El doctor Luciano Santana es especialista en Medicina Intensiva en el Hospital Universitario Insular de Gran Canaria, un centro que ha registrado en esta quinta ola la mayor presión asistencial en la UMI de toda la pandemia. Según relata, a pesar de que han ingresado en críticos pacientes que han completado la pauta vacunal, su evolución suele ser mejor que la de aquellos que no están inmunizados, si bien estos últimos representan el 70%. 


¿Cómo han vivido la quinta ola de la pandemia?

Esta ola ha sido la más complicada de todas por la sobrecarga asistencial, ya que en un momento determinado hemos superado la capacidad de la UMI con pacientes afectados de patología Covid, un hecho no observado en ninguna de las olas anteriores. Sin embargo, hemos tenido mayor disponibilidad para aplicar tratamientos no invasivos como la oxigenoterapia de alto flujo, que al principio no se empleaba porque se temía que por la distribución de partículas al aire pudiera provocar contagios al personal sanitario. Hoy en día se ha visto que se puede utilizar en algunos pacientes y que les ayuda muchísimo. De hecho, algunos reciben el alta a la semana y salen del área sin necesidad de haber sido sedados ni intubados.

Habla de las ventajas de la oxigenoterapia de alto flujo, pero, ¿qué perfil de pacientes se puede beneficiar de este tratamiento?

Cualquiera, pero sobre todo los más jóvenes, ya que en los mayores suele fracasar al tener otras comorbilidades. En estos casos es necesario, en la mayoría de ocasiones, sedarlos y conectarlos a un respirador.

¿Les ha sorprendido la llegada de pacientes jóvenes a las áreas de críticos, así como la de otros perfiles que quizás no esperaban encontrar?

Sí. Cuando empezó la quinta ola comenzamos a asistir a mucha gente joven y les aplicábamos estas terapias. Hasta ahora los jóvenes que habían ingresado padecían otras enfermedades, pero en esta oleada han llegado, incluso, sin factores de riesgo asociados. Después, vinieron pacientes de más edad que no estaban vacunados. Más adelante, empezamos a ver personas de 40 a 50 años, también sin inmunizar. Ahora, el último perfil que estamos viendo a medida que avanza la vacunación es el de algunos pacientes ya vacunados. Entre el 10 y el 15% de los pacientes que ingresan en nuestra Unidad son mayores de 70 años con pauta completa, un porcentaje que es esperable dentro de la eficacia de la vacuna. Hay que tener en cuenta también que, conforme pasa el tiempo, la inmunidad va disminuyendo. No obstante, hemos observado una mejor evolución en estos casos. Antes era impensable que un paciente de 70 años llegara a la UMI y no necesitara intubación, mientras que ahora gracias a la vacuna esto ha sido posible. Por tanto, nos sigue preocupando que la mayoría de los pacientes que siguen ingresando en nuestra Unidad no estén inmunizados o tengan la pauta de vacunación incompleta, ya que representan más del 70%.

¿Se ha conseguido reducir la mortalidad en el área de críticos?

Aún estamos pendientes de los resultados, pero estoy seguro de que se ha reducido. Además, la gran mayoría de las personas que ahora mueren tienen patologías asociadas y son mayores. No hay que olvidar que las enfermedades asociadas también pueden provocar la muerte a los afectados, no solo el coronavirus.

¿Cuál ha sido la vivencia más dura de toda la pandemia?

Para mí, las familias partidas. En la primera ola tuve una experiencia muy impactante. Ingresamos a una mujer en intensivos y su marido estaba hospitalizado en el Materno-Infantil. La señora falleció y, a las pocas horas de darle la noticia, él ingresó en críticos en la misma cama en la que había muerto su esposa. Este tipo de vivencias, sin duda, son muy duras. El coronavirus ha hecho mucho daño a las familias. Al principio, llegaron muchos matrimonios mayores que no pudieron salir adelante y teníamos que comunicarles la muerte a sus hijos. En esta oleada hemos vivido estas situaciones a la inversa, es decir, comunicarles a unos padres la muerte de sus hijos.

¿Qué ha sido lo más gratificante?

Para nosotros el mayor regalo es ver que los enfermos salen de intensivos. Algunos han venido a visitarnos al hospital después de haber recibido el alta y solo con ver las ganas de vivir que muestran, a pesar de las secuelas que pueden presentar, nos alegran el día.

¿Cómo están llevando la saturación y el estrés al que se han visto sometidos?

Estamos cansados porque salimos de una oleada y, sin terminar de recuperarnos, viene otra. No obstante, creo que si el personal sanitario trabaja en condiciones normales, tratar a un paciente Covid no supone un estrés añadido como sucedía al principio. El conflicto son los movimientos de enfermos que implica la llegada de cada ola, que se suma a la gestión de altas y a la realización de todas las actividades necesarias para adaptarnos a la situación que estamos viviendo. Esto también se junta con el ingreso de pacientes por otras circunstancias, por lo que es imprescindible contar con infraestructuras y personal cualificado.

¿Qué le diría a las personas negacionistas?

Cada uno es libre de pensar lo que quiera. Yo sé desde mi experiencia como médico lo que he vivido en el hospital y lo que han vivido muchos pacientes y sus familiares. Como ya he dicho, también sé lo que es ver familias rotas por esta enfermedad. No voy a entrar en un enfrentamiento de opiniones, pero sí pido respeto tanto para los pacientes como para las familias.

¿Cree que aún quedan días duros en intensivos, a pesar de la notable reducción de la incidencia acumulada?

Está claro que cada vez es menor la curva de contagios y la transmisión comunitaria, pero tendremos que esperar al menos dos semanas para ver los efectos en la UMI. Y es que, tanto los que se han contagiado en los últimos días como los que lo harán en los próximos, caerán en el hospital en las dos semanas siguientes. Por tanto, aunque la curva ya esté doblegada, contamos con que vamos a seguir sufriendo la sobrecarga asistencial, como mínimo, un mes más.