Elena Pérez García vive la pandemia como médico de Atención Primaria y asegura que «crear una distancia entre sanitarios y pacientes no ha sido fácil».


De su residencia en el Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria rescata un trabajo sobre procesos pandémicos que con toda probabilidad se quedó muy por debajo de la realidad con la que lleva conviviendo desde el invierno de 2020. «Esto es algo que se ha tocado de manera teórica, pero que cuando te sacude de verdad lo analizas con otra perspectiva», admite la doctora Elena Pérez García (Santa Cruz de Tenerife, 1978) respecto a las consecuencias derivadas de lo sucedido hace dos años en Wuhan (China).

Médico de Atención Primaria en un centro de salud de La Orotava, al igual que la mayoría de sus compañeros de profesión, Elena no imaginaba en el momento en el que se desbordó esta pesadilla sanitaria que las consecuencias serían tan devastadoras. «Nadie puede decir que intuía lo que se nos venía encima; esto es diferente a todo lo que hemos experimentado en mucho tiempo y, por lo tanto, tendrán que pasar muchos años para explicar la evolución de este proceso pandémico con una visión más global», sostiene en base a las diferentes olas que se han tenido que remontar en los últimos 18 meses.

Pegada al teléfono

Elena no recuerda un ciclo laboral –ejerce la medicina desde el año 2009– en el que tuviera que estar tan pendiente del móvil. «La teleasistencia no es algo nuevo que se haya implantado a raíz del coronavirus, pero yo hablaba bastante menos con los pacientes antes de que todo esto empezara», declara sin poder evitar una sonrisa. Limitar ese cara a cara entre médicos y pacientes es, sin duda, una de las consecuencias más duras a la que se han tenido que enfrentar los especialistas en Atención Primaria en los peores picos del virus. «La situación en Canarias ha sido diferente a otros puntos de la Península, pero lógicamente los protocolos nos obligan a variar los contactos en los centros de salud», argumenta sin perder de vista que en el caso que ella mejor conoce «existía un trabajo previo bastante sólido que facilitó mucho las cosas», valora del itinerario que se siguió en La Orotava. «Pasar consulta o revisión es algo básico: crear esa distancia entre sanitarios y pacientes no ha sido fácil».

Sobre el «aislamiento» que han podido llegar a sentir las personas que vieron suspendidas sus visitas a las consultas, Elena tiene claro que las dos partes han puesto los medios necesarios para que ese contacto no se perdiera a través de una llamada telefónica: «El conocimiento que un profesional tiene de su paciente y la confianza que este deposita en su médico están siendo muy útiles a la hora de resolver muchos problemas, aunque también hay que reconocer que un buen número de personas dejó de acudir a sus médicos porque creían que habían otras prioridades sanitarias, por miedo a poder contagiarse en un centro de salud o porque simplemente entendían que lo suyo no era un problema y al final sí que lo fue», enumera.

Pero ese miedo no es algo que solo existe en el bando de los pacientes, Elena tampoco se siente «inmune» a las dudas de una población golpeada con dureza por una enfermedad desconocida. «Los que trabajamos en el mundo sanitario sabemos los riesgos que conlleva regresar a casa con la incertidumbre de poder contagiar a nuestros familiares. Por muchas precauciones que tomemos siempre vas a estar con la mosca detrás de la oreja porque es imposible desligar lo profesional de lo personal», añadiendo que «desde el minuto uno nos enseñan a ver e interpretar la realidad laboral con cierta distancia, pero en este caso nos ha tocado de lleno... Nadie puede decir que no haya sufrido por esta situación, nadie puede presumir de que no se haya preocupado por un puesto de trabajo en riesgo, nadie es capaz de asegurar que las cosas vayan a cambiar en poco tiempo», remarca en un momento de la conversación en la que aflora un sentimiento universal. «Yo no voy a hablar de las lecciones que nos ha dado este virus, sino de los cambios que se pueden dar en tu vida en el instante menos esperado».

A falta de un remedio en forma de tratamiento, Elena deposita toda su confianza en las vacunas, en las normas de higiene y, cómo no, en el sentido común de las personas para no exponerse más de la cuenta a una enfermedad que no hace distinciones. «Nos puede tocar a todos», acota.

«Desgastados»

Elena ha vuelto de las vacaciones con las pilas cargadas, pero con la certeza de «que aún queda camino por recorrer... En el momento de marcharme estaba agotada, más que en años anteriores, y aunque tratas de descansar y apartar la cabeza de la actualidad, no es nada fácil aislarse de los datos que aparecen todos los días en los medios de comunicación... A la quinta ola llegamos bastante cansados, pero también sentimos el aliento y el cariño de mucha gente que no para de agradecernos el trabajo que estamos desarrollando desde hace año y medio».

Sobre los cambios que han venido para quedarse, Elena cree que una de las cosas que se ha consolidado en este periodo es la receta electrónica. «Antes de la pandemia ya se trabajaba con ella, pero una vez dentro de ella se ha comprobado que es un elemento que cuenta con una gran utilidad a la hora de planificar la atención sanitaria».

«Una crisis de esta magnitud deja al descubierto las costuras sanitarias y se ceba con aquellas cuestiones que están más delicadas, pero eso es algo que hay que resolver a otros niveles porque es un asunto que se escapa a mi conocimiento... ¿Qué nos vamos a encontrar después de esto? No lo sé... Una pandemia no es algo bueno para un sistema sanitario, habrá que ver lo que se hace con lo que se tiene. El futuro va a estar marcado por el tiempo que dure este ciclo y cómo seamos capaces de recuperarnos», concluye la doctora Pérez García.