, primero necesita diseñar un vivero de árboles locales con capacidad de producir diez millones de ejemplares al año. Un paso de gigante comparado con la propuesta de plantación de higueras que también le espera en Omán. "Solo 40.000", bromea.

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