Han pasado 40 días desde que se decretó el nivel 4 en la isla de Tenerife, cuyos indicadores preocupantes llevaron al Gobierno de Canarias a decidir en el Consejo de Gobierno del 21 de julio que la isla sería la segunda desde que se implantó el semáforo de riesgo en tener que acatar las normas de este nivel. Lo mismo lo decidió el 21 de enero para Lanzarote y se extendió hasta el 1 de marzo, es decir 39 días. En tiempo efectivo de aplicación, ambas islas van a la par, pues las normas se aplicaron en Tenerife el lunes 26 de julio y en Lanzarote el 23 de enero. Lanzarote tuvo las restricciones máximas para evitar la expansión del coronavirus durante 37 días. Tenerife cumplirá el próximo jueves, 2 de septiembre, 38 días cumpliendo las normas de este nivel. Y es que este jueves, según fuentes de la Consejería de Sanidad, Salud Pública ve «probable» bajar a la isla al nivel 3, como lo hizo la semana pasada con Gran Canaria.

Aunque el tiempo de aplicación efectiva es, por el momento, similar al que tuvo Lanzarote durante los primeros meses del año, la efectividad de las medidas más restrictivas del semáforo canario no ha sido igual en ambas islas. Lanzarote se mantuvo 37 días permitiendo solo las reuniones de dos personas, cerrando los comercios y restaurantes a las 18:00 horas y sin gimnasios. Y con ello, logró reducir su incidencia a 7 días vista un 87%. Pasó de tener 360 casos por 100.000 por habitante el 21 de enero a alcanzar los 47,5 casos por 100.000 habitantes, es decir, mejorando el umbral óptimo. Su presión asistencial, que fue la más alta en la isla y llegó a su máximo poco después de imponer el nivel 4 (el 28 de enero), alcanzó los 62 pacientes y cayó en picado hasta 29 en ese 1 de marzo. Si bien es verdad que apenas se redujo la presión asistencial en la UCI –cuando bajó de nivel seguía en riesgo extremo– se encontraba en un escenario de muy baja transmisión del virus, con lo que el paso a nivel 3 (que también era más restrictivo que el actual), garantizaba a los servicios sanitarios el poder atender a los pacientes que tenían que permanecer más tiempo en la UCI.

Los 40 días de Tenerife en nivel 4 han sido muy distintos. Ni el interior de la hostelería ha cerrado, ni los tinerfeños han tenido que dejar de ir al gimnasio. Tampoco ha sido tan importante la restricción del número de personas que pueden permanecer en grupos, para lo que el Gobierno de Canarias ha abierto la mano y ha permitido que sean cuatro en lugar de dos. Tampoco ha tenido un final fructífero el intento de la imposición del certificado Covid-19 de vacunación, test o contagio del coronavirus en los interiores culturales y de ocio, pues la justicia canario determinó que podría ser una medida que pudiera causar desigualdad dado que algunos grupos aún no habían podido acceder a la vacunación, como los de menos de 39 años.

Por eso pese a la amplia cobertura vacunal, la falta de restricciones junto a la entrada en escena de la contagiosa variante Delta, ha propiciado que los resultados, aunque positivos, no hayan mostrado una mejora tan clara como la de aquel momento en Lanzarote. Tras casi un mes en nivel 3 sin obtener ningún tipo de mejora, Tenerife pasó a nivel 4 en el Consejo de Gobierno del 21 de julio –las medidas fueron efectivas a partir del lunes 26–. Si cuando entró en nivel 3 Tenerife tenía una incidencia acumulada de 99,8 casos por 100.000 habitantes y tan solo 18 casos en UCI (de los 174 hospitalizados), cuando se propuso para entrar a nivel 4, la incidencia prácticamente se había triplicado (277,6 casos por 100.000 habitantes) mientras que los pacientes hospitalizadas en UCI se habían duplicado. En ese momento ya había 42 personas en ingreso crítico, de las 293 hospitalizadas. Cuarenta días después y tras varias oscilaciones de las cifras que han supuesto alcanzar límites de presión hospitalaria comparables a los del confinamiento e índices de contagios nunca antes vistos, Tenerife ha reducido durante este nivel 4 un 74,7% su incidencia, que ahora se encuentra en 70,5 casos por 100.000 habitantes (una cifra más baja que cuando se subió a nivel 3), suponiendo esto que se encuentra, en lo que se refiere a incidencia, en un nivel de riesgo medio. No obstante, en lo que se refiere a la presión hospitalaria, aún hoy en la isla es algo mayor que cuando se consideró que debía pasar a nivel 4. Concretamente, la hospitalización de críticos es aún un 11,9% mayor que entonces y mientras que la de planta es un 4,38% más alta.