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Reflexión

Quinta oleada covid. ¿Por qué? ¿Y ahora qué?

Las vacunas son parte de la solución pero no toda la solución | No se supo explicar que la inoculación no era suficiente y tuvimos un verano con récord de casos

Un sanitario vacuna a una tinerfeña en el pabellón Santiago Martín de La Laguna. Andrés Gutiérrez

¿Por qué? Canarias ha dejado atrás la quinta ola de la pandemia, una embestida que ha dejado desde junio en las Islas las peores cifras de contagios, casos activos y fallecidos registrados desde el inicio de la misma. A día de hoy sigue siendo de las comunidades que más ingresados quedan en las UCI por covid de todo el país. Son muchas las preguntas y muchos los porqués que podemos formularnos sobre esta quinta oleada que no podíamos permitirnos y que tanto advertimos.

¿Por qué esta oleada ha sido récord de casos y fallecidos estando la vacunación en marcha? Podríamos resumirlo en una frase: política frente a ciencia. Pero hay muchas otras preguntas a las que nadie ha dado respuesta, que tampoco se van esclarecer más adelante, me temo, y que han quedado sin explicar antes del verano. Esas respuestas hubieran ayudado a que la ansiada normalidad pudiera haber estado más cerca con el nuevo curso escolar y pudiera haber conseguido menos fallecidos e ingresados en las UCI.

¿Por qué no se le explicó a la población que las vacunas no eran infalibles y que, a pesar de estar vacunados, podíamos infectar? Las vacunas tienen una efectividad del 90% para las variantes iniciales y hay estudios que aseguran que esta cifra puede disminuir un 20 o 30%. Además no son esterilizantes, por lo que, una cosa es que te protejan frente a enfermedad grave y otra que no puedas infectar. ¿Por qué nadie ha explicado bien esto? ¿Cuántas personas hemos oído diciendo que «como ya estoy vacunado, ya ni me contagio ni puedo contagiar»?

¿Por qué no se explicó que para que el virus minimizara la generación de nuevas variantes y más contagios había que seguir manteniendo medidas restrictivas como evitar aglomeraciones y seguir fomentando el uso de la mascarilla el mayor tiempo posible, además de seguir vacunándonos? A más contagios, más muta el virus y provoca nuevas variantes, buscando seguir infectando más y saltarse las vacunas. Enviar mensajes relajantes como la retirada de las mascarillas días antes de la finalización del curso académico, cuya población era precisamente la no vacunada, como poco, es denunciable. Por no recordar las previsiones del Ministerio Sanidad de nuevo en cuanto a que los casos de la variante Delta iban a ser aislados, como cuando el 8M, con respecto a la variante original. La mayor infectividad del virus hacía más necesario el refuerzo de las medidas de protección sanitarias y, sin embargo, se hizo todo lo contrario. Además, se dijo que antes del verano estaría la población vacunada al 70%, cosa que todos los expertos confirmaron que no se cumpliría. ¿Alguien ha oído alguna disculpa o autocrítica?

¿Por qué no se ha aceptado la mano tendida del Partido Popular para aprobar por mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados una Ley Orgánica nacional de pandemias que actualice la Ley de Salud Pública de 1986? La inexistencia de legislación actualizada para problemas de salud pública de este calado ha llevado a un caos jurídico que ha impedido mantener algunas medidas para minimizar aglomeraciones como el toque de queda, tras no renovarse el estado de alarma, y que, de mantenerse, hubiera conseguido menos infectados y, por tanto, menos muertos. Además, hubiera evitado que existieran 17 modelos de gestión distintos e, incluso, hubiera puesto en marcha la creación de una Agencia Nacional de Salud Pública y Calidad Asistencial para reforzar medidas sanitarias.

¿Por qué no se explicó que para que el virus minimizara la generación de nuevas variantes y más contagios había que seguir manteniendo medidas como evitar aglomeraciones o fmentar el uso de la mascarilla el mayor tiempo que fuera posible?

¿Por qué no se reforzaron controles en los aeropuertos y puertos de Canarias con realización in situ de test, sanitarizando las instalaciones aeroportuarias, en vez de permitir la entrada de pasajeros sin ellos, teniendo en cuenta nuestra insularidad y que no hay carreteras, sobre todo observando la explosividad de casos en Canarias desde antes del verano que sugería la llegada de la variante Delta desde países como Reino Unido, como dijimos en Parlamento de Canarias? La explicación peregrina que dio el Gobierno de Canarias al aumento severo de casos en Tenerife es que había más jóvenes en esa isla frente a Gran Canaria. Canarias ha sido la segunda región junto a Andalucía con más casos importados de covid, superando incluso a Madrid. ¿Se acuerdan cuanto insistíamos en que debíamos secuenciar con mayor intensidad para buscar nuevas variantes? Cuando se hizo quedó claro que el problema era la variante Delta, que se había diseminado como la espuma por Canarias, siendo de las primeras comunidades autónomas donde eso ocurrió, pero ya era demasiado tarde. ¿Alguien ha oído alguna autocrítica?

¿Por qué no se han hecho más accesibles las mascarillas y los test, mediante acceso gratuito en las farmacias de Canarias, como también propusimos? Una vez más, ni caso. Sin diálogo desde hace más de un año con la oposición, ni con las sociedades científicas. Países como Alemania han tenido incidencias menores a 50 casos por 100.000 habitantes (quince veces menos que España) en esta quinta oleada, con, incluso, menos vacunación. Pero han puesto en marcha dispositivos de realización de test gratuitos hasta en sus calles, que han ayudado contundentemente a controlar esta grave oleada. En Canarias hemos multiplicado por cinco veces el número de casos con casi 35.000 solo en esta última oleada y récord de fallecidos con cerca de 200 en este verano: en junio, 763 fallecidos y, a mitad de septiembre, 960. Casi mil muertos que equivalen a casi siete aviones de Spanair estrellados en año y medio, ahora que recordamos y conmemoramos aquella terrible tragedia para los canarios.

¿Por qué no se explicó qué ocurre con la inmunidad necesaria cuando cambia el índice de infectividad de un microorganismo? Cuantos más esfuerzos didácticos hagamos con la población, más complicidad conseguiremos. Es lo que hacemos los médicos en la consulta con nuestros pacientes. La política informativa del Gobierno ha sido nefasta, con bandazos continuos, incluido con las propias vacunas, transmitiendo informaciones contradictorias que han dado alas a los negacionistas y que han hecho que el relajamiento social este verano se haya acentuado aún más. Se trataba de explicar una regla sencilla para estimar la inmunidad de grupo a partir del índice de infectividad Ro. Cuando aparece una nueva variante más contagiosa, el valor Ro de Delta pasa de tres a siete y sería necesario que más de seis de cada siete personas estuvieran inmunizadas. Por ello, el porcentaje ha pasado de ser el 70% (dos de cada tres) a más del 85% (seis de cada siete). Todo eso además sería correcto si la efectividad de las vacunas fuese del 100%, cosa que, como hemos explicado, no ocurre. Esto es lo que explica que pidamos la máxima vacunación posible de todos aquellos que, a día de hoy, no lo han hecho, destacando los segmentos de edad de entre 20 y 40 años, y aquellos pacientes que sufrieron el caos de la vacuna de AstraZeneca con la segunda dosis.

Las vacunas son parte de la solución, pero no toda la solución. El mensaje no era único, era doble: vacunación sí, pero también precaución. La vacunación es necesaria, pero no se explicó que no era suficiente. Actualmente, el 25% de los pacientes vacunados con dos dosis de covid ingresan en el hospital. No hay dudas de la protección que produce la vacuna, dado que, por cada hospitalizado vacunado, hay cuatro sin vacunar. Sin embargo, en el grupo de pacientes con un sistema inmunológico debilitado por fármacos o personas mayores con comorbilidad elevada puede haber perdida de efectividad de las vacunas, a lo que se añade el escape inmunológico de las nuevas variantes. Incluso hay datos de que puede ser más agresiva, tras observarse casos en pacientes más jóvenes. Todo sabemos el mensaje que caló en la población antes de este verano: «Tranquilidad, como estoy vacunado, ya estoy protegido y no contagio a nadie». El resultado ha sido las UCI llenas, con índices de ocupación extremos del 30%, y hospitales de Canarias con cientos de casos otra vez, además del colapso de los médicos, especialmente de Atención Primaria, dado el elevado número de positivos en medio del verano, con un personal sanitario completamente abatido y cogiendo vacaciones.

¿Y ahora qué?

Una vez planteadas tantas preguntas sin respuesta, hay otra reflexión que debemos hacer respecto a esta pesadilla que seguimos viviendo: ¿Y ahora qué?

Respecto a la dosis de refuerzo o booster, no hay datos para decidir sobre los beneficios de una tercera dosis de vacuna a toda la población, pero sí hay cada vez más evidencias para recomendar una dosis de refuerzo en pacientes inmunodeprimidos, que ya, incluso, se ha iniciado, y a los mayores con comorbilidad y sobre todo institucionalizados. Hay que saber que los ensayos clínicos previos a la comercialización se han limitado a seis meses por la urgencia de la pandemia. Por ello también era necesario invertir en estudios de inmunidad humoral y celular tras seis meses vacunación en estos colectivos, incluido sanitarios que fueron los primeros en vacunarse, que se han iniciado una vez más con mucho retraso (en sanitarios de Canarias solo en cinco oleadas ya han habido aproximadamente 200 nuevos positivos de covid) y cuando además se está observando aumento de casos nuevamente en residencias de mayores con ambas dosis. Esos estudios van con mucho retraso y ya deberíamos tener los resultados, pero, una vez más, llegamos tarde. Se abre también un horizonte interesante con los estudios que se están realizando con vacunas contra la gripe y coronavirus combinadas que podrían ser muy útiles para estas dosis de refuerzo y de cara a la epidemia de gripe invernal. Por otra parte, dado que la población está cada vez más vacunada, los protocolos de seguimiento de la pandemia deben ser ajustados y disponer de datos que hasta ahora no se median rutinariamente tales como: tanto por ciento de vacunados infectados con ingreso y sin él, valoración de inmunidad de los vacunados hospitalizados, tanto por ciento de rechazo vacunal por edades, cinética de carga viral con Delta y otras variantes que vayan apareciendo, estudio de sensibilidad de test rápidos, y carga viral con Delta y nuevas variantes o incidencias diferenciados entre vacunados y no vacunados.

En cuanto al futuro próximo de esta pandemia, el consenso científico es mayoritario: pueden haber nuevas oleadas, aunque de menor intensidad y la erradicación del virus es improbable. En cuanto a una posible sexta oleada el otoño-invierno es una época donde empezamos a hacer más actividades en interiores mal ventilados. Dado que hemos dejado crecer nuevas variantes como la Delta y la inmunidad no es aún suficiente, además de que las vacunas no son esterilizantes y quedan grupos etarios como los jóvenes que aún no han llegado a cifras de inmunización elevadas que ya han empezado curso escolar, se podrán observar nuevos picos de casos de no tanta intensidad y, afortunadamente, de menos mortalidad, pero que no debemos despreciar y que aconsejan mantener la prudencia, al menos, hasta pasado el invierno. Por otra parte, si hacemos por fin las cosas bien, el virus se convertirá en endémico, es decir, que seguirá circulando en bolsas de la población mundial durante años. A medida que la inmunidad global debida a la exposición o a la vacunación se generaliza, los síntomas de la enfermedad experimentados pueden llegar a parecerse a los del resfriado común. La cohabitación es el escenario más probable, aunque es posible que el número de regiones libres de virus crezcan a medida que el acceso a las vacunas se amplíe en todo el mundo. Por ello también desde el mundo científico se insiste en la necesidad de planes especiales de vacunación de países del Tercer Mundo, que es otra de las asignaturas pendientes. El continente africano vecino a Canarias no llega al 5% de población inmunizada. También hay que decir que las vacunas son fácilmente adaptables a las nuevas variantes y, además, dispondremos de nuevos antivirales para mejorar el pronóstico de los pacientes con covid en pocos meses, como buenas noticias, que también necesitamos oírlas. Los sanitarios somos conscientes de que hemos pasado de ser «héroes» a «villanos», insultados incluso por los negacionistas, ya que nos hemos convertido en transmisores de mensajes agotadores de prudencia y, muchas veces, poco alentadores, tras año y medio de fatiga pandémica, pero es nuestra obligación y es por ello que debemos seguir pidiendo esa prudencia para poder intentar tener un año 2022 con un virus endémico y poder volver a la vida que todos conocemos, con dosis de recuerdo anuales posibles y uso de mascarillas en invierno en época gripal, en lugares con grandes aglomeraciones y recintos sanitarios. Lo fácil es dar titulares y quedar bien buscando votos. Pero esto no va de votos, va de vacunas y de vidas.

No debemos olvidar lo resentida que ha quedado nuestra sanidad tras esta pandemia, con el deterioro de la atención de la patología no covid y el agravamiento de los problemas sociosanitarios. Es tiempo de reinventarse y de transformarse, aprendiendo de los errores. Podría ser recomendable poner en marcha un comité de expertos independiente y profesional para la reconstrucción y planificación sanitaria de Canarias tras esta pandemia, que incluya, en este caso, además de clínicos, a expertos en gestión sanitaria, sociólogos y economistas. Ese comité debería planificar una nueva etapa post-covid, poniendo en marcha auditorías, que desde el Partido Popular de Canarias no hemos parado de pedir. No tocan ruedas de prensa en medio del verano de autobombo obsesivo para decir que las listas de espera han mejorado. Todo el mundo sabe que la atención sanitaria ha empeorado, desgraciadamente, por la pandemia y que además existen muchos pacientes que no han sido valorados y no están recogidos en esas listas de espera, cuyos sistemas de información son obsoletos, no están bien coordinados y, por ello, deben ser urgentemente actualizados. Debemos destacar a la Atención Primaria, que ha sufrido especialmente el impacto asistencial de esta quinta oleada, con profesionales sanitarios exhaustos por haber tenido que afrontar una enorme cantidad de nuevos casos, por lo que proponemos una reunión monográfica, tanto del Consejo Interterritorial como desde nuestra Consejería para plantear medidas de choque. A destacar también la población con problemas de salud mental, dada su especial fragilidad, que merece también planes específicos como hemos debatido también en el Parlamento, en donde los confinamientos y el déficit de seguimiento han impactado negativamente en esta población. Recientemente ha sido el Día Mundial de Suicidio, siendo Canarias la tercera comunidad autónoma con peores datos de todo el país. Un dato demoledor.

De especial interés es la política sociosanitaria de nuestra comunidad que, como hemos dicho, ha sufrido muchísimo y que arrastra una planificación nefasta desde el Gobierno de Canarias. Los titulares recientes de déficits asistenciales en las residencias de las Islas han sido el colofón. Canarias tuvo una residencia con récord de contagios covid en esta pandemia, como fue la de Santa Rita, con casi un 40% de los residentes contagiados (unos 250). Se ha puesto de relieve la vulnerabilidad de las residencias de mayores y debemos tomar nota de la importancia de estos centros sociosanitarios como estructuras importantes del sistema sanitario y no solo como apoyo. Además, sufren un déficit crónico de plazas que se estima en más de 12.000, cuando el último plan de infraestructuras sociosanitarias no contemplaba más de 7.000, y no se ha ejecutado en esta legislatura ni el 5%. Un claro fracaso. Las residencias de ancianos están a caballo entre lo sanitario y lo social, que son dos ámbitos que no funcionan con la suficiente coordinación. Hay que apoyar más sanitariamente a las residencias, aunque también hay que socializar más los centros de salud y hospitales, rompiendo progresivamente las barreras funcionales y administrativas entre ambos ámbitos. Es necesario, más que nunca y ya no hay excusas después de esta pandemia, un plan integral operativo sociosanitario para el abordaje de la cronicidad y el envejecimiento de Canarias, con la creación de una gerencia sociosanitaria única, que evite descoordinaciones. La ocupación de camas de agudos por casi 300 mayores que viven en los hospitales canarios con alta médica, es el claro ejemplo de dicho fracaso, justo, además, en un momento donde dichas camas han escaseado por el covid. Estos modelos de coordinación sociosanitaria han demostrado resultados muy favorables en comunidades como Castilla y León o Extremadura. Desde el Partido Popular de Canarias, llevamos tiempo insistiendo en la pobre coordinación entre los hospitales y centros de salud con las residencias sociosanitarias, debido a la enorme descoordinación que existe entre la Consejería de Sanidad y la de Derechos Sociales con los cabildos y los ayuntamientos. Es inoperativo y caótico el actual modelo organizativo sociosanitario de los mayores en Canarias, y debemos impulsar un cambio de la Ley de Ordenación Sanitaria de Canarias, que data de 1994, con el mayor consenso político y de la sociedad.

Por último, es inexcusable buscar una solución definitiva con fórmulas ágiles para minimizar la abusiva temporalidad de los sanitarios en Canarias y evitar de una vez por todas los abusos de contratación que el SCS realiza con sus trabajadores desde hace décadas como la mejor forma de agradecer el esfuerzo hecho en esta pandemia. Tampoco debemos dejar de mencionar el necesario mayor impulso a la investigación en Canarias y en España para mejorar el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades. La pobre inversión en I+D+I ha quedado patente en el desarrollo de vacunas donde no hemos sido capaces de disponer de alguna propia tras año y medio de pandemia.

Equivocarse es una excelente oportunidad para aprender y avanzar, pero, desgraciadamente, el mensaje soberbio político se impone como se ha visto en esta pandemia. La continua obsesión por controlar el mensaje para «quedar lo mejor posible» y pensar más en las encuestas electorales no ha ayudado. La palabra mayoritaria entre todos los científicos ya la conocen: prudencia. La prudencia, la humildad, la escucha activa a los científicos y la anticipación deberían guiar a nuestro Gobierno. ¿Por qué no se dan cuenta? ¿Y ahora qué?

(*) MÉDICO ESPECIALISTA EN NEUMOLOGÍA. JEFE DE LA UNIDAD DE HOSPITALIZACIÓN A DOMICILIO HOSPITAL DR. NEGRÍN. DIPUTADO. PORTAVOZ SANIDAD DEL PP EN EL PARLAMENTO CANARIAS. MASTER EN GESTIÓN HOSPITALARIA.

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