VIOLENCIA SEXUAL

«En el modelo que da la pornografía no cuenta el deseo o el permiso de la mujer»

La doctora Alario dice que vídeos de agresiones sexuales en grupo excitan a varones porque refuerza su «estatus» de poder

Imagen de archivo de una mujer prostituida

Imagen de archivo de una mujer prostituida / E. D.

Santa Cruz de Tenerife

Mónica Alario es doctora en Estudios Interdisciplinares de Género y experta en violencia sexual y pornografía. Y el pasado jueves participó en las conferencias Más allá de la violencia física. Respuestas frente a las violencias ocultas, una iniciativa promovida por la Consejería de Justicia del Gobierno de Canarias. Alario explicó que, durante los años que realizó su tesis y donde analizó el contenido de un número considerable de vídeos pornográficos, llegó a la conclusión de que en ninguno de ellos se tenía en cuenta el deseo o el consentimiento de la mujer, la adolescente o la niña para iniciar el acto sexual. Y recordó que ese es el modelo que siguen muchos menores de edad y jóvenes como educación sexual. En opinión de la doctora Alario, siempre que no concurran el deseo y el permiso de la mujer para mantener relaciones, existirá violencia sexual, con independencia de que haya dinero por medio o no.

A juicio de esta investigadora, resulta fundamental diferenciar entre deseo y consentimiento. Es decir, hay situaciones en que la mujer ni tiene deseo de mantener sexo ni da su consentimiento. Y, en otros casos puede dar su consentimiento, sin desear tales relaciones, como puede ocurrir con las mujeres prostituidas; o bien desearlas, pero no dar su permiso para iniciarlas. Por eso Mónica Alario insiste en la importancia de que coincidan ambos factores para considerar que existe una relación sexual como tal. Es decir, que la voluntad y el deseo deben ser recíprocas entre las partes.

En su extenso estudio acerca de los valores que refleja la pornografía con relaciones heterosexuales, el hombre siempre figura como el «sujeto» protagonista que necesita ver cubiertas sus necesidades sexuales y que «siempre», según la mencionada investigadora, «va a verse satisfecho en su deseo por el acceso al cuerpo de una mujer o de una niña».

Para la mencionada doctora, en estos vídeos pornográficos de relaciones heterosexuales, los personajes femeninos «son objetos que están deshumanizados» y «da igual que se trate de sexo o de violencia sexual» lo que reflejen las imágenes.

«Educación sexual»

Para la ponente invitada a las Jornadas del Ejecutivo canario, el mensaje subliminal que se le transmite a chicos adolescentes y jóvenes que reciben su educación sexual a través de la pornografía es que la voluntad, el deseo o el consentimiento de la mujer carece de importancia alguna siempre que él pueda cumplir sus objetivos de forma inmediata. Y tales archivos de imágenes son vistos en la actualidad por menores de ocho, nueve o diez años, por ejemplo, en la medida en que ha descendido la edad media del inicio del consumo de este tipo de productos audiovisuales.

En opinión de la experta en Estudios Interdisciplinares de Género, uno de los conceptos que ha trascendido a lo largo de varias generaciones de hombres es la falsa idea de que, cuando la mujer dice «no» en un primer momento, en realidad quiere expresar una respuesta afirmativa para tener relaciones.

Según el planteamiento de Alario en su conferencia, esa negativa inicial de la mujer, genera mayor sensación de poder en el hombre si finalmente consigue mantener las relaciones sexuales de manera más o menos forzada, o de forma más o menos violenta.

Durante el tiempo en el que se prolongó la realización de su tesis doctoral acerca de la situación de las mujeres en los vídeos pornográficos, Alario detectó que el archivo que tenía un mayor número de descargas era, con una gran diferencia, una agresión sexual de varios hombres a una chica, que intentaba escapar, pero que no lograba su objetivo.

Buscar el reconocimiento

En base a «la educación patriarcal» que reciben algunos niños y adolescentes, los varones tienen que estar en una relación de superioridad respecto a la mujer, también a la hora de mantener relaciones sexuales, señaló Alario. Y, a partir de ese momento, necesitan también que el grupo los acepte como hombres. Es decir, que no solo buscan satisfacer sus necesidades sexuales para mantener su «estatus» de poder, sino también que otros hombres los identifiquen y coloquen en tal posición, aclaró la investigadora. 

En ese contexto cabe situar las agresiones sexuales cometidas en grupo a una menor o una joven, que, además, son grabadas con teléfonos móviles por los propios participantes en el citado delito, como fue el caso de «La Manada» en su momento. 

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El inspector jefe del Grupo de Análisis de la Información de la Unidad de Coordinación de Operaciones de la Policía Nacional en Santa Cruz de Tenerife, Javier Sarmiento, también intervino en una de las mesas de debate de las jornadas Más allá de la violencia física. Respuestas frente a las violencias ocultas. Sarmiento animó a las mujeres que reciben mensajes de acoso sexual o para que envíen fotos o vídeos en actitud sexual a que denuncien y a que no borren los citados textos, sino que los conserven y hagan «pantallazos» de los mismos, ya que en la investigación del caso y en la instrucción judicial pueden servir como una prueba importante de la infracción penal que se ha cometido. Pero advirtió de que el trabajo para esclarecer cada delito a través de internet comienza con la interposición de la denuncia por parte de la persona afectada. En opinión del citado mando policial, en ocasiones, la ira del presunto autor de los hechos le lleva a «subestimar» la investigación que se sigue contra él. Sarmiento reconoció que, en algunos casos, existen redes sociales que no facilitan, precisamente, la obtención de datos relevantes por parte de los cuerpos de seguridad, en función de la legislación del país donde están radicadas.

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