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Hacia las ciudades sostenibles

En 2050, el 68% de la población vivirá en zonas urbanas, cada vez más expuestas a los efectos del calentamiento global | Estas son algunas formas de adaptarlas a la nueva situación

Un carril para bicicletas.

El año 2020 no solo será recordado por la irrupción de la pandemia, sino por ser el más caluroso desde que se tienen registros, según señala la NASA, que midió un aumento de 1,3ºC de la temperatura superficial del planeta con respecto al siglo XIX.

Un operario blanquea el techo de un edificio. | | SHUTTERSTOCK

Ese calentamiento global se está acentuando más en las ciudades que en las zonas rurales por varios factores, como el aumento de la población derivado de los éxodos rurales, la rápida urbanización (se calcula que para 2050, el 68% de la población del planeta vivirá en áreas urbanas) y la aparición de fenómenos como las islas de calor, propiciados por la gran capacidad de absorción de calor que tienen los materiales de construcción urbanos.

Un carril para bicicletas. | | PIXABAY

Con este panorama, hay proyecciones que alertan de un incremento de hasta 4ºC de media en las ciudades para 2100, lo que triplica los límites fijados en el Acuerdo de París.

Asimismo, las investigaciones demuestran que las emisiones de gases de efecto invernadero están relacionados con los fallecimientos de la población. Un informe del Instituto de Salud Global de Barcelona sitúa a Madrid como la ciudad europea con más muertes asociadas a la alta concentración de dióxido de nitrógeno (39,2 miligramos anuales por metro cúbico).

Además, muchas urbes están amenazadas por la subida del nivel del mar: más del 90% de las zonas urbanas están en zonas costeras, por lo que para 2050 más de 800 millones de residentes urbanos podrían verse alcanzados por inundaciones en el litoral. «Gestionar productivamente el exceso de calentamiento en las ciudades mediante la mitigación de las islas de calor urbanas y la adopción de prácticas de refrigeración más respetuosas con el clima es una prioridad urgente», recalca el informe Golpeando el calor: un libro de refrigeración sostenible para las ciudades impulsado por la Unión Europea, que hace una serie de recomendaciones para convertir a las urbes en espacios más frescos y sostenibles. Crisis Climática recoge algunas iniciativas para sumar a las ciudades a los objetivos de adaptación y mitigación ante los desequilibrios climáticos:

‘Techos fríos’

Una iniciativa poco costosa para reducir la acumulación de calor en las urbes es la creación de techos fríos, que consiste únicamente en pintar de blanco la cubierta de los edificios para aumentar el efecto albedo, esto es, la capacidad de una superficie para reflejar el calor y no absorberlo como ocurre con los colores oscuros.

Un reciente estudio del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona, publicado en la revista Urban Climate, concluyó que si se combinan los techos fríos con un aumento de zonas verdes en las ciudades más densas, la temperatura podría descender casi cinco grados durante el día.

Más arbolado y vegetación

Precisamente, el aumento de vegetación es clave. Aumentar las áreas arboladas y ajardinadas ayuda a combatir el efecto ‘isla de calor’ que caracteriza a las ciudades, bajando la temperatura varios grados.

Instalar cubiertas verdes en las azoteas no es solo una buena forma de dar utilidad a un espacio que tiende a estar en desuso, sino que es un gran arma contra el aumento de temperatura. Los tejados ajardinados disfrutan de una mejor impermeabilidad y mejoran el aprovechamiento térmico, ya que evitan un sobrecalentamiento de los edificios en verano y un excesivo enfriamiento en invierno. Por otro lado, actúan como pequeños oasis secuestradores de gases de efecto invernadero así como aislante acústico. La creación de jardines verticales, aprovechando fachadas inactivas, es otra opción.

Movilidad limpia

Los primeros compases del desconfinamiento aumentaron el interés por la bicicleta en la población. Algunos ayuntamientos aprovecharon la coyuntura para acelerar los planes de movilidad y otorgar más espacio a los ciclistas urbanos. Es el caso de Granada, que ha impulsado un plan para ampliar de 15 a 75 kilómetros la extensión de los carriles bici o Barcelona, que está dedicando al estacionamiento de las bicicletas ciertas partes de los parkings públicos.

Corredores de ventilación

La planificación urbanística puede hacer que una gran avenida se convierta en un corredor de ventilación, un recurso que Pekín ya puso sobre la mesa para favorecer la dispersión de la contaminación a través de parques, ríos y lagos. Las corrientes de aire controladas no solo reducen las concentraciones de gases contaminantes en la esfera urbana, sino que contribuye a refrescarla.

Por ello, en las zonas del litoral se recomienda que las calles principales se orienten de forma perpendicular a la línea costera para aprovechar la entrada de la brisa marina, en lugar de levantar la clásica franja de altos edificios construidos en paralelo al mar, características de la Costa del Sol o el litoral valenciano, en España, y que solo sirven para bloquear la ventilación.

Plantas de biogás

En torno al 40% de la basura urbana se corresponde con residuos orgánicos que, en la mayoría de los casos, no se reciclan bien y acaban en el contenedor gris, mezclado con desechos no biodegradables. Un gran número de urbes ya cuentan con el contenedor marrón, dedicado solo a la basura orgánica como restos de fruta, verdura, cáscaras de huevo, espinas de pescado, restos de jardinería…

Esta biomasa sirve como materia prima para la fabricación de biogás, capaz de generar energía eléctrica o térmica o, incluso, si se somete a un proceso de purificación, puede convertirse en biometano, una suerte de gas natural renovable apto para ingresarse en la red gasista. La planta de Valdemingómez en la Comunidad de Madrid, pública, o la de Villalonquéjar en Burgos, privada, inyectan ya biometano a la red de gas convencional.

Huertos urbanos

Los huertos urbanos son una práctica cada vez más extendida y popular en las ciudades, ya que ofrecen la posibilidad de conectar con la naturaleza sin alejarse de casa y, además, contribuyen al aprovechamiento saludable de zonas urbanas abandonadas. Permite a sus usuarios ingerir frutas y verduras frescas, de proximidad y no envasadas, por lo que reducen la emisión de gases de efecto invernadero, así como el uso de envases y envoltorios no biodegradables.

Refrigeración fluvial

Una de las iniciativas más destacadas en la cumbre de Glasgow para combatir el calentamiento en las ciudades fue la impulsada por el Ayuntamiento de París, que emplea el río Sena como un sistema de refrigeración.

Así, cuando la temperatura fluvial baja de los 8ºC, el agua del río se distribuye por oficinas, bancos, tiendas, hoteles y otros edificios, para que actúe como un refrigerante gratuito. Por la noche, la demanda de refrigeración cae, por lo que se almacena esa energía térmica como agua helada o como hielo, que luego empleará durante las horas en las que se producen los picos en el uso de este sistema.

Estudio de olas de calor

En Sevilla, varias instituciones académicas y el Ayuntamiento de la ciudad están desarrollando un sistema de categorización de las olas de calor en función de su impacto en la salud humana, de manera que puedan anticiparse las medidas preventivas de protección de la población.

En esa estrategia, que estará lista para el verano de 2022, se incluye la creación de refugios climáticos o el incremento de personal en las urgencias de los hospitales en presión de próximas olas de calor.

El objetivo es poder pronosticar con mayor anticipación este tipo de fenómenos y tener disponibles acciones mucho más concretas para hacerles frente, en vista de que cada vez serán más frecuentes debido al proceso de calentamiento global que afecta al planeta. Muchas muertes pueden evitarse con la aplicación de programas de este tipo.

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