Volver a cruzar su obra con los lectores cara a cara es vida, ¿no?

Esos encuentros son una fórmula para retroalimentarme... Las historias que escribo no solo las busco en mi habitación o en las bibliotecas sino recorriendo mundo. Además, las Islas me han «regalado» alguna que otra trama... Lo que trato de explicar es que un autor necesita vivir y alternar ciclos de encierro y concentración con estas actividades con los lectores.

¿Qué importancia le concede a ese proceso de «retroalimentación» del que habla?

Mucha. Cada día que pasa comprendo más que la literatura es una conversación, es un diálogo en el tiempo que sirve para comunicarme y enriquecerme con personajes con los que no comparto ni la época ni el espacio en el que vivo. Conversar es un arte en peligro de extinción: practicamos más el hecho de interactuar y exhibir públicamente nuestras vidas al mundo que mantener ese instante de conversación tan enriquecedor.

Usted ha vivido unas cuantas «batallas literarias» cerca de Canarias, un espacio que despierta su curiosidad... ¿Qué le llama la atención de las Islas?

Las islas son muy literarias y están conectadas con el género de la novela negra, que es una de mis especialidades. Diez negritos (Agatha Christie), por ejemplo, se desarrolla en una isla. En un espacio cerrado y de misterio. La isla del tesoro (Robert Louis Stevenson) o La isla misteriosa (Julio Verne) transmiten la fascinación que se aprecia en Canarias. Esta es una tierra que atrapa mi curiosidad como novelista porque genera muchos escenarios en una sola isla... Todas son distintas.

¿Alguna vez ha imaginado un Lorenzo Silva sin la escritura?

Ese supuesto no se ha dado aún (ríe)... En algún momento me pude plantear que la literatura no fuera a resolver mi vida, pero jamás dejar de escribir porque eso es algo que hago desde que era niño. Nunca he dejado de sentir que la escritura es uno de los ejes de mi vida.

¿Podría haber tenido un futuro brillante en la Guardia Civil?

No, no, no... A mí la Guardia Civil me interesa como sustancia literaria y admiro mucho su trabajo pero mi camino era la literatura.

Antes de adentrarnos en ‘Castellano’, ¿qué le hace regresar a uno de esos ejes como escritor que está anudado a las antiguas colonias españolas en territorio africano?

Ese es un espacio geográfico que suelo frecuentar en mis libros, pero del que también me alejo de vez en cuando porque puedo terminar devorado por él... Episódicamente regreso porque es un lugar que siempre está en mi mente. España y Marruecos son frontera y, por lo tanto, parte de su idiosincrasia como países, de su futuro y de sus atractivos están en esa condición fronteriza.

¿Una frontera que por lo ocurrido recientemente en Ceuta está más caliente que nunca?

El pasado nunca se cierra del todo. Lo podemos olvidar o acarrear, pero un pasado trágico no se puede zanjar. O lo borras de la memoria o lo aprendes a acarrear. Yo particularmente haría lo segundo, es decir, aceptaría lo que ha sucedido para encontrar la fórmula de sobrellevarlo de una manera constructiva. Espero que España y Marruecos resuelvan esas viejas heridas porque el pasado español en Marruecos ya está muy lejano.

¿Pero esas riñas vecinales no van a desaparecer de la noche a la mañana?

La vecindad y compartir el mismo espacio te condena más a entenderte que a buscar un enfrentamiento indefinido... Marruecos sabe que ha cometido un error y lo que no podemos generar en estos instantes es una lucha encarnizada sino buscar puntos de encuentro. España seguramente es el mejor valedor que Marruecos puede tener en estos momentos en Europa pero, a su vez, Marruecos es sin lugar a duda el mejor puente que España puede cruzar en la actualidad para permanecer unida al Magreb y el mundo árabe.

Ahora sí, ¿qué nos ofrece en ‘Castellano’?

Es un episodio que relata el enfrentamiento de la gente de Castilla, que está en su apogeo, contra los abusos de poder de Carlos V, que en su cabeza tiene un imperio del que Castilla solo es una parte... Su idea es fundamentalmente europea y está asociada a los proyectos familiares (Habsburgo) y Castilla no parece dispuesta a quedar sometida. Al final va a la guerra y acaba derrotada. Bueno, más bien es aplastada por el Imperio.

¿Lorenzo Silva, en ocasiones, es uno de esos escritores con los que siempre acabas aprendiendo algo de Historia?

Cuando escribo me gusta compartir lo que he aprendido y, sobre todo, la pasión por aprender... No sé si lo consigo, pero soy un contador de historias no un profesor de Historia. Mi único propósito cuando me encierro para escribir no es dar una clase de Historia, pero sí contar buenas historias.