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Santi Balmes Novelista y Cantante de Love of Lesbian

Santi Balmes: «No me gusta soltar un trabajo por soltarlo, no soy un talibán cultural»

Santi Balmes (1970, Barcelona). El Día

Combina los conciertos de Love Of Lesbian con las presentaciones de ‘Bajaré de la luna en tirolina’, la última aventura literaria de Santi Balmes (1970, Barcelona). Padre de dos hijas que están recuperando los dos años que les ha «robado» el covid y seguidor del Barça, el adiós de Messi fue como «romper con la mujer con la que has estado toda la vida», compara.

¿Bajaré de la luna en tirolina suena a utopía?

Cuenta la historia de un chaval de 11 años que decide evadirse de la realidad en cuanto se le amontonan los problemas. Su hermano, en cambio, es el Sancho Panza de esta historia, es decir, que no le busca una doble lectura a todo sino que le gusta vivir las cosas de una manera pura y dura.

La juventud está viviendo el postconfinamiento con unos altos niveles de agitación.

Ha salido agitada y confundida... Aquí no le voy a responder como cantante o escritor sino como padre. Tengo dos hijas y sus vidas no son distintas a la de los jóvenes que mezclan lo privado y el ocio. David (uno de los hermanos de Bajaré de la luna en tirolina) es un chico que suele meter en el mismo saco realidad y fantasía. Sí. Las aguas están un poco revueltas en ese universo de los jóvenes que no se sabe bien dónde empieza y acaba lo humano y lo virtual. Yo no soy quien para decir si hay un problema o no, pero es evidente que existe una dispersión alucinante.

¿Todo esto se reduce a querer tener el control de sus vidas?

Ellos son conscientes de que la pandemia les ha «robado» dos años de su juventud y, por lo tanto, en el ambiente hay un inconsciente ánimo revanchista.

¿Eso solo pasó en España durante la Guerra Civil y en los años más duros del franquismo?

Hay gente que cree que vamos a vivir una nueva belle époque, aunque yo tengo dudas de que el cambio climático nos lo vaya a permitir. A mí me llama mucho la atención la necesidad que tienen los jóvenes de tocarse porque esa es una experiencia que tenían vetada por culpa de la pandemia.

¿Confesar que este proyecto es «poco ambicioso» es restarle valor o una manera de canalizar la presión que se pueda crear alrededor del libro?

Bajaré de la luna en tirolina no son los diarios de un chaval de casi 12 años. Quizás, no me haya expresado bien, pero lo que quería decir es que viviendo de El hambre invisible, que era una especie de ensayo autobiográfico con cierta densidad, ahora necesitaba irme al otro lado. Generalmente cuando invento algo nuevo trato de dar un bandazo para no quedarme en el lugar en el que estaba.

Ese tono melodramático, en el que nos reímos de nosotros mismos, vuelve a vivir una etapa de apogeo tras lo duro que ha sido el confinamiento, ¿no?

El libro está escrito en plena pandemia, pero es verdad que hay una gran necesidad de quitarle hierro a las cosas... Esta experiencia literaria ha sido curativa porque yo soy músico y mi profesión estaba en peligro de extinción. Indagar en la personalidad de David fue una especie de salvavidas en los días más duros del confinamiento.

¿David, pues, fue como el ibuprofeno al que recurrimos cuando estamos a punto de caer en un proceso gripal?

Entonces aún no había noticias positivas de las vacunas y su efectividad estaba aún por determinar. Mis planes musicales se desvanecieron en un abrir y cerrar de ojos, pero dentro del desastre que supuso plegarnos al covid-19 tuve algo de suerte...

¿A qué se refiere?

Al hecho de que antes de que estallara la pandemia ya teníamos en mente hacer una especie de parada técnica (ríe) para oxigenarnos. Eso se prolongó más de lo previsto, pero nos sirvió para organizar un disco (V.E.H.N.) del que, sinceramente, esperábamos menos. El objetivo era volver con algo y empezar a trazar las canciones de la siguiente aventura discográfica, pero la respuesta fue buena y decidimos quedarnos un ratito más en el lugar en el que estamos. No me gusta soltar un trabajo por soltarlo, no soy un talibán cultural.

Las musas hicieron muchísimas «horas extras» durante el estado de alarma.

Sí, han trabajado sin descanso... En mi caso lo aproveché al máximo para vivir intensamente cerca de la familia porque venía de una gira larguísima. Lo que pasa es que después de un ritmo de trabajo tan alto empiezas a desesperarte por estar todo el día quieto y, sobre todo, engordando a pasos agigantados por la cantidad de cacahuetes que te has comido. Yo no tenía la sensación de que me había bajado de un tren, sino que el tren de la humanidad había parado por completo y era el momento propicio para compartir mi tiempo libre con la soledad, que es la amiga pero, a su vez, la enemiga de los creadores.

¿Qué espera que le traiga esta nueva normalidad?

Trabajo... Mi única pregunta en estos momentos es cuánto va a tardar la gente en perder el miedo a ir a un concierto. El otro día estuve en el campo del Barça y, sinceramente, éramos cuatro gatos. Ese miedo es una inercia lógica después de todo lo que ha pasado.

¿Y cómo se vive sin Messi?

Esto es como el que se va de fiesta después de dejarlo con la mujer de toda su vida, es decir, que intentas ver guapas a todas las mujeres con las que quedas. ¿Sabe lo que le quiero decir?

Más o menos.

Pues eso, aunque por fuera pongas una sonrisa, por dentro lloras... Esto no va a ser muy cómodo.

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