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Testimonio

Una interna del centro de tuberculosis de Barcelona: "Lo primero que haré al salir es vivir"

Serveis Clínics, en Sarrià-Sant Gervasi, atiende a 47 personas infectadas de esta enfermedad. Son personas vulnerables, mayoritariamente extranjeras, que necesitan apoyo médico y social. Los casos de tuberculosis están aumentando en todo el mundo por culpa del covid-19

Mati, senegalesa de 29 años, es una de las internas del centro de tuberculosis de Barcelona, Serveis Clínics.

Los usuarios del centro de tuberculosis de BarcelonaServeis Clínics, son personas vulnerables y no solo porque estén enfermos. No todos tienen un hogar. Muchos lo comparten. Algunos han pasado por auténticos periplos migratorios hasta llegar a Cataluña. El centro, ubicado en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi, ha llegado a tener hasta 24 culturas diferentes conviviendo en su interior. La OMS calcula que se han detectado un 18% menos de casos durante el 2020. En 2020 hubo un 7% más de muertes en comparación con 2019. Ya es un problema de salud pública global y será un problema de primer orden en los próximos años, advierten los epidemiólogos.

En las historias de los internos de Serveis Clínics hay un dolor no siempre explicado pero sí fácil de percibir. Mati, natural de Senegal, tiene 29 años y lleva dos con tuberculosis. Ingresó en Serveis Clínics en octubre de 2021, aunque antes estuvo tres meses en el Hospital de Vic. Tiene dolor en la rodilla y en la espalda debido a la enfermedad y se ayuda de una muleta. La operaron de la columna para que no acabara en la silla de ruedas. "Como dejé el tratamiento una vez -porque me dolía mucho la garganta-, me hicieron venir aquí", relata esta joven. Tendrá que tratarse durante al menos un año.

Ludovic, de 38 años, es otro de los internos de Serveis Clínics. Ferran Nadeu

Mati cuenta poco de su pasado. Llegó a España con 14 años, no tiene familia aquí. No explica más, salvo que de vez en cuando, si es posible, viaja a Senegal a ver a la familia. Que antes trabajó como dependienta y camarera. "Lo primero que haré cuando salga de aquí es vivir. Yo soy una persona muy cerrada, solo salía para trabajar. Y al tener esta enfermedad me di cuenta de que no vivía. Y, ahora que lo quiero hacer, no puedo", relata. ¿Y por qué vivías tan cerrada? "Para que la gente no me lastimase, porque soy muy sensible", responde.

En el centro, explica, hace muchas actividades. "Jugamos al parchís, hablamos con la terapeuta, jugamos al bingo, vemos películas, damos paseos por fuera. Pero es difícil vivir encerrada. Antes tenías una vida", dice.

Junto a ella está Ludovic, de 38 años. Ambos conversan con El Periódico de Catalunya, medio que pertenece al mismo grupo editorial que este diario, en una de las salas del centro. Él tampoco tiene familia en Cataluña ("eso es duro", precisa) y cree que se contagió en Madrid tras visitar un centro con personas que habían llegado a España en patera. "Aquí, además de que son profesionales, tienen muy buen tacto". Le cuesta andar y también se ayuda de muletas. "Fue un choque cuando me diagnosticaron tuberculosis, creía que estaba erradicada". Aun así, dice que este tiempo de seis meses en que tiene que estar en Serveis Clínics le sirven para "reflexionar". Ludovic tenía una inmobiliaria en Benidorm, pero esta cerró hace tres años por una crisis. "Y luego enfermé". No cuenta más.

La sala de rayos equis de Serveis Clínics. Ferran Nadeu

Fragilidad personal

"Las personas que están aquí son frágiles, ya sea por cuestiones sociales o económicas. Y, como aquí tienen tiempo libre, se comienzan a cuestionar cosas. Nuestra tarea es contener la situación. Muchas de estas personas se encuentran con tuberculosis a los 25 años", dice la trabajadora social Núria Suárez. También, entre los usuarios, hay "mucho consumo de tóxicos" y "adicciones". En algunos momentos, Serveis Clínics ha dado también cobertura a menores extranjeros no acompañados. Suele haber, también, "barreras idiomáticas".

Muchos de estos usuarios, explica Suárez, están atravesando "procesos de duelo". Son personas que han dejado una vida tras de sí y que no siempre ven cumplidas sus expectativas sobre lo que encuentran en España. "Y además de esto se topan con la enfermedad. Muchos sienten que deben enviar dinero a sus familias y, al estar aquí y no trabajar, no pueden", cuenta esta trabajadora social. Porque, de entrada, la "tuberculosis" es "paralizante", pues requiere de un aislamiento de al menos dos semanas mientras se es contagioso.

Un interno hace rehabilitación en la sala de fisioterapia. Ferran Nadeu

Rehabilitación

Serveis Clínics cuenta también con una sala de fisioterapia, ya que los pacientes suelen llegar con "déficits de musculatura", como explica el fisioterapeuta Pere García. Algunos de ellos van en silla de ruedas porque tienen lesiones en la columna vertebral por la tuberculosis. "Aquí hacen talleres de ejercicios de lunes a viernes. También hacemos electroterapia, masajes, tratamientos de cicatrices… Porque los que están más graves acaban siendo operados y hay que tratarles las secuelas", dice García.

Serveis Clínics es un centro de tratamiento supervisado (llamado TDO). "Nos encargamos de que los pacientes tomen la medicación cada día durante un largo periodo de tiempo. También les damos apoyo físico y controlamos su estado de ánimo", cuenta la enfermera Núria Forcada. La enfermera destaca la importancia de seguir el tratamiento para ponerle cura a la enfermedad. Y alerta del retraso diagnóstico que hay en la tuberculosis: muchos médicos la confunden con otras enfermedades respiratorias, como neumonías o bronquitis. "Debemos acostumbrarnos a añadir la tuberculosis a la lista de sospechosos habituales", reza un cartel en una pared del centro. 

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