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Holocausto | Entrevista al hijo del diplomático español que salvó a 5.200 judíos de los nazis
Holocausto | Entrevista al hijo del diplomático español que salvó a 5.200 judíos de los nazis Juan Carlos Sanz-Briz Quijano Empresario e hijo de 'Ángel de Budapest'

Juan Carlos Sanz-Briz Quijano: «El ejemplo de mi padre es que no se debe mirar para otro lado ante las injusticias»

El empresario señala que «al inicio de la Guerra Civil también salvó a personas del bando nacional en Madrid»

Juan Carlos Sanz-Briz Quijano, en una vivienda del casco histórico de La Laguna.

Juan Carlos Sanz-Briz Quijano, hijo del español que evitó la ejecución de 5.200 judíos en la Hungría ocupada por los nazis en 1944, cree necesario que niños y jóvenes estudien el Holocausto y sepan enfrentarse como «personas decentes» a los genocidios que ocurren en diversas partes del mundo. Aclara que su progenitor no tuvo afán de reconocimiento por su hazaña, aunque puso en riesgo su vida y su carrera. 

¿De qué forma puede repararse la injusticia histórica que se ha cometido con su padre, al no haberse ponderado de manera suficiente la gesta humanitaria de salvar a 5.200 judíos en la Budapest ocupada por los nazis en 1944?

Lo más importante es que nos acordemos todos de que mi padre no tenía ningún afán de reconocimiento ni de agradecimiento. Él actuó conforme a su corazón, a su moral, y lo único que quería era salvar a seres inocentes. Dicho esto, todo lo demás sobraba. Es más, cuando uno tiene la suerte de haber salvado a tantas personas está colmado de felicidad y no necesita para nada el reconocimiento de nadie, porque ya uno está muy contento consigo mismo. Yo no creo que fuera una injusticia. Al final, fueron momentos históricos que hicieron que la hazaña humanitaria de mi padre quedara en el olvido. Porque España no tenía relaciones con Israel ni con Hungría. Y, francamente, porque creo que el tema del Holocausto empezó a tener muchísima más relevancia a nivel de los medios de comunicación a partir del cincuenta aniversario de los hechos, cuando, por cierto, también se empezó a hablar más de él. No creo que sea una injusticia y ni que haya que repararla. Lo que sí pienso que se debe hacer es concienciar a la gente joven, en los colegios o en la universidad, y a los profesores, que son los que al final enseñan, y explicarles todo lo que pasó con el Holocausto y que aprendamos del mismo para que no se vuelva a repetir. Y, sobre todo, que seamos conscientes de los genocidios que están ocurriendo, porque siguen pasando, y que se tomen las medidas necesarias para pararlos.

¿De verdad cree que se puede hacer algo desde otros países?

Prevenirlos es muy difícil, porque los genocidios se fraguan de forma silenciosa. Ahora, en el mundo, con las redes sociales y los observatorios de Derechos Humanos, nos damos cuenta mucho antes de cuándo estallan. Entonces, lo que hay que hacer es movilizar a la sociedad civil y los políticos para, desde el comienzo, establecer las alianzas o medidas necesarias para que se paren lo antes posible. Recientemente hemos tenido un ejemplo que se frenó a la fuerza, como lo que ocurrió con el Daesh e Isis en Irak y Siria. Y, al final, estos individuos, que estaban asesinando a yazidíes y cristianos, se pudieron parar de una forma muy sencilla: aniquilando a los autores, luchando contra ellos, de forma violenta. Y en el caso de Myanmar, con los rohingyas, pues no hubo que usar la fuerza, sino poner presión al gobierno de dicho país y el genocidio se paró.

¿Conoce el caso de algún hombre que salvara más vidas que su padre en el Holocausto?

Sí, por supuesto. Raoul Wallenberg, que era compañero suyo. La embajada de Suecia en Hungría en aquella época era muy importante, tenía mucho personal, frente a lo que ocurría con la española, que tenía dos miembros: el embajador y mi padre, que era el primer secretario. Y Raoul Wallenberg ejercía de enviado de Suecia a Hungría para ocuparse del problema del exterminio de los judíos. El embajador sueco también lo hacía, pero la persona visible era Wallenberg. Mi padre dio 5.200 visados o papeles de protección y Wallenberg otorgó 50.000. También es verdad que Raoul cayó en manos de los soviéticos, cuando estos invadieron Hungría. En enero de 1945 todavía estaba en Budapest echando una mano y le capturaron. Creyeron que era un espía norteamericano y se lo llevaron a la Unión Soviética y no se volvió a saber de él durante décadas. Hasta hace unos años, en que se comunicó a sus familiares que había muerto, y todo el mundo sospecha que lo mataron. Él tuvo muy mala suerte. Mi padre, afortunadamente, salió antes porque el Ministerio de Asuntos Exteriores español, ya desde octubre de 1944, le había dicho que regresara a España. Hungría estaba siendo atacada por los soviéticos en el frente oriental, en la medida en que su objetivo era avanzar hacia Berlín. Y España hacía pocos años que había acabado la Guerra Civil, donde los comunistas (entre otros republicanos) habían sido vencidos. Y, obviamente, Alemania e Italia apoyaron al bando nacional. De haber caído mi padre, un funcionario del Estado, representando a España y Franco, en manos de los soviéticos, pues hubiera tenido la misma suerte que Wallenberg. Este ciudadano sueco pertenecía a una familia importantísima, que todavía integra uno de los grupos económicos más poderosos del país nórdico. Y no era diplomático, pero por su afán de poder ayudar a seres inocentes, se las ingenió para irse a la embajada de Budapest. Era una persona con un tremendo mérito, porque todo indicaba que tenía un futuro muy brillante.

«Una fundación sueca va a editar un libro sobre la labor de Ángel Sanz-Briz para los niños»

El organismo Yad Vashem (el centro israelí para recordar el Holocausto) nombró a su padre como Justo entre las Naciones en 1966, con el número 121, de los más de 28.000 actuales. ¿No cree que debió ser reconocido con anterioridad?

Creo que la rapidez con la cual te reconocían se debía a la información que existía sobre ti y también que hubiera alguien que te propusiera. Entonces, acaba la Guerra, se forma el Yad Vashem para investigar todo lo que ocurrió y poder honrar a las víctimas, así como a los que salvaron judíos. Se forman unos comités para comenzar a estudiar a todos los que ayudaron. Claro, el Holocausto ocurrió en muchos países y en muchísimas ciudades y pueblos. El investigar eso y llegar a conclusiones es una tarea complicadísima. Mi padre fue de los primeros en ser reconocido, porque hubo un par de refugiados en las casas españolas (ocho edificios alquilados por Sanz-Briz para ocultar judíos) en Budapest, que se apellidaban Van Dorn, que aportaron su testimonio para respaldar la candidatura de Ángel Sanz-Briz como Justo entre las Naciones. Hubo un comité que detectó la acción de mi padre y localizó a los hermanos Van Dorn, que corroboraron todo esto. Es un proceso lentísimo, pues tiene que haber muchas pruebas y debe estar todo muy documentado. Es un proceso muy difícil. Pero estas personas que salvaron a judíos, como pasó con mi padre, no creían que se merecieran nada, simplemente actuaron como cualquier ser humano decente debía hacerlo. Entonces, entre que no alardeaban del asunto y que no pedían nada, había que descubrirles. Si en 1966 íbamos por 121 y ahora vamos por 28.000, la proporción de aumento ha sido brutal. Pero qué pena que no hubiese habido muchísimos más Justos entre las Naciones, porque murieron seis millones de personas. Sí es verdad que muchos de estos distinguidos salvaron a una, dos o tres personas.

Que los escondieron en sus casas...

Hay historias absolutamente maravillosas. Los acogieron en sus casas con el riesgo de que los nazis les pegaran un tiro a ellos y a sus familiares. En países como Francia estaba claro que, si dabas refugio a judíos, podían matarte a ti, a tu madre, a tu padre, a tu hermano, a tus hijos o tu mujer, que no habían hecho nada. Eso era peligrosísimo. Había que pensárselo muy bien. En el caso de mi padre era distinto, porque tenía inmunidad diplomática, en teoría. Estaba protegido, representaba a un país no beligerante; que había sido aliado de Alemania, y Franco había enviado a la División Azul a luchar junto a los alemanes contra los soviéticos. No era lo mismo que un señor en una granja de Francia que escondía a cuatro judíos. El gran riesgo de mi padre lo tenía cuando iba a rescatar a estas personas, que los nazis o sus aliados húngaros sacaban de las casas españolas. Se metía en una comisaría a las tres de la madrugada o en una estación de tren con miles de judíos. O lo más peligroso de todo: las marchas de la muerte, cuando iba con su coche a una carretera a sacar a cuatro o cinco personas que tenían protección española. Se tenía que enfrentar a los oficiales que las trasladaban a la muerte. En cualquier momento podían pegarle un tiro y ahí no hubiera pasado nada.

¿Qué valores inculcó Ángel Sanz-Briz a sus hijos?

El primero y más importante es que intentáramos ser unas personas honradas y justas. Que no fuéramos indiferentes a aquellas situaciones de injusticias que te encuentras en la vida o en las que la mayoría de la gente mira hacia otro lado. Y lo que hay que hacer es ayudar. Y luego que fuéramos personas serias, que estudiáramos, gente trabajadora y buenos padres de familia. Él era un excelente padre de familia. Nos inculcó también ese valor.

«Fue de los primeros que usó la extraterritorialidad para refugiar por Derechos Humanos»

En algunos textos se le cita como una persona con unas profundas creencias cristianas. ¿Era así?

Sí. Era religioso, por supuesto, practicante. De cero al diez, pues él llegaba a un nivel de siete u ocho. Él no era de misa diaria, creía en Dios e iba los domingos a misa. Pero lo importante es que la parte religiosa la tenía muy presente en su mente. Pero no era un hombre ultracatólico.

¿En su juventud luchó en el bando nacional durante la Guerra Civil?

Sí. Eso es una historia preciosa, porque él, en realidad, se convierte en diplomático durante la República. Al inicio de la Guerra Civil se encuentra en Madrid, en la sección de Protocolo. Le tocó, por ejemplo, ayudar a salir de Madrid a ciertas personas cuya vida corría riesgo. En la capital había tres embajadas, Alemania, Italia y Argentina, que simpatizaron con los integrantes del Bando Nacional. Por ejemplo, Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio, gracias a mi padre pudo escapar de Madrid e ir a la zona nacional. Al estar en Protocolo y tener un contacto cercano con ciertas embajadas, ayudó a bastantes personas a tener los permisos necesarios para huir de la capital, porque sus vidas peligraban. De alguna manera, lo que ocurrió a gran escala en Budapest, en pequeñísima escala lo había vivido antes en la Guerra Civil. Logró que lo destinaran a la embajada española en Inglaterra y luego se vino a España a luchar en el Bando Nacional. Pero no queremos politizar la figura de nuestro padre, lo importante es lo que hizo para salvar vidas.

¿Opina que se desconoce el Holocausto entre los jóvenes?

Sí. Absolutamente. Creo que los jóvenes no conocen el Holocausto, en su gran mayoría. Aquellos que son judíos, obviamente, sí, porque lo estudian en el colegio, como es lógico. Pero en España se pasa muy por encima del tema. Los jóvenes piensan que son cosas que le ocurrieron a sus abuelos y que no les atañen. Hay un desconocimiento total. Pero no solamente en España, sino en muchos países. Por ejemplo, y no tiene nada que ver con este asunto, pero el otro día leí una encuesta española sobre si los jóvenes actuales conocían a la banda ETA y la mayoría de los menores de 16 años no saben lo que es. Olvídese ya del Holocausto. Es que hay muchos que tampoco saben quién era Franco. Son unos grados de falta de información, cultura y conocimientos muy alarmantes. Pero, por supuesto, el Holocausto está entre las cosas importantes que uno tiene que saber y muchos jóvenes no lo saben.

¿Las acciones humanitarias no conocen de ideologías?

Creo que hay cuatro o cinco que tienen las ideologías muy claras, que son los que nos dirigen, como si fuéramos borregos, a todos los demás. Por ejemplo, véase lo que hizo Hitler en Alemania, una gran potencia, un país muy culto, muy preparado, con una magnífica educación, con mentes extraordinarias y gentes formadas. Y Hitler se hizo con los habitantes de Alemania. Creo que están los grandes dirigentes con unas ideologías muy claras y a los demás nos arrastran.

¿De qué manera puede servir de ejemplo la actuación de su padre a una parte de la sociedad española, tan intransigente en estos momentos?

Hay un ejemplo básico y esencial. Y es que mi padre era una persona absolutamente normal, común, por así decirlo. Había estudiado Derecho y realizó la Carrera Diplomática. Tenía cierto bagaje; una mochila importante, que no todo el mundo poseía. Pero, cuando se enfrentó a esta situación del exterminio de los judíos, salió de su interior una fuerza enorme por la que dijo: Voy a hacer algo por intentar ayudar a estas personas. Y no estaba preparado para ello. No le habían dado un cursillo para enfrentarse a los nazis. Creo que todos tenemos dentro un Justo entre las Naciones y lo que tenemos que hacer es despertarlo. Y para hacerlo no hace falta esperar a que venga un Hitler y te monte un Holocausto. Cuando le doy charlas a los niños, les comento que, cuando veáis que le están haciendo bullyng a un compañero vuestro, no miréis para otro lado, que es lo que hace todo el mundo; levantáos y decid para. Debemos aprender que mi padre y los otros 28.000 Justos entre las Naciones eran gente normal, que, eso sí, reaccionaron de una forma valiente y justa, e hicieron el bien. Esa es la lección.

¿Qué factores han influido para que su padre no sea tan conocido en España como otros personajes, como Oskar Schindler?

Aunque no en este contexto, mi padre siempre decía que nadie es profeta en su tierra. Lo decía en general, en broma, pero lo pensaba. En España, quizás, y no soy yo quién para juzgarlo, somos menos proclives a ensalzar a compatriotas. Somos muy críticos los españoles con nosotros mismos. Un mexicano habla de su país y dice que es el mejor del mundo. Si lo hace un español, expondrá todos los fallos que tiene. Muchas veces no reaccionamos como lo hacen ciudadanos de otros países ante ciertos hechos históricos. Creo que va con el carácter español. En el caso del conocimiento de la figura de Oskar Schindler, pues el director Steven Spielberg hizo un peliculón. Si uno tiene esa suerte, es superconocido. Pero sí es verdad que, por ejemplo, Wallenberg en Suecia tiene una fundación con unos medios extraordinarios y está haciendo muchas cosas buenas para luchar contra los genocidios y divulgar el Holocausto. El otro día, por ejemplo, la Fundación Wallenberg encargó un libro sobre mi padre para niños, para que los menores en Suecia, Hungría y otros países, además de conocer la figura de Wallenberg, conozcan a otros Justos entre las Naciones. Muchas veces, mi padre y el enviado sueco actuaban en paralelo, porque todos los diplomáticos representantes de los países neutros o no beligerantes, como Portugal, Suiza, la Santa Sede, España o Suecia, se juntaban para meter presión e intentar salvar a los judíos. Pues la Fundación Wallenberg tiene dinero para hacer un libro de un español. Además, mi padre hizo algunas cosas importantes en el ámbito del Derecho Diplomático. Fue precursor en dos temas. Uno consistió en anteponer la defensa de los Derechos Humanos a la legalidad. Cuando uno está destinado en un país, se deben respetar las leyes del mismo. Nos gustaran o no nos gustaran las leyes húngaras, estas planteaban que no se podía ayudar a los judíos y que estos no tenían derechos, y les expropiaron sus bienes, les quitaron sus negocios, les obligaron a portar la estrella amarilla, los confinaron en guetos, entre otras cosas. Y eso eran leyes. Entonces, mi padre se saltó todas las leyes a la torera. Y el segundo: fue de los primeros que utilizó el concepto de la extraterritorialidad para refugiar por Derechos Humanos. Y lo hizo en esas casas que alquiló, por supuesto, sin permiso de su país. Si no me han dado permiso, ¿quién soy yo para poner una bandera española en ese edificio y decir que era un territorio anejo a la Legación española. Los visados hispanos eran muy buenos porque estaban muy bien documentados y eran muy difíciles de falsificar. Todo estaba muy bien hecho. Para que no hubiera problemas, de cada carta de protección que emitía había una copia archivada en la embajada.

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