E1 Ártico está gravemente enfermo, puesto que el calentamiento global lo afecta con más intensidad que al resto del planeta. Además, los científicos acaban de descubrir que se derrite mucho más rápido de lo que se creía y eso hará posible en breve plazo la navegación de los grandes mercantes a través del océano hasta ahora helado.

El hielo marino en las regiones costeras del Ártico se derrite hasta el doble de rápido de lo que se pensaba anteriormente, según un nuevo estudio dirigido por investigadores de la Universtity College London (UCL), que ha empleado nuevas técnicas, más precisas y fiables.

El espesor del hielo marino se suele deducir midiendo la altura del hielo sobre el agua. Esta medida, sin embargo, queda distorsionada por el peso de la nieve posada sobre el témpano de hielo. Los científicos suelen ajustar este hecho utilizando un mapa de la profundidad de la nieve en el Ártico, pero esos mapas permanecen sin actualizar desde hace décadas y no tienen en cuenta el cambio climático.

En el nuevo estudio, publicado en la revista The Cryosphere, los investigadores sustituyeron este mapa por los resultados de un nuevo modelo informático diseñado para estimar la profundidad de la nieve, que varía de un año a otro. Para calcular el espesor del hielo marino, los investigadores usaron un radar del satélite CryoSat-2 de la Agencia Espacial Europea (ESA). Al medir el tiempo que tardan las ondas de radar en rebotar desde la superficie, se puede calcular la altura de las placas heladas sobre el agua e inferir el espesor total de hielo.

Más rápido de lo previsto

De este modo, concluyeron que el hielo marino en regiones costeras clave de la región ártica se derrite a un ritmo acelerado. En concreto, podría estar fundiéndose entre un 70% y un 110% más rápido de lo que se pensaba anteriormente.

La disminución de hielo en los tres mares costeros árticos (Laptev, Kara y Chukchi) aumentó en un 70%, un 98% y un 110%, respectivamente, en comparación con los cálculos anteriores. También han demostrado que, en los siete mares costeros en total, la reducción en el espesor del hielo marino de un año a otro aumentó en un 58%.

El hielo marino de esos mares varía entre medio metro y dos metros de espesor. Sin embargo, de forma cada vez más evidente, el hielo de esta región no logra sobrevivir al deshielo del verano y se derrite con más intensidad.

Esta mayor pérdida de hielo marino en los mares costeros del Ártico tiene implicaciones para la actividad humana en la región, tanto en lo referente a la navegación a lo largo de la Ruta del Mar del Norte durante una gran parte del año (cosa que hasta ahora no era posible), como en la extracción de recursos del fondo marino como petróleo, gas y minerales.

Robbie Mallett, de la University College London, que dirigió el estudio, afirmó al respecto: «Los barcos que sigan la nueva ruta alrededor de Siberia reducirían las emisiones de combustible y carbono necesarias para mover mercancías alrededor del mundo, particularmente entre China y Europa. Sin embargo, también aumenta el riesgo de derrames de combustible en el Ártico, cuyas consecuencias podrían ser terribles». Poder acceder a estas rutas y recursos es, por tanto, un arma de doble filo.

El adelgazamiento del hielo

Además, «el adelgazamiento del hielo marino costero también es preocupante para las comunidades indígenas, ya que deja los asentamientos en la costa cada vez más expuestos al clima extremo y la acción de las olas», agregó.

El hielo marino del Ártico es una de las primeras víctimas del aumento de las temperaturas, y cada fracción de grado centígrado marca una gran diferencia. La probabilidad de que desaparezca este hielo por completo en los meses de verano será diez veces mayor si la Tierra se calienta 2 grados a finales de siglo, que es justamente la meta establecida por el Acuerdo de París de 2015.

Este alarmante hallazgo ha sido realizado por el Programa de Evaluación y Monitoreo del Ártico (AMAP) y se hizo público en una reunión ministerial del Consejo Ártico en Reykjavik, que hace varias semanas reunió a los países limítrofes de la región. «El Ártico es una verdadera puerta de entrada para el calentamiento climático», dijo Jason Box, glaciólogo del Servicio Geológico de Dinamarca y Groenlandia.

En menos de medio siglo, de 1971 a 2019, la temperatura media anual del Ártico aumentó 3,1° C, en comparación con 1° C para el planeta en su conjunto. Es decir, el calentamiento en la región ártica ha sido el triple que el registrado en el resto del planeta.

Eso es más de lo que se sospechaba anteriormente. En un informe de 2019 sobre los espacios congelados de la Tierra, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU concluyó que la temperatura del aire en la superficie del Ártico probablemente habría aumentado «en más del doble del promedio mundial». Pero se ha demostrado que ese cálculo se quedó corto.

Según los investigadores, en el año 2004 se produjo un punto de inflexión, cuando la temperatura en el Ártico aumentó por razones en gran parte inexplicables. Desde entonces, el calentamiento ha continuado a un ritmo un 30 por ciento más alto que en décadas anteriores. La región ahora está experimentando «eventos cálidos de invierno más frecuentes y más duraderos», manifestó Jason Box a la AFP.

Durante los meses de verano, de junio a septiembre, se añade calor del océano, que está cada vez más libre de hielo y del aislamiento que éste proporciona.

Según las previsiones del informe, para finales de siglo se espera que las temperaturas medias en el Ártico aumenten entre 3,3 y 10 grados por encima de la media del período 1985-2014.

Transformación radical

Esta situación transforma radicalmente el hábitat ártico. La migración de las especies o el icónico oso polar están en peligro. Además, cada vez son más frecuentes los incendios forestales en Siberia o Alaska. Las humaredas que provocan contienen dióxido de carbono y carbono negro, que contribuyen decisivamente al cambio climático.

«Los cazadores del noroeste de Groenlandia afirman que el periodo en que pueden viajar en trineos tirados por perros sobre el hielo marino ha disminuido de cinco a tres meses», según Sarah Trainor, directora del Centro de Evaluación y Política Climática de Alaska. Asimismo, las focas son cada vez más delgadas, disminuye la vida silvestre y la lluvia sustituye a la nieve en el norte de Canadá y Rusia, con una larga cadena de secuelas. Y el futuro se prevé aún peor.