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Equinoterapia: cuando los caballos ayudan a las personas con discapacidad

La asociación Equitación Positiva lleva 19 años tratando a personas con discapacidad mediante el vínculo que generan con los caballos: "Trabajamos con necesidades no con diagnósticos"

Así son las terapias con caballos que ofrece la asociación Equitación Positiva en Oviedo. / ELENA G. DÍEZ

Cuando Néstor empezó a montar a caballo tenía nueve años, hipoplasia (desarrollo incompleto de tejido u órganos) y problemas de movilidad. Ahora tiene 22 y mantiene el equilibrio a lomos de Tormenta como si esta yegua marrón fuese una extensión más de su cuerpo. Ha ganado autonomía, capacidad motriz y seguridad en sí mismo. Todo esto ha sido posible gracias a la equinoterapia que realiza en la asociación Equitación Positiva, situada en el Asturcón, una modalidad para personas con discapacidad que utiliza a los equinos como mediadores para adquirir diferentes habilidades según las características de cada paciente. "Trabajamos con necesidades, no con diagnósticos", explica Odón Coto, uno de los profesionales del centro.

La organización, que se constituyó de forma oficial hace 19 años, cuenta con la labor de seis especialistas sociosanitarios y un mozo de cuadra. Psicólogos, fisioterapeutas, logopedas o trabajadores sociales se adaptan a las peculiaridades de cada usuario durante una hora a la semana para convertir un paseo a horcajadas en el tratamiento idóneo. "Huimos de los mitos de que los caballos curan. Se trata de una terapia como cualquier otra pero con un entorno que les motiva", afirma la trabajadora Yaiza Herrera, quien lleva 11 años en las instalaciones de la organización. También huyen de etiquetas, lo importante no es la enfermedad que padezca la persona, si no la manera de marcarse objetivos para ayudarla.

Natalia Castelao ayuda a Néstor Reinoso a preparar a Tormenta. / IRMA COLLIN

Son las cinco de la tarde y comienza la sesión de uno de los grupos. Llegan Hugo, de 14 años, Nel, de 16, Santi, de 29, y Néstor acompañados de sus respectivos progenitores, que esperan charlando a que culmine la jornada. Cada uno de ellos es atendido por su terapeuta correspondiente que les pregunta: "¿Vamos a la cuadra a por tu compañero?". La respuesta, al parecer, siempre es un sí con notas de emoción. Nube, Hana, Mandy y Tormenta son estos amigos cuadrúpedos inseparables desde hace años y lo demuestran dejándose querer con parsimonia. "Son muy buenos", dicen mientras les cepillan las crines y preparan monturas. Estas actividades, que a simple vista realizan como expertos en la materia, se consiguen con tiempo y persistencia.

"El cambio se nota muchísimo, ganan autonomía. Nosotros estamos a su lado para guiarles, corregir su postura e indicarles en caso de que lo necesiten; pero al final consiguen tomar decisiones de forma autónoma y aprenden de manera tranquila", dice Natalia Castelao, que es terapeuta ocupacional y se encuentra asistiendo a Néstor.

Los avances son también notables para los padres, Marta prieto cuenta que Hugo aprendió a montar en bicicleta a raíz de la hipoterapia: "Tenía falta de equilibrio y discapacidad visual. Empezó a venir aquí con 5 años y enseguida notamos un gran avance". "Desde el primer momento se entienden con el animal. Es un privilegio, en casi ningún sitio hay nada parecido", dice Begoña García, madre de Nel. Y parece ser verdad, porque al recibir ayudas e instalaciones por parte del Ayuntamiento, permite dar a los participantes la atención que requieren a un precio menor del que costarían unas clases de hípica normales, que suelen ser un privilegio. "No queremos que sea algo elitista", reconoce Herrera.

Santiago Wilting a lomos de Mandy con Cristina Fernández. / IRMA COLLIN

Una vez que los corceles están aseados y ensillados llega la hora del paseo. Los cuatro jinetes acceden a una rampa que les facilita la subida al animal y se acomodan dispuestos a ver atardecer entre los terrenos del centro hípico. "Evaluamos a los caballos para que tengan un dorso y altura determinada, que no presenten manías como morder o dar coces y con una edad que les dote de carácter poco impulsivo", asegura Castelao. Los particulares monitores van escoltando el camino pero dejan el protagonismo y la libertad de actuación a los jóvenes, que en todo momento se desenvuelven con soltura.

Santiago Wilting le da una zanahoria a Mandy. / IRMA COLLIN

Finaliza la jornada al paso y con alguna que otra sonrisa de satisfacción. Ahora, queda la peor parte, volver a ver el mundo a estatura normal y esperar hasta la semana siguiente para regresar junto a estos terapeutas con herraduras. Así, pasan las décadas, mientras Néstor, Hugo, Nel y Santi toman las riendas de su vida.

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