Esta es una gastronomía acrisolada, que se nutre de raíces milenarias, con elaboraciones sencillas pero gustosas que incorporan aires imaginativos y delicados: carbón vegetal, ahumados...

Hay maneras de entender la gastronomía y de sentarse a la mesa que están íntimamente ligadas a la comida como acto social, al hecho de pasar tiempo en familia o comer en compañía de amigos como una forma de honrar y dignificar a los comensales. La cocina oriental se nutre de ese concepto de hospitalidad, convertido en un ingrediente sustancial, y aunque en esencia es simple, deudora de lo tradicional, también ha sabido incorporar detalles imaginativos, pese a la escasez de recursos y a estar condicionada por la ascendencia de los sentimientos religiosos de cristianos, judíos y musulmanes: los pueblos del Libro.

Con todo, se trata de una cocina acrisolada, que se hunde en raíces milenarias y en cuyos platos más típicos se aprecian influencias recíprocas de los países que ocupan el arco mediterráneo: libanesa, turca, palestina, israelí, marroquí, siria, egipcia, griega... Elaboraciones sencillas, pero gustosas, basadas en los cereales, las legumbres, verduras y hierbas como el cilantro, el perejil, el cardamomo... Un universo de especias, pocas carnes, pollo y cordero, fundamentalmente, más algo de ternera, apenas pescado y unos dulces sencillamente exquisitos.

Ese delicioso y exótico mundo no nos queda tan alejado. Desde mayo ha abierto en Arona, Los Cristianos (calle Texas, 37; Centro Comercial Pasarela; tfno.: 822 90 49 11) el restaurante Zoco, un nuevo concepto de cocina árabe, más refinado, que partiendo de la tradición incorpora técnicas de vanguardia.

Desde la responsabilidad asumida de cuidar y potenciar esa cultura gastronómica (no en vano su mujer es árabe), el chef Samuel Hernández, producto de la escuela de cocina del IES La Candelaria, regenta este restaurante y lo hace con el firme propósito de mantener la identidad de los sabores (se reconoce un apasionado del comino y siente una profunda debilidad por el cardamomo), a partir de un gustoso viaje culinario que recorre el tradicional recetario que se cuece en lugares como el barrio viejo de Jerusalén, las bulliciosas calles de Damasco o la populosa Beirut. Y en ese tránsito, que cubre con honestidad, pone en juego todo un mundo de sensaciones: colores tenues que atemperan el ambiente; un oloroso rincón de especias; alfombras y tapices; por allá una bancada... Un original zoco.

Además, la delicadeza en el emplataje contribuye a potenciar los aromas que se desprenden del Josper, ese aparato que es una combinación entre parrilla, con sus brasas, más horno, y que utiliza como combustible el carbón vegetal, un material que no desprende humo y transfiere a los alimentos un sabor y ahumados únicos, manteniendo intacta toda su jugosidad.

Entre tanta textura se paladea una experiencia excepcional.