Pequeñas trazas de plástico, de menos de un milímetro, han colonizado todo el océano, instalándose de manera permanente en las capas más profundas del Atlántico. Se encuentran al sur de Gran Canaria, Tenerife, La Gomera y El Hierro. Sin ninguna distinción. Todas estas regiones, sin excepción, están amenazadas por una plaga de estos contaminantes invisibles. En Canarias, se han encontrado incluso en las aguas más profundas, de hasta un kilómetro de profundidad, en el lugar donde la mayoría de organismos marinos decide residir, la columna de agua. Así, las fibras y objetos de distintas formas y de menos de un milímetro de grosor en las que se van descomponiendo botellas, bolsas e incluso alguna ropa, amenazan la vida marina de Canarias.

«A simple vista estos pequeños fragmentos plásticos no son apreciables, pero cuando analizamos el agua, ahí están», señala la química de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Daura Vega. Sin embargo, como explica, tan solo es necesario acercar una pequeña lupa al agua marina para interceptar estos rastros de este tipo de contaminación antropogénica, que a su vez, se ha convertido en uno de los enemigos más importantes de la vida marina.

El movimiento de estos microplásticos tiene relación con fenómenos a pequeña escala

Se trata de las primeras conclusiones del proyecto DeepPLAS, realizado por un grupo de investigadores de los departamentos de Física y Química de la ULPGC y del Instituto Español de Oceanografía (IEO), que empezó a recoger datos el pasado mes de diciembre, aunque llevan mucho más estudiando el fenómeno. Lo que han hallado en este primer estudio, publicado en Science of the Total Environment, es que los microplásticos que tanto se han recogido en playas o en la superficie del mar, también han llegado hasta la columna de agua. Esto significa que están presentes, al menos, hasta en un kilómetro de profundidad. No obstante, los investigadores no descartan que pueda estar presente incluso mucho más abajo. «Es posible que haya también en capas más profundas», insiste Vega, que no descarta esta posibilidad porque recuerda que el experimento realizado tan solo midió los primeros 1.150 metros de profundidad. En cualquier caso, los investigadores sospechan que todo el océano –y no solo el trocito de mar que rodea a Canarias – está plagado de estas pequeñas y nocivas trazas de plástico. «Es un fenómeno global», asevera la investigadora, quien recalca que aunque el océano muy grande es «finito».

.Fibras y otros materiales plásticos hallados a 1 kilómetro de profundidad | | E.D.

No es la primera vez que se postula la posibilidad de que el océano esté totalmente lleno de microplásticos, a pesar de su, a priori, buen estado. Sin embargo, este estudio realizado en Canarias es el primero que corrobora con datos fehacientes que realmente es así. «La comunidad científica sabía que existían en la superficie y que luego iban cayendo, porque se habían encontrado en el fondo», explica Vega, que señala, no obstante, que con este estudio querían ir más allá y despejar de una vez por todas esa duda que había asaltado a tantos investigadores.

Microplásticos permanentes

«Queríamos saber si el microplástico no solo estaba cayendo, sino también si había cierta permanencia en el agua», remarca la investigadora. Lo que descubrieron es que realmente los microplásticos son capaces de permanecer en esta columna de agua durante un largo tiempo y que no necesariamente cambian sus rumbo debido a las grandes corrientes oceánicas. «Estudiamos cómo se transportaban para ver si había establecido un patrón estacional o de otro tipo en su distribución», insiste Vega. Sin embargo, lo que hallaron es que, en el movimiento de estos microplásticos tiene una mayor relación con los fenómenos a pequeña escala, como remolinos, vientos o corrientes locales. «En el próximo estudio indagaremos más a fondo sobre este fenómeno para poder establecer algún tipo de patrón», insistió la investigadora. Un reciente estudio realizado en la ULGPC sobre los niveles de microplásticos hallados en el interior de caballas también abría la posibilidad a que las concentraciones de microplásticos fueran más comunes en el océano de lo que se creía. En dicho estudio se llegó a la conclusión de que casi el 80% de las caballas que se pescan en aguas cercanas al Archipiélago contienen fragmentos de plásticos en sus estómagos. De hecho, en una evaluación posterior, en el que se compararon las muestras recogidas por ambos proyectos de investigación, se pudo comprobar que las muestras extraídas de la columna de agua coinciden con las que se obtuvieron en estos peces. «Se correspondían en cantidades, formas y colores», asegura la química.

Los investigadores sospechan que todo el océano está plagado de estas trazas de plástico

Como las caballas, son muchos los organismos que habitan en la columna de agua. De hecho, esta fracción del océano es una de las más ricas en biodiversidad, dada sus favorables condiciones de habitabilidad. «No solo hablamos de megafauna, como puede ser una orca o un delfín, en esta zona también hay zooplancton y otros organismos, por lo que aún habrá que estudiar qué implicaciones puede tener la presencia de microplásticos en esta zona», señala Vega. Estos hallazgos han causado cierto estupor entre los firmantes del estudio, a pesar de que se postulaba como una realidad más que posible. Por esta razón, quisieron hacer un llamamiento a la acción a la ciudadanía con el objetivo de tratar de acabar con la lacra de los microplásticos en el mar. Y es que, como advierte la investigadora, «limpiar este plástico en el océano no es viable», por todas las acciones tienen que estar motivadas para actuar «sobre la fuente». La sociedad tiene la ingente tarea ahora de olvidar los plásticos de un solo uso –cuyo tiempo de vida medio es de 20 minutos–, cambiar los materiales plásticos de modo que se permita alargar su vida útil y trabajar en la concienciación ciudadana más que nunca. Con estos simples gestos, se evitaría vertir cada año 8 millones de toneladas de plástico al mar en todo el mundo y se paralizaría de una vez por todas la degradación nuestro medio natural.