Pocas veces encontraremos en la historia de la humanidad un movimiento de esperanza colectiva que supere de manera natural los condicionantes religiosos, políticos y culturales propios de nuestra manera de vivir. La vacuna contra el covid-19 está representando un punto de inflexión en la sanidad mundial, y también el mejor antídoto contra el desánimo, la depresión y el miedo, sentimientos que han estado muy presentes en muchas familias españolas y del resto del mundo. Una vacuna que abre una ventana para revertir el negativo impacto que ha tenido la pandemia en la economía y en la salud de muchas familias, y que gracias a la ciencia, significará el más importante acontecimiento del primer cuarto del siglo XXI, y la mayor esperanza de vida en estos momentos para la humanidad. Muchos países de nuestro entorno avanzan en el proceso de vacunación. Y en un mundo global, es necesario entender que en este proceso, nadie puede quedar atrás, especialmente, los habitantes de los países con menos recursos. Es un imperativo que los logros de la ciencia deban estar al alcance de toda la humanidad.

En España se estima que al final de verano se conseguirá un 70% de personas vacunadas, y podremos decir en ese momento, aquello de “señoras y señores, comienza el espectáculo”. Apenas quedan unos pocos meses, para no tener excusa en hacer las cosas que la pandemia ha tenido vetadas hasta ahora, y ese preciso instante, debiera sentirse como un momento histórico en nuestras vidas, donde cada uno de nosotros tendrá por un lado una responsabilidad colectiva, y a su vez el reto individual de vivirlo con la mayor fuerza que la razón permita. Ojalá esos vientos de esperanza nos devuelvan muchas de las ilusiones guardadas, los empleos perdidos, las viejas amistades, los renovados sueños y también una diferente manera de entender la vida.

Si, también una nueva forma de entender la vida, donde la salud ha de ser el faro de muchas de nuestras acciones. Poco a poco nos hemos ido dado cuenta de que sin salud, no hay nada. La salud lo ha sido todo. El covid-19 nos ha mostrado que la enfermedad no ha entendido de códigos postales, de condición social, ni de edades, ni de razas. Todos hemos sido vulnerables a un desconocido, que en algo menos de un año ha pulseado con lo más valioso que tenemos, quebrando incluso el concepto de existencia del ser humano.

Ha sido necesaria mucha investigación y mucho dinero para que esa ansiada esperanza, la vacuna del Covid-19 , exista y esté hoy al alcance de todos nosotros.

Sin dinero no hay investigación, y sin investigación no hay curación. Un axioma que desde la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), hemos defendido año tras año, como apoyo identitario a los muchos investigadores españoles que luchan contra el cáncer.

Para tratar las enfermedades necesitamos fomentar y apoyar el talento de estos investigadores, de los técnicos y de todo el personal dedicado a actividades de I+D+i, que es precisamente uno de los objetivos de la Estrategia Española de la Ciencia, Tecnología e Innovación. Es esa línea de trabajo la razón de ser de nuestra Asociación, una Asociación que en estos momentos financia más de 400 proyectos de investigación para la lucha contra la enfermedad, con una inversión real de más de 70 millones de euros y en la que desarrollan su actividad científica 1.000 investigadores de toda España.

La humanidad en este tiempo no solo le ha visto las orejas al lobo, sino que por desgracia, ha sentido su desgarradora y cruel mordida. Todos deberíamos a estas alturas de la pandemia, estar muy conscientes de la necesidad de apoyar la investigación, que es la salvaguarda de nuestra salud y la garantía de la vida. Tenemos en nuestras manos una oportunidad de acabar con la maldición de aquel aforismo que reza que “el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”; aprendamos de una vez por todas de esta dura lección, y responsabilicémonos para que las nuevas generaciones encuentren un mundo más solidario, más seguro o al menos más responsable.