En su silla de ruedas, con gafas de sol y tan elegante o más que cuando se convirtió en la primera persona en España en recibir la vacuna, Araceli Hidalgo fue este jueves una de las protagonistas del segundo homenaje de Estado a las víctimas del coronavirus. El acto estuvo presidido por los Reyes y contó con la asistencia de casi 700 personas, entre ellas las principales autoridades del Estado y 250 familiares de los profesionales sanitarios que han fallecido a causa del virus.

Araceli, de 97 años, hizo un discurso breve, pero en el que no se olvidó de que la epidemia, lejos de remitir, no da tregua en España debido a que la relajación de las restricciones ha traído consigo el incumplimiento de las normas de prevención y, por ende, la multiplicación de los contagios. «A los jóvenes, les digo que respeten la pandemia», señaló y mandó un «mensaje a todos los colectivos de sanitarios que, con su trabajo, han salvado muchas vidas», a sus compañeras y trabajadores de la residencia Los Olmos de Guadalajara y «nada más», zanjó.

Araceli fue vacunada el 27 de diciembre de 2020 y desde entonces más del 60% de la población española ha recibido una dosis y más de 22,5 millones tienen la pauta completa. Las vacunas suponen la gran barrera contra la pandemia, por ello, el homenaje a la ciencia y los científicos que han hecho posible el hito ha sido una constante durante el acto. .

Antes que ellas tomó la palabra María Díaz Diñeiro, hija de doctor Joaquín Díaz Domínguez, jefe de cirugía y aparato digestivo del Hospital La Paz, que falleció a los 67 años el 18 de abril de 2020, a pocos meses de su jubilación. Tomó la palabra en representación de los familiares de los 102 profesionales sanitarios fallecidos por el covid, a los que el Rey entregó grandes cruces al mérito civil.

María solicitó a los gobernantes «que no dejen de tener presentes» a los fallecidos y que no olviden «su dolor». Y recordó que cuando su padre enfermó, la familia no pudo estar con él, ni «darle el último abrazo, el último adiós». Durante el confinamiento, vivieron días de «incertidumbre» esperando la llamada de la uci, días de «rabia», que dieron paso a la «amarga aceptación» y a «vivir echando de menos».

Ella, que a su vez es cirujana pediátrica, explicó que es consciente de que su padre «no estuvo solo», sino acompañado por los profesionales sanitarios. «Ellos hicieron un esfuerzo sobrehumano para lidiar con el sufrimiento, anteponiendo el bien a su propio bienestar, trabajaron sin descanso para que nuestros familiares no sintieran dolor, para que se pudieran ir en paz», subrayó.