Tras varios días y noches sofocantes, el calor en Canarias ha empezado a desaparecer dejando tras de sí temperaturas récord en Canarias y el episodio más sofocante de la historia del Archipiélago, al menos de los últimos 45 años. El Archipiélago ha alcanzado temperaturas máximas durante el día de 44 y 45 grados en varios puntos de la geografía isleña, especialmente en las vertientes sur y oeste de las islas de mayor relieve, durante más de tres días. Lo que no solo supone que esta ha sido la primera ola de calor que ha vivido Canarias en los seis últimos años –el resto han sido episodios puntuales – sino que se ha convertido en la más sofocante de las 37 vividas desde 1975.

La ola de calor que ostentaba hasta ahora el récord anterior de temperatura máxima ocurrió entre el 25 y el 27 de junio de 2012, en la que se alcanzaron los 39 grados centígrados. Además de seis grados de diferencia, esta ola de calor tan solo afectó a una provincia y duró tres días. La que empezó a disiparse en el día de ayer, ha afectado a ambas provincias y se prevé que tenga una duración de cuatro o cinco días, aunque esto aún está por determinar.

Aunque una de las circunstancias que ha llamado más la atención de los meteorólogos han sido las altas temperaturas registradas durante las noches. «En prácticamente todos los puntos de las Islas se han alcanzado, e incluso rebasado, los 25 grados de mínima de madrugada», señala el director territorial de la Aemet, Víctor Quintero, quien remarca que «tener un puñado de zonas que superan con creces los 30 grados durante la noche no es normal». Ejemplo de ello está en las temperaturas máximas registradas en la madrugada de ayer. La estación de Pájara, en Fuerteventura, registró una máxima de 38,6 grados a medianoche y no logró que sus temperaturas bajaran por debajo de los 30 grados hasta las 5 de la mañana. En Tasarte, que ha sido uno de los puntos más calientes de las Islas, las temperaturas nocturnas no han bajado de los 37 grados centígrados. En el día de ayer, tras otra noche muy calurosa, los termómetros empezaron a descender poco a poco en todo el Archipiélago. De hecho, la única zona que se mantenía en aviso naranja por altas temperaturas fue el sureste, sur y suroeste de Gran Canaria, el resto de islas se mantuvo con un aviso amarillo. Esto supuso que las máximas de ayer no superaran durante el día los 40 grados, aunque Tasarte y San Bartolomé (Gran Canaria) y Puntagorda (La Palma) volvieron a registrar temperaturas por encima de esa cifra o muy cercana a ella.

«El número de olas de calor es notablemente mayor en los últimos años hasta tal punto que entre 1996 y 2015 se han registrado 24 episodios mientras que entre 1976 y 1995 únicamente se registraron 13», explica Abel López, geógrafo de la Cátedra de Reducción del Riesgo de Desastres y Ciudades Resilientes de la Universidad de La Laguna (ULL). El científico insiste en que «estos valores se suman a las numerosas evidencias de que el clima de las islas está variando como efecto del cambio climático», y no descarta que vuelva a ocurrir. «Todo hace prever que tendremos que acostumbrarnos a estos episodios cada vez más frecuentes e intensos de calor». Este fenómeno hasta ahora era «poco frecuente» porque, aunque Canarias, por su posición geográfica y orientación, pueda sufrir dos o tres episodios de altas temperaturas durante el verano, en muy pocas ocasiones acaban considerándose olas de calor porque remiten antes de los tres días. De hecho, la última está datada del año 2015 y en 45 años apenas se han registrado 37 olas –38 con la actual–.

Estas temperaturas tan altas volvieron a situar a Canarias –por tercer día consecutivo– en el top 10 de los lugares más calurosos de España. La temperatura máxima fue la registrada en Puntagorda, con 40,5 grados centígrados. Para hoy, la Aemet ha retirado los avisos en la mayoría de islas, a excepción del sur de Gran Canaria, donde todavía se prevé que se prolongue el episodio de calor. Respecto a la intrusión de calima que ha acompañado a esta ola de calor, es posible que tarde algo más en irse. «Siempre tiende a tardar más en desaparecer», señala Quintero, que recuerda que al haberse instalado en las capas altas de la atmósfera es poco probable que tenga consecuencias directas en la población.