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COP26

Glasgow busca cómo controlar las emisiones de cada país

Los gobiernos ya han empezado a trabajar en el redactado final del acuerdo, que se presentará este viernes

Activistas protestan en Glasgow contra la subida del nivel del mar.

Hace ya nueve días que gobiernos de todo el mundo debaten en la Cumbre del Clima de Glasgow (COP26) sobre cómo hacer frente a todas las caras de la crisis climática. Se ha hablado, y mucho, de la diferencia entre las medidas pactadas para frenar el avance del calentamiento global y las que realmente lo conseguirían. También se ha discutido a regañadientes sobre cómo se entregarán las ayudas a los países del sur global que, pese a ser los menos contaminantes de globo, son los que ahora están sufriendo las consecuencias más graves de esta crisis ecológica. Todavía hay muchas cuestiones en el aire pero, tras más de una semana de negociaciones, el tiempo del debate está llegando a su fin. A partir de este martes, Glasgow tendrá que empezar a definir el texto final del acuerdo de esta Cumbre; el compromiso que podría (o no) cambiar el futuro del planeta. 

Solo faltan tres días para que la Cumbre del Clima de Glasgow llegue oficialmente a su fin y, según ha declarado este martes el presidente de la COP26, Alok Sharma, "todavía queda una montaña por escalar". "Estamos haciendo progresos, pero aún queda mucho por hacer en los próximos días. Los compromisos pactados hasta la fecha suponen un avance pero necesitamos ir más allá para conseguir el objetivo de los 1,5 grados", ha argumentado el portavoz de las negociaciones en una rueda de prensa celebrada esta tarde. La organización de la Cumbre estima que, si no hay ningún imprevisto, este miércoles se publicará el segundo borrador de las negociaciones y el viernes se anunciará el resultado final.

Uno de los temas más controvertidos que ahora mismo hay sobre la mesa de debate tiene que ver con los mecanismos de transparencia que, de ahora en adelante, los países van a tener que aplicar para demostrar sus niveles de polución. Hasta ahora, el hecho de que fueran los propios gobiernos los que calcularan sus niveles de emisiones sembraba dudas sobre la veracidad de los balances. Una reciente investigación del diario ‘Washington Post’, de hecho, desvela la “enorme brecha” entre los balances que los gobiernos entregan a Naciones Unidas y las reducciones que, efectivamente, están realizando. Por eso mismo, según ha podido comprobar este diario, una de las propuestas que se están trabajando durante esta Cumbre es la creación de un comité científico independiente encargado de monitorizar los niveles de emisiones globales y hacer balance de quien realmente está cumpliendo sus compromisos y quien no. 

Desconexión con las "voces de la calle"

Mientras en el interior de la Cumbre del Clima se sigue hablando de crisis climática en términos técnicos, políticos y económicos, en las calles de Glasgow el discurso es otro. Este martes por la mañana, decenas de activistas se han vuelto a concentrar en las puertas del recinto de la COP26 para hacer oir su voz. Portavoces de los pueblos originarios de Brasil, por ejemplo, han tachado las políticas medioambientales de Bolsonaro como "un crimen contra la humanidad, un genocidio y un ecocidio". También han reprochado que, una vez más, las negociaciones sobre el futuro del Amazonas no estén teniendo en cuenta a las personas que habitan esas tierras; los indígenas.

Una de las quejas más repetidas por activistas y manifestantes es "la desconexión entre la calle y la mesa de negociaciones". Este año, los protocolos covid-19 han blindado, todavía más, la zona de donde se desarrolla el debate político. Ahora mismo, de hecho, para acceder al recinto donde se están tomando estas decisiones es necesario una acreditación oficial (solo disponible para un número limitado de asistentes), una prueba de antígenos negativa y pasar por múltiples controles de seguridad. En la práctica, esto supone más de un kilómetro de distancia entre el epicentro del debate político y el lugar donde la ciudadanía está expresando sus inquietudes.

Un activista se manifiesta ante las puertas de la Cumbre del Clima de Glasgow, este martes. Valentina Raffio

Los activistas temen que, un año más, la Cumbre del Clima se cierre con un acuerdo demasiado débil y demasiado difuso para hacer frente al avance de la crisis climática. Y eso que, según certifican innumerables informes, millones de personas en todo el mundo ya están expuestas a algunas de las consecuencias más devastadoras de esta crisis. Para mostrar la gravedad del problema, este martes un grupo de activistas ha utilizado las aguas de río Clyde, que bordea el recinto de la COP26, para mostrar cómo el aumento del nivel del mar sigue avanzando pese a "las promesas vacías" de los principales líderes globales. "Glasgow es la última llamada para la acción climática", han gritado a pleno pulmón los activistas con la esperanza de que sus voces se oyeran desde las mesas de negociaciones. 

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