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Gastronomía

El roscón de Reyes me riscó la trucha

Su origen es francés, el de los ‘gâteaux de rois’ que asumió la Villa y Corte y se extendieron a provincias

Hay que ’estar al loro’ y comprobar que la nata no es un mix de grasas vegetales. E. D.

No hablamos de un asunto que tenga que ver con la actividad pesquera, ni siquiera de una disputa entre diferentes especies, sino de un duelo mucho más dulce y, por encima de todo, incruento. Y es que, de un tiempo a esta parte, ese roscón de rancio abolengo ha ido restando protagonismo a nuestras modestas truchas, ya sean de batata o de cabello, que las familias isleñas han saboreado de generación en generación. 

No se trata de una cuestión relacionada con la pesca, ni tampoco de una disputa entre especies, sino de un duelo mucho más dulce. Y es que, de un tiempo a esta parte, el roscón de reyes le ha ido restando protagonismo a las modestas truchas canarias, esos bocados de batata o boniato, unos, y de cabello de ángel o pantana, otros, que se han saboreado en Canarias de generación en generación y cuya presencia en los hogares isleños es un anuncio de que llega la Navidad. De antiguo era costumbre que las mujeres de la familia se reuniesen los días previos a las fiestas con vecinas o amigas, para ayudarse en la tarea, ya que la elaboración de la receta tradicional era bastante laboriosa, hasta tener incluso que hacerla de varias veces. Así, un día preparaban la masa (aceite, harina y reposo), otro el relleno (batata o pantana, azúcar, limón, almendra, huevo, canela y matalahúva), y por último las freían, dándoles esa singular forma de empanadillas.

El Diario de Tenerife recogía en su edición del 7 de enero de 1905 la presencia de estos dulces en el festejo celebrado por la Junta del Hospital de Niños; La Opinión del 12 de abril de 1906 relataba cómo las truchas habían sido uno de los bocados con los que la isla de El Hierro agasajó al monarca Alfonso XIII en su visita real y también figuran estos dulces en los menús de diferentes restaurantes y fiestas (referencias en La Prensa o El Progreso) ya desde aquellos primeros años del siglo XX.

Lo del roscón de reyes, por su parte, tiene sabor a rancio abolengo. En enero de 1848, periódicos madrileños se hacían eco de las reuniones de varias familias con objeto de «comer un gran bizcocho que llaman torta de Reyes», en el que se introducía una almendra, «y aquel a quien le toca se llama rey (...) y paga una comida o merienda a todos los concurrentes». Desde entonces su popularidad fue creciendo progresivamente. Pero no hay que llevarse a engaño: el origen del roscón de reyes es francés. Ya hablaba el periódico La Época en enero de 1889 de aquellos ricos gâteaux des rois, «cuyas escondidas habas designarán como reyes de la fiesta á los felices mortales á quienes la suerte otorgue la fortuna de su posesión».

Era costumbre que las mujeres se reuniesen antes de las fiestas con vecinas o amigas para ayudarse en la elaboración de las truchas, cuya receta resultaba algo laboriosa

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Y se cuenta que en la Villa y Corte la fabricación aumentaba cada año, y cómo poco a poco la costumbre se fue extendiendo a las provincias. Precisamente, en la Gaceta de Tenerife del 7 de enero de 1934 publica una extensa receta del roscón de Reyes. Su implantación y popularidad en el Archipiélago ha sido cuestión de tiempo. Así, introducido poco a poco por el funcionariado peninsular destinado al Archipiélago y asimilado como un suculento negocio por las pastelerías, panaderías y las grandes superficies, su presencia en las mesas y entre regalos el Día de Reyes resulta ahora algo asumido. Eso, aunque sigamos sin comernos las frutas escarchadas pero, ahora bien, que a nadie se le ocurra quitarlas: la tradición es la tradición.

Eso sí, hay que estar al loro, ya que una práctica muy común en quienes elaboran estos roscones de Reyes es sustituir la nata por un mix de grasas vegetales. Nada original.

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