La exposición total de los preadolescentes a los campos electromagnéticos emitidos por los dispositivos de comunicación móvil durante el día no está asociada a alteraciones del sueño, según un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), impulsado por la Fundación ‘la Caixa’. Sin embargo, los resultados publicados en Environmental Research sugieren que puede haber un efecto sobre el sueño cuando la exposición se produce durante la noche.    

El sueño es crucial para la salud y el desarrollo de los adolescentes y, sin embargo, muchos de ellos no duermen lo suficiente. El uso de móviles y otros dispositivos es una de las causas, y podría estar relacionado con el estrés mental, la exposición a la luz azul y/o la exposición a los campos electromagnéticos de radiofrecuencia (CEM-RF) que dichos aparatos emiten. 

«Hay muy pocos estudios que examinen el posible efecto de los campos electromagnéticos sobre el sueño», dice Mònica Guxens, investigadora de ISGlobal y autora principal del artículo. En particular, ningún estudio ha integrado las exposiciones de fuentes de CEM-RF durante el día, ni ha evaluado si el momento de la exposición (día o noche) tiene impacto.

En este estudio, Guxens y su equipo estudiaron a más de 1.500 preadolescentes de entre 9 y 12 años, pertenecientes a la cohorte holandesa Generación R y a dos subcohortes españolas del Proyecto INMA, y estimaron la dosis total de CEM-RF recibida por el cerebro de cada participante durante el día, tanto de fuentes ambientales (antenas de televisión y radio, WiFi, estaciones de telefonía móvil) como de fuentes proximales (uso personal de móviles e inalámbricos, tabletas y ordenadores). La información se recogió mediante un cuestionario. Para un pequeño grupo (unos 300 participantes), el equipo investigador también recogió información sobre el uso de móviles después de las 7 de la tarde, y midió el sueño durante siete días mediante el uso de un dispositivo portátil (un acelerómetro de muñeca) y diarios de sueño.

Los resultados muestran que, en promedio, los preadolescentes pasan casi 50 minutos al día mirando pantallas de dispositivos móviles y 2,5 minutos al día haciendo llamadas telefónicas. Estas últimas son la principal fuente de CEM-RF para el cerebro. Hubo diferencias en el uso de dispositivos entre las diferentes cohortes, pero no se encontró ninguna asociación entre las dosis de CEM-RF recibidas a lo largo del día y los trastornos del sueño. La media de sueño fue de 7,5 horas. Solo el 20% declaró haber hecho o recibido llamadas por la noche, pero aquellos con dosis elevadas debido a llamadas telefónicas nocturnas mostraron una reducción en la cantidad de sueño (12 minutos menos de media).

«No podemos excluir que este efecto se deba a otros factores relacionados con la llamada telefónica y no a la exposición a CEM-RF», afirma Alba Cabré-Riera, primera autora del estudio. «Pero nuestros resultados sugieren que las dosis de CEM-RF absorbidas por el cerebro durante la noche podrían ser más relevantes para el sueño de los adolescentes», añade.