La ozonoterapia no tiene ningún tipo de aval científico para tratar la covid-19. No hay datos concluyentes sobre su posible eficacia –ni, por ende, sobre sus efectos adversos– y tampoco se ha hecho ningún ensayo clínico al respecto. Pese a ello, la sentencia judicial que, a mediados de agosto, obligaba a los médicos del Hospital Universitario La Plana, en Castellón, a pautarla como de uso compasivo en un paciente grave (posteriormente desestimado por otro juez), ha provocado suficiente revuelo como para que muchos otros familiares de pacientes covid-19 críticos, vean una salida desesperada en la aplicación de lo que aún no ha demostrado su eficacia. También ha ocurrido en Canarias, donde los sanitarios cada vez se están encontrando con más situaciones en las que los familiares exigen la aplicación de ozonoterapia para la persona con enfermedad grave.

Solo en la última semana en el Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria ha ocurrido dos veces, según relatan fuentes sanitarias de la UCI del centro. Estos familiares no solo surgieren la aplicación de la terapia, sino que también lo hacen con argumentos pseudocientíficos o con presiones de posibles denuncias. «Han llegado a ejercer presión con la amenaza de abogados», explica un trabajador del hospital. El abogado experto en pseudoterapias, Fernando Frías, señala que en este caso, el médico tiene la obligación legal y ética de no aplicar el tratamiento, dado que legalmente solo puede tratar con fármacos autorizados y éticamente debería solo utilizar los tratamientos cuya seguridad esté demostrada. «Es bastante serio y peligroso, su uso puede precipitar la muerte del paciente», sentencia Frías.

El Gobierno avala la posición de estos médicos. En un documento titulado Eficacia y seguridad de la ozonoterapia en el tratamiento de la Covid-19, firmado por el Instituto de Salud Carlos III y los ministerios de Sanidad y Ciencia, la Administración estatal concluye que este tipo de tratamiento no debe utilizarse «en humanos fuera de ensayos clínicos adecuadamente diseñados», es decir, también desestima la posibilidad de hacerlo bajo un uso compasivo, como así lo suelen solicitar los familiares. Lo estima de esta manera porque además de la no demostrada efectividad en porque «los estudios disponibles en la bibliografía carecen de rigor metodológico para concluir ningún tipo de beneficio médico en el tratamiento de la enfermedad covid-19 grave», así como para «conocer los posibles efectos secundarios de este tratamiento en este escenario clínico».

Sobre la ozonoterapia hay un total de 363 estudios, de los cuales 11 se incluyeron en el informe por su posible relevancia en cuanto al tratamiento de la covid grave, algunos de ellos realizados en Italia e India que, según la Asociación Española de Profesionales Médicos en Ozonoterapia (Aepromo) «muestran un efecto positivo en pacientes no críticos». De hecho, esto ha llevado a España a autorizar un ensayo clínico que, sin embargo, aún no ha reclutado a ningún paciente, según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps). Sin embargo el informe insiste en su escasa validez por su baja calidad.

Estudios sin validez

A veces la razón está en el número bajo de participantes y otros porque aún teniéndolos erran en el análisis estadístico. El fallo también puede estar en el diseño del estudio, por falta de homogeneidad de la muestra o en un seguimiento demasiado corto. Todo ello lleva los firmantes a considerar que los estudios quedan «invalidados» porque de ellos no se pueden sacar conclusiones sobre su «eficacia, futilidad o toxicidad».

La ozonoterapia se postula como un tratamiento para un amplio abanico de enfermedades como el asma, el pie diabético, la artritis, incluso contra la esclerosis múltiple, el cáncer, el sida y hasta el Alzheimer. Según argumentan quienes la ofrecen y ofertan – la mayor parte clínicas y ambulatorios privados–, la mezcla de oxígeno y ozono que se administran en el organismo aumenta la capacidad del cuerpo para destruir las células causantes de enfermedades. Se utiliza asimismo para procedimientos ligados a la rehabilitación y de hecho está incluido desde 2011 en la cartera de servicios del Servicio Nacional de Salud. Sin embargo, «el debate no es si funciona o no, sino que no existe un aval científico para administrarlo a pacientes covid», como insiste Frías.

No está autorizada

Como Frías, la mayor parte de los médicos está en contra de utilizarlo para ese fin. La terapia realmente no está autorizada por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) para su uso en humanos y ni para su comercialización en España aunque existen regulaciones específicas en algunas Comunidades Autónomas. En Canarias, por ejemplo, solo se pide a estas clínicas o ambulatorios «tener en cuenta las normativas emanadas de las asociaciones científicas de ozonoterapia ante la ausencia de normativas legales». Tampoco cuenta con la autorización de la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) de Estados Unidos.

En esta polémica, la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicuyc) y la Organización Médica Colegial (OMC) se han situado en contra de las medidas judiciales, pero sobre todo, de utilizar una terapia sin aval científico. La Semicuyc además ha instado a los jueves a vigilar y sancionar «la promoción fraudulenta» de tratamientos no autorizados que se aprovechan de «la situación de angustia, miedo y desesperación de los familiares de los pacientes graves». En todo caso, tampoco es fácil solicitar este tratamiento como uso compasivo para tratar la covid-19 grave, como dictaminó el juzgado valenciano o pretenden los familiares de pacientes. Tal y como señala la Aemps, es necesario realizar una inmensa cantidad de documentación, que como último punto, requiere la conformidad del promotor del ensayo clínico a suministrar el tratamiento. Y es donde existiría un verdadero escollo pues el único ensayo clínico aprobado en España ni siquiera ha conseguido reclutar pacientes.