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La aventura de un niñero gallego en Estados Unidos

Miguel Vidal quiere animar “a salir de su burbuja de seguridad y darse cuenta de que los sueños se suelen cumplir cuando te pones en un lugar complicado y que te exige sacrificio”

Miguel Vidal Fernández en San Francisco.

“Es una vida de lujo, pero prestada, hay que estar siempre con los pies en la tierra”

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“Una montaña rusa de emociones y económica”. Miguel Vidal Fernández (Vigo, 1988) llegó a dormir en las calles de Nueva York tras su llegada en 2016 y acabó siendo uno de los mannies –el equivalente masculino de nanny–, más cotizados por las familias con mayor poder adquisitivo del país. Ya de vuelta en Galicia, acaba de plasmar sus aventuras en un libro en el que relata cómo es compartir la vida de lujo de sus empleadores a cambio de renunciar a la personal y con el que también quiere animar a los lectores “a salir de su burbuja de seguridad y darse cuenta de que los sueños se suelen cumplir cuando te pones en un lugar complicado y que te exige sacrificio”.

Editado por El círculo rojo en español e inglés, 'El nanny manny', que ha tenido que pasar el filtro de los abogados por temas de confidencialidad, ya está a la venta en las principales plataformas y todos los beneficios serán donados a la ONG Save the Children para seguir ayudando a otros niños.

A pesar de su juventud, Miguel ya se ha reinventado en varias ocasiones. Del Seis do Nadal se fue a la cantera del Breogán, pero una lesión de tobillo le obligó a dejar el baloncesto profesional a los 17 años y estudió INEF en A Coruña. Después trabajó como manager en Decathlon, en Manresa. Sus posibilidades de progresar eran altas, pero se fue a Londres como au pair: “Tenía tres objetivos, el cultural, mejorar mi inglés y el financiero. En España no me veía recompensado”.

Después de un año decidió dar el salto a EEUU, donde tiene la doble nacionalidad porque su padre es de Nueva York. Y ahí arranca su libro. “Ser au pair es la esclavitud del siglo XXI a nivel económico y pensé que en EEUU, donde existe una profesionalización, también habría una cierta dignidad y respeto, no solo en lo económico, sino en el reconocimiento de un trabajo que es tan importante como el de un médico, un arquitecto o cualquier otro profesional. Y también allí es muy poco habitual que haya hombres en este trabajo”, apunta.

"Pasé siete días durmiendo en la calle e incluso hice cola en una iglesia del Upper West Side para recoger alimentos"

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A través de las agencias especializadas en contratar cuidadores para familias muy adineradas, empezó a realizar entrevistas y pruebas. Por el salario y el feedback de los posibles empleadores llegó a situarse entre los primeros de EEUU. Pero su primer año no estuvo exento de dificultades: “Me he visto en situaciones muy duras. Pasé siete días durmiendo en la calle e incluso hice cola en una iglesia del Upper West Side para recoger alimentos. Llamar a mis padres y renunciar a ese sueño americano siempre estuvo ahí, pero quería conseguir las cosas por mí mismo y saber cuáles eran los límites”.

Su “escalada” empieza cuando llega la entrevista con un padre que residía con su hijo de 12 años en San Francisco. Y como ya había aceptado su oferta rechazó otra que la duplicaba en salario: “Me contactó el fundador de una de las empresas tecnológicas más grandes del mundo situadas en Silicon Valley. Me entrevistó durante tres días en su salón y me seleccionó entre 77 candidatos. Pero le expliqué que era una persona de palabra y de entera confianza cómo le había dicho y que no podía aceptarla”.

Así que se trasladó a San Francisco: “El trabajo me gustaba, aunque absorbe absolutamente todo de ti. La situación familiar era complicada, la madre peleaba por la custodia y tuve que ir a juicios. Fueron cuatro años completamente intensos. Pasabas de ser una figura casi paterna para el hijo, a un hermano mayor o un amigo. Era muy difícil saber qué era lo mejor para un niño con un trauma infantil y con falta de afecto y cariño. A veces, tener todo el dinero del mundo, como en este caso, no es suficiente”.

Miguel colaboró con el equipo de psicólogos y psiquiatras que trataban al niño: “Aprendí muchísimo. Estar junto a los profesionales más top de San Francisco me aportó unos conocimientos enormes. Con el paso de los años me doy cuenta de que mi trabajo no era otro que proveerle de las herramientas de la vida que necesitaba para ser una persona independiente, porque cuando me marchase no iba a tener ese acompañamiento de un familiar o persona cercana”.

Su disponibilidad era de 24 horas de lunes a domingo, lo mismo que la implicación emocional. “Desgasta muchísimo si eres una persona empática y te gusta trabajar con niños. Es un empleo con fecha de caducidad porque tu vida personal siempre está en segundo plano. Y es algo que sabes desde el primer momento. Estuve dos años sin venir a España, te podías quedar sin vacaciones, te avisaban a las 11 de la noche para quedarte con el niño porque el padre tenía que salir o, de repente, sin previo aviso, debías ir con ellos cinco días a Aspen. Y te exigen unos elevados niveles de puntualidad y perfeccionismo. No quieren fallos y es una presión que tienes que sobrellevar”, relata.

"Si confían en ti te tratan como si fueses de la familia, pero es una vida prestada, tienes que estar en todo momento con los pies en la tierra y dándote cuenta de que es un espejismo"

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“Vives el lujo de familias multimillonarias y un día te encuentras sentado en un restaurante al lado de Lady Gaga. Si confían en ti te tratan como si fueses de la familia, pero es una vida prestada, tienes que estar en todo momento con los pies en la tierra y dándote cuenta de que es un espejismo. Debes saber quién eres tú y qué te vas a encontrar después. Pero fue una etapa muy interesantes, algo que me gustó vivir”, reconoce.

Seis meses antes de marcharse, Miguel habló con el chico, le dijo que quería reconducir su vida y le animó a empezar a desconectar de él y a buscar amistades: “Él lo entendió y entonces se lo comuniqué al padre. Le entró un poco de miedo porque yo era la persona que solucionaba los problemas en casa, pero también lo aceptó. Son gente muy agradecida”.

Ya de vuelta en Galicia desde este año y establecido en Pontedeume, Miguel prevé recuperar esa parte de su juventud “robada” en Nueva York y San Francisco con un gran viaje por todo el mundo durante, al menos, un año. Quizá de sus nuevas aventuras surja otro libro en el que incluya una visita muy especial a San Francisco: “Estoy deseando estar allí el día que él se gradúe en el High School, como punto final a esa etapa y para saber que todo el esfuerzo y la educación que le di dieron sus frutos y que su vida irá hacia adelante y bien”.

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