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Javier Bauluz Fotoperiodista y reportero

«El odio es mucho peor que el covid-19 y la mejor vacuna es la empatía»

«Intento hacer fotografías que lleguen al corazón y la cabeza, y no con el estómago», afirma el fotoperiodista y reportero

El fotoperiodista Javier Bauluz, durante un acto celebrado en el Espacio Cultural de CajaCanarias de la capital tinerfeña. Carsten W. Lauritsen

El fotoperiodista asturiano Javier Bauluz acaba de presentar su libro ‘La ruta canaria. Más allá del muelle’, un proyecto centrado en la migración. El premiado con el Pulitzer y más recientemente con el 

de la Fundación García Márquez advierte de que el fascismo avanza y que del odio se pasa a la matanza. «La política es alejar y hacer más difícil el trabajo de los fotógrafos sobre la inmigración», apunta.

¿Cómo es su libro La ruta canaria. Más allá del muelle, que acaba de presentar en la III Bienal de Santa Lucía de Tirajana?

Este trabajo surgió y se realizó en relación a la crisis migratoria de Canarias de 2019 y 2020, y no sólo respecto al campo de concentración se refugiados que se convirtió el muelle de Arguineguín, en Mogán, sino en las siguientes etapas y hechos que sucedieron después. Vine a Gran Canaria por doce días y me quedé viviendo en la Isla y trabajando como fotoperiodista siete meses. Cuenta con 110 fotos, de las que una decena están hechas en el muelle de Arguineguín. Es el primer libro sobre la ruta canaria de la migración,

¿Qué aportan sus imágenes en esta publicación?

La fotografía explica y dice cosas que no se pueden explicar con palabras, o se tardaría mucho más. Es un lenguaje universal. En ellas se captura información y sensaciones. En este caso informa de la violación masiva de los derechos de miles de personas por parte de los responsables políticos. Hablamos de hacinamiento de 2.700 personas en 3.000 metros cuadrados, en el caso del muelle, con falta de comida, durmiendo en el suelo y con poco espacio para cada uno. Hablamos de miles de posibles refugiados sin poder acogerse al derecho de asilo. Hubo cientos de devoluciones. Esas malas condiciones de vida también se produjo en el campamento de Barranco Seco y en el cuartel Canarias 50, en La Isletas [ambos en Las Palmas de Gran Canaria]. Las islas eran cárceles.

¿Cómo eran las condiciones de trabajo para los fotógrafos y periodistas durante esa crisis migratoria?

Con grandes dificultades, pero vi pasar a 12.000 personas. En el muelle de Arguineguín estábamos muy distanciados del lugar de desembarco de la Salvamar y de dónde convivían cientos de migrantes. En vez de poder hacer fotos de las expresiones de dolor, miedo o de la alegría de un niño con su madre, tomábamos imágenes de bultos, no de personas. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska prohibía a los ciudadanos ver la realidad, sino imágenes de bultos con las mantitas de Cruz Roja para tranquilizar a las conciencias. Era una forma de ocultar y de no dejar ver. Los fotoperiodistas somos un objetivo policial y militar, como está pasando ahora en la frontera de Polonia Bielorrusia, donde no se permite trabajar, si no que te alejan; y en la frontera turca-griega, donde estuve [en Turquía] en una jaula y en varias celdas e instituciones durante siete horas, mientras los griegos lanzaban de todo, gases lacrimógenos, balas y agua contra los migrantes que querían entrar en Grecia al estar la frontera turca abierta.

¿Recibió otro premio?

El viernes de la pasada semana. Fue el premio de la Fundación García Márquez por la mejor cobertura sobre la crisis migratoria de Canarias. Lo hicimos la periodista María Martín y yo con trabajos que publicamos en El País. Parece que los locos no fuimos nosotros [por quedarnos los siete meses en la isla] [se ríe]. Habían 400 aspirantes.

Aparte de conflictos y dramas en Centroamérica, África, los Balcanes y Oriente Medio, ¿ya tenia otra experiencia en España sobre migración y derechos humanos?

Estuve en la crisis migratoria de Ceuta. Ahora están cerradas las fronteras con Marruecos en Ceuta y Melilla con el argumento de la pandemia, y tiene fuerza la ruta por Canarias. Como ha pasado en las dos ciudades autónomas y en el Mediterráneo, al cerrar una ruta se producen más muertos y más dolor. Ya llevo 25 años dedicados a la migración. En 2016 hice la ruta con migrantes desde Turquía y Grecia hasta Alemania.

¿Qué piensa, al ser testigo en primera fila de las olas de migración en Europa?

En una ocasión me dije: ‘Acabo de sacar una foto al corazón de un monstruo’. En Gran Canaria he visto entre febrero y marzo de 2020 a ciudadanos pobres que quieren echar a los migrantes en base a mentiras e ideas tergiversadas. He visto manifestaciones en el sur de la Isla y en la capital en contra de los inmigrantes, como también cacerías contra ellos. Está claro que crece la xenofobia, no sólo en Canarias y el resto de España y Europa, sino en todo el mundo. Y se empieza con criminalizar al migrante, al refugiado y al musulmán. Así se empezó en Ruanda y luego se pasó a la acción con machete en mano, matando a 800.000 personas en tres meses. Lo mismo en los Balcanes, pasando del discurso del odio a la matanza. El fascismo está avanzando desde el 1 de enero de 2016. El odio es mucho peor que el covid-19 y la mejor vacuna es la empatía.

¿Qué busca con la fotografía?

Intento hacer fotografías que lleguen al corazón y la cabeza, y no al estómago, es decir, que la imagen te haga sentir y pensar, y no ganas de vomitar y que luego pases de lo que has visto.

En este repaso a la migración en el Atlántico, como por el Mediterráneo, Salvamento Marítimo y los barcos Salvamar tienen su protagonismo, ¿no?

Los tripulantes de cada barco Salvamar son auténticos héroes cuyas manos no son suficientes para hacer lo tanto que hacen para rescatar a cientos de personas de las pateras. Y eso que son tripulaciones escasas para tanto trabajo.

¿Cómo valora que la Bienal de Santa Lucía esté dedicada al fotoperiodismo?

Es magnífico que no sea sólo en las capitales donde se hagan estas iniciativas, y que llegue la formación y la cultura. Es maravilloso. Hice exposiciones de otros trabajos y fueron en las calles, que es mejor que en los museos y en las salas. Las imágenes crean empatía. No descarto hacer una exposición sobre este trabajo respecto a la ruta canaria de la migración.

Usted es el primer español que ha recibido el premio Pulitzer en 1995, en la compañía Associated Press, por su trabajo fotoperiodístico en Ruanda. ¿Qué beneficios le proporciona contar con este premio?

Pocos. Lo bueno es que me dejan hablar más y me hacen más entrevistas [ afirma entre risas].

¿Aumenta la presencia femenina en el fotoperiodismo?

Antes eran muy pocas, como sucedía en los años 90 del siglo pasado, las que se dedicaban a esta profesión que antes era vetada para ellas. Ahora hay más que antes. La estadounidense Corinne Dufka sustituyó a un compañero que mataron los soldados en El Salvador. Así empezó ella, a la que yo le hubiera dado el premio Pulitzer por su buen trabajo que realizó durante el genocidio en Ruanda en 1994. Cabe recordar que uno de los criterios para la entrega de este premio, por lo menos en la época en la que me lo concedieron, es que el reportero trabaje para una empresa estadounidense cuando había hecho el trabajo fotográfico, como era mi caso. En cambio, Corinne lo hacía para Reuters, compañía británica.

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